lunes, 30 de agosto de 2010

La Importancia de llamarse Matthew

Faltaban cuatro horas para que empezara el concierto y yo ya estaba sentado rodeado de fanáticos en la parte delantera, junto al escenario.
El público de MUSE ha cambiado bastante en los seis años que han pasado desde la última vez que los vi... ahora son (probablemente) la banda del momento, llenan estadios y gracias a sus aportaciones musicales a la saga "Crepúsculo" también cuentan con una ruidosa legión de nuevos fans adolescentes.

Precisamente a mi izquierda había un grupo de chicas paradigma de esta última categoría: amenizaban la espera berreando (con los ojos en blanco, en trance) a coro canciones del grupo y se pintaban con un pilot en la cara, hombros, brazos, etc... la leyenda "I love (corazoncito) Muse".
Cuando ya pareció aburrirles tanto tatuaje, observé algo que me hizo cierta gracia.

Como si de una escayola en un brazo roto se tratase, una de ellas sacó su impoluto bolso de tela blanco poniéndolo a disposición de sus compañeras para que con el mismo rotulador fueran escribiendo cositas en él.
Cuando acabaron de plasmar sus ocurrencias ella se puso a mi lado y (entre otras cosas) pude leer en el bolso lo siguiente:
"The cuestion of the day: nos follaremos a Matthew?? Seee, seee!! Xacobeo ‘10"



Y nada, el caso es que faltaba media hora para que empezasen los primeros "teloneros" y la espera se me estaba haciendo muy pesada, así que al calor de la frase del bolso decidí probar suerte... a sabiendas de que Matthew Bellamy (el cantante de Muse) y yo nos parecemos apenas en el blanco de los ojos.

Esperé tranquilamente a que la chica me mirase y en cuanto lo hizo le dije: "hello".
Acababa de decidir que me haría pasar por guiri.

Ella me lo devolvió y comencé una delirante conversación en spanglish en la cual le solté que venía desde Oslo para ver el concierto, que era fan desde los primeros tiempos, etc... para acabar sacando el tema del bolso pintarrajeado diciéndole que me parecía muy gracioso (y artístico), "yes yes" me respondía a casi todo... fue entonces cuando cargué la escopeta y apunté.
"By the way –dije, señalando la frase del bolso- my nombre es Matthew"



En fin, como era de suponer, no coló... cinco minutos después la chica ya me había puesto toda clase de excusas para volver junto a sus amigas, a las que no tardó ni un segundo en contarles lo sucedido.
"¡Pero tendrá morro el sueco este!", exclamó, poniéndose de manifiesto una vez más el fracaso de nuestro sistema educativo.

Regresando a mi cerveza pasé los siguientes minutos pensando en cómo se diría en inglés "menos lobos Caperucita"...

martes, 24 de agosto de 2010

ANO SANTO (Volumen 1)

Yo no es que sea precisamente un tipo religioso, de hecho lo que más me gusta del Ano Santo Compostelano es el festival musical que organizan en el Monte do Gozo con estrellas de primer nivel internacional y a precios económicos.
En la anterior edición asistí y cada vez que pienso en aquellos tres días y medio que pasé en Santiago en verano de 2004, un intenso escalofrío recorre mi espina dorsal.

Nos cedieron un piso vació en pleno centro de la ciudad, que en un principio sólo ocuparíamos Mayte y yo, sin embargo ella (una especie de oenegé andante) se encargó de meter dentro a cuanto bicho viviente se le cruzaba por el camino.
Pienso en la primera noche allí, yo sólo quería beber y follar con ella hasta el amanecer... en cambio mi compañera invitó a todos sus amigos pijos/indies/ultramodernos madrileños al piso para hacer un botelleo pre-festival en el que sólo me emborraché yo.

Pienso en cómo una hippy catalana amiga suya dijo que había venido a la aventura y no tenía donde dormir... "¿no te importa que se quede aquí con nosotros, verdad Rific?" preguntó Mayte en voz alta delante de todos, "claro que puede quedarse", dijo a través de mi boca el Señor Ballantines... y el caso es que en ese turbio instante aquella idea me pareció maravillosa, pues yo no había quitado el ojo en toda la noche a la catalana, coqueteando descaradamente con ella a partir del tercer indomable.



Hacía varios meses que Mayte y yo no nos veíamos en persona, en ese tiempo sólo nos comunicábamos por el messenger y en no pocas ocasiones las conversaciones acababan siendo sexualmente incendiarias... existía una especie de pacto tácito por el que durante nuestro finde gallego (aparte de disfrutar de nuestros grupos preferidos) nos acostaríamos juntos.
Aquella primera noche ella estaba rompiendo el tratado: rodeándonos de gente, evitando que estuviésemos a solas tan siquiera un minuto... y ahora trayendo una boca más que alimentar.
Mi derrota se hizo evidente cuando todos se fueron del piso y ellas se encerraron en una de las habitaciones para dormir juntas.
Recuerdo que dicha circunstancia me cabreó bastante, y apurando el último trago de la noche me propuse, como objetivo prioritario del finde, tirarme a la hippy catalana.

Los tres días siguientes fueron una locura.
Una marea humana inundó cada día el auditorio del Monte do Gozo... la primera jornada llegué a tocar con la mano el escenario durante la sobrenatural actuación de Iggy Pop; con los Chemical Brothers tuve la sensación de estar en medio de una desmadrada "rave" Ibicenca; se me puso la carne de gallina cuando Massive Attack tocó "Protection"... y conocimos a aquel mexicano tan pesado que también quedó prendado de la amiga de Mayte, entrándola a saco.



"¿Tú lo has probado?" me preguntó por el messenger un mes antes.
"Sí, una vez hace tiempo..." contesté.
"Pues que sepas que el finde del xacobeo quiero probarlo, y quiero que sea contigo", sentenció...
...me dio por recordar ese ciberdiálogo cuando el segundo día del festival, antes de ponernos en marcha Mayte, nerviosa, sacó de su maletita cuarto de gramo de un polvillo blanco.
"Me lo ha pasado alguien de confianza" dijo, como si se pudiera confiar en alguien que se dedica a trasegar con narcóticos... "por suerte ha traído poca", pensé.

El pedo durante la actuación de Muse fue antológico, la hora y media se me pasó flotando... más tarde casi caigo rodando Monte do Gozo abajo en lo que Lou Reed estafaba a la audiencia no ofreciendo ninguno de sus clásicos, por suerte Robert Smith trajo la cura a todos mis males y durante dos horas, ya sobrio, pude flotar con la única ayuda de su música.



Las noches en el casco viejo de Santiago tras los conciertos... las dos cajetillas diarias de Fortuna... las perolas que cociné de fusilli a la bolognesa y carbonara... aquel paisano nacionalista que tanto me sermoneaba acerca de la independencia gallega... las colas interminables en el baño de los chicos... el móvil casi todo el día apagado porque olvidé el cargador en mi lejano hogar... mis acercamientos infructuosos a la catalana y el progresivo enfado de Mayte.

La tercera y última jornada del festival, durante el concierto de Dylan ellas pasaron del mito (y de mi) yéndose a tomar algo dejándome sólo... pero al poco rato alguien me agarró del brazo, era una chica menuda y sonriente.
Llevaba una camiseta blanca de tirantes (que transparentaba un sujetador negro) y en el hombro dibujado, torpemente, un número 9 con boli bic.
"Mira", dijo señalándose el número con el dedo... "¿un nueve?" pregunté.
Y entonces me aprisionó como un candado diciendo "de mi cama no te mueves".
"¿Eh?" exclamé sorprendido, seguramente había entendido mal...
"Sí, somos de la Cofradía del Nueve" –explicó, señalando detrás de ella a un grupo de chicas con sendos nueves dibujados en el cuerpo, partiéndose de risa- "y en resumen lo que hacemos es lo siguiente: si una de nosotras ve un chico que le gusta pues decimos, ¡para mi! Así que te he visto, me has parecido majete... y hoy de mi cama no te mueves..."



Cada vez que pienso en aquel ataque tan gracioso y amable sonrío para mis adentros, a continuación me doy una pequeña bofetada porque mi reacción fue de lo más torpe: rechacé la oferta.
Creo que me acojoné ante la franqueza y decisión de la "cofrade" (aunque luego durante un tiempo me tratase de convencer a mi mismo de que claro, después de Dylan actuaban Echo & The Bunnymen y no iba a perderme ese concierto por nada del mundo, etc) y además mi mal fario de la época me animó a seguir apostando el último cartucho en la ruleta rusa sexual que estaba jugando con mis dos compañeras de piso.

Aquella noche la chica del nueve seguramente la pasaría felizmente acompañada, yo en cambio acabé ciego de Estrella Galicia en un pub del centro entrando patosa e indiscriminadamente a Mayte y su amiga, por rigurosos (y atolondrados) turnos.
Evidentemente, sin éxito.

Jamás volví a ver a ninguna de las dos.

Recuerdo que en el bus de vuelta a mi ciudad pensé: "tienes 26 años, para cuando sea el próximo Ano Santo tendrás más de 30... ¿si hacen otro festival volverás? ¿En qué plan? ¿Tendrás novia, estarás casado... te quedará algo de pelo? Uff, hasta entonces queda una eternidad, el tiempo lo dirá..."

Precisamente hoy pienso en éstas y otras tantas cosas de aquel fin de semana xacobeo, ya que dentro de un par de días regreso al lugar del crimen...
Y mi yo actual respecto del de hace seis años sólo se diferencia en una cosa: ha dejado de fumar.

Lo dicho, el tiempo lo dirá.

domingo, 22 de agosto de 2010

Mal Momento

Ayer quedé con una chica y fuimos a un hostal.
Llegamos pronto, sobre las ocho y veinte de la tarde... el gerente nos enseñó la habitación (dos camas bastante grandes, aunque sólo usaríamos una) y a continuación le acompañé a un salón principal que hacía las funciones de despacho.
En lo que anotó mi DNI y le solté la pasta, en la tele del fondo salían los jugadores de Barcelona y Sevilla saltando al césped del Camp Nou para disputar (creo) el partido de vuelta de la Supercopa de España.



De regreso a la habitación, veo a mi acompañante echada sobre una de las camas, descalza, peleándose con el mando a distancia de la tele. "Esto no funciona", dice.
Le quito el mando, pulso (seguramente) los mismos botones que ella ha apretado antes, con idéntico resultado... ella sonríe maliciosamente en lo que susurra lentamente "hombresss" y yo acabo regresando al despacho para pedir al gerente que eche un vistazo.

Entra silbando, levanta el trasto y comienza a murmurar "vaya, vaya, vaya... hay que ver cómo es la gente...". Continúa silbando...
Supuestamente falta nosequé aparato infrarrojo para que el mando pueda funcionar (según él alguien se lo habrá llevado pensando que se trata de ¿una webcam?), marcha a la habitación contigua y trae un chisme minúsculo y otro mando a distancia... lo pega a la pared en un santiamén y... ¡eureka!, con el nuevo mando aparecen canales en pantalla y los cambia sin problema.
Bueno, no del todo... ahora la tele funciona pero los canales están desordenados.



No me dio tiempo a decir "déjelo, no se preocupe, no pasa nada porque estén descolocados", se puso hecho una fiera y comenzó a despotricar contra los antiguos huéspedes del cuarto: "no sólo se llevan el infrarrojos sino que además me resintonizan la televisión, la gente es que es la hostia... hace falta tener ganas de tocar las narices..."
Y en esto que hago un segundo intento de abrir la boca para decirle que nos da lo mismo el orden de los canales pero el fulano, más nervioso de lo normal, va y nos suelta la siguiente perla: "pues lo siento chicos pero yo ahora no me voy a poner a sintonizar nada, así que así se queda, a tomar por culo..."

"De acuerdo, déjelo que así esta bien, muchas gracias por su ayuda" -intervengo- "así que ahora si no le importa..." señalo la puerta invitándole a dejarnos sólos y él, sin tan siquiera mirarnos, sale escopetado de la habitación.

Mi amiga, boquiabierta, comenta "¿Pero tú has visto? ¿Por qué habrá dicho semejante cosa?"
"Creo tener idea de por qué se ha comportado de ese modo... -digo, quitándome los zapatos- ¿no has reconocido la melodía que venía silbando cuando entró en la habitación?"
Ella dice "no", con la cabeza.

Agarro una de las latas de cerveza que hemos subido y tras el chasquido de la anilla abriendo la Mahou pongo fin al misterio: "El himno del Barça... se ve que le hemos pillado en mal momento"

jueves, 19 de agosto de 2010

FAITH

Mi infancia, tal y como la he vivido, no se concibe sin ciertas canciones... y en un lugar destacado de tan ilustre hit parade sentimental se encuentra "Faith" de George Michael.

A día de hoy sigue pareciéndome uno de los singles más perfectos de la historia del pop, y la mayoría de canciones que lo acompañaban en aquel cassette que compré en Galerías Preciados hace más de veinte años (y aún conservo) han alcanzado la categoría de clásicos.
I want your sex, Father Figure, One more Try, Kissing a fool, Monkey...



Éramos muchos los críos que a finales de los ochenta, con escasa fortuna, tratábamos de imitar el look de George Michael... de hecho, ahora que lo pienso, el único "capricho" en lo que a ropa se refiere que yo he tenido en mi puñetera vida fue el de conseguir la chupa de cuero que sacaba en el video de Faith.
Incluso en un infantil viaje a Londres pregunté a varias dependientas en diferentes tiendas y grandes almacenes si la tenían... sin suerte.

En 1991, en una de las escenas del video de su obra maestra "Freedom 90", George prendía fuego a la famosa cazadora en señal de rebeldía, renegando del personaje en que se había convertido... ¡menudo chasco verla arder!

Parece que haya pasado casi una eternidad desde entonces... sin embargo, cuando el viernes pasado me encontraba en un karaoke/pub de Eindhoven ojeando el libreto de canciones y a la altura de la "F" descubrí aquel viejo himno juvenil, se me iluminó la cara y agarré entusiasmado el papelito de las peticiones.

Esperé a que llegase mi turno con una excitación increíble, apenas prestando atención a los holandeses borrachos que se atrevían con clásicos de Dylan, Queen, Clapton o Johnny Cash.
De repente sonó mi nombre en el altavoz y subí al escenario con decisión, agarrando el micro... mis amigos/francotiradores ya estaban en la barra con las cámaras apuntando, descojonándose.

Comenzó la intro con el órgano de iglesia, en lo que duró junté las manos teatralmente a modo de oración... hasta que finalmente sonó el famoso riff de guitarra y perdí la compostura.



"Oh well I guess it would be nice...", moviendo las caderas, tal y como había ensayado cientos de veces de chaval en mi habitación, dándome palmadas en la pierna y el trasero, cambiando el micro de mano y desplazándome por el escenario... ¡rock and roll!

La audiencia orange comienza a dar palmas al ritmo de la canción, a pesar de los focos distingo las siluetas de mis amigos, doblándose... y de repente se produce la magia.
Acabo la primera estrofa ("faith, faith, faith, aahh") con pose perfilada de Elvis decadente y en lo que exclamo el contundente "baby!!!" con que arranca la segunda parte, dos rubias holandesas saltan al escenario agarrándome del cuello, acercándose al micro para cantar conmigo el resto de la canción.



"Con cualquier otro tema no habría pasado esto", pensé, intentando sobarlas un poco en el escenario como peaje por haberme robado protagonismo...
...el fulano del karaoke sale de su cabina y con una cámara de gran objetivo nos saca unas fotos, también observo como dos holandeses rapados con cara de pocos amigos se sitúan al borde de la tarima, adoptando una pose impaciente. ¿Serán los siguientes participantes acaso? ¿Noel y Liam?

Pues no, la canción se acaba y mis dos coristas, sin dejarse tan siquiera besar en las mejillas, bajan de un brinco hacia los brazos de aquellos dos armarios roperos… ¿será por detalles como éste que en la época de "faith" George Michael abandonó la bisexualidad para volverse definitivamente gay?

En fin, digan lo que os digan, nunca es tarde para sentirse un teen idol...

lunes, 16 de agosto de 2010

Amor Libre

Hace años conocí a una chica, aparentemente, de armas tomar.
Me dijo que era "muy roja" e independiente, soltándome un buen discurso sobre su creencia en el AMOR LIBRE, mostrando un radical rechazo a tener pareja pues coartaba sus libertades.
"Ya tuve un novio formal muchos años y no pienso repetir experiencia, ni loca", afirmaba... "si por ejemplo tú y yo un día salimos por ahí, y hay buen feeling, estamos a gusto, no sé... pues podríamos acostarnos. Pero nada más, aprecio demasiado el espacio que he ganado...".



El caso es que un sábado quedamos, y el buen rollo previamente insinuado acabó apareciendo, nos acostamos... pero a la mañana siguiente, fumando ambos en el cabecero de la cama, cambió inesperadamente de discurso: "¿sabes? A mi siempre me ha costado mucho diferenciar entre sexo y amor..."
Por suerte ella misma cambió de tema y pasó a relatarme su reciente viaje al Berlín Oriental, así como la semana que pasó en la costa gallega quitando chapapote... enumeró la lista de todos sus amigos gays... concluyendo con una feroz defensa de los derechos de los animales mientras troceaba despreocupada un pollo que poco rato después comeríamos siguiendo nosequé receta asiática.

Tres semanas después volvimos a vernos y acabamos nuevamente en su cama japonesa.
Pasamos día y medio encerrados en el dormitorio follando como conejos saliendo únicamente de esas cuatro paredes para ir al WC, picar algo y fumar.
La única prenda que utilicé en 36 horas fue una camiseta de propaganda de una perfumería (tres tallas menos que la mía), que ella tuvo a bien prestarme para no coger frío en cualquiera de esas tres actividades extra-sexuales.

Un mes después quedamos por tercera y última vez.



Después del habitual minimaratón erótico-festivo nos pusimos a ver una peli en su sofá, cubiertos tan sólo por una manta... a la media hora ella pulsó el "pause", se levantó y me trajo un paquete apresuradamente envuelto con papeles de periódico.
"Es para cuando vengas las próximas veces", dijo, mientras yo rasgaba la portada de un dominical de EL PAIS y descubría en su interior unas zapatillas verdes de peluche de esas que son enormes, en forma de sendos caimanes sonrientes.

Fingí que el regalo me encantaba (nunca he soportado esa clase de zapatillas, aún así me las probé... me estaban pequeñas) y empecé a tragar saliva... "si quieres te las llevas eh, pero yo creo que mejor las dejamos aquí para los próximos días", comentó de manera ansiosa.

¿Qué había pasado con La Pasionaria que conocí dos meses atrás? ¿Por qué estábamos viendo una película de Jennifer Aniston y no uno de esos dramas españoles con los que siempre me daba la chapa? ¿Eso que me lleva puesto es una camiseta de Hello Kitty?
"Mmm, me parece buena idea dejarlas aquí, es bobada que me las lleve ¿no te parece?...", traté de resultar lo más convincente que pude. Ella asintió, se quitó la camiseta y volvió a enroscarse conmigo en la manta del sofá.

Jamás he vuelto a esa casa.



Dejé pasar el tiempo para que el tema (sentimentalmente) no se desmadrase. Quedé con ella tres meses después pero finalmente un imprevisto en la víspera impidió que pudiéramos vernos... un mes después de la cita fallida le propuse vernos pero esta vez ella no quiso porque había empezado a salir con alguien. "Va en serio, tengo miedooooo", concluía en su sms.

Año y medio después de nuestra primera noche juntos recibí un mail suyo (enviado a un montón de contactos) adjuntando la foto de un bebé regordete vestido íntegramente de rojo... su habitual firma incorporaba un nombre de varón y se presentaban al mundo como "papi y mami".

Sonreí recordando las agresivas (y nada remotas en el tiempo) teorías de emancipación sexual de la orgullosa mamá... y maliciosamente pensé en si el recién estrenado papá calzaría por lo menos un 43...

jueves, 12 de agosto de 2010

El Chico de la Curva

Hace poco me apunté a un gimnasio para bajar barriguita. Es un sitio muy tranquilo y agradable pero está bastante lejos de mi casa, así que voy y vengo en autobús.
Ayer, después de una agotadora sesión consistente en bici, pesas ligeras, mirar fijamente el culo redondito (y maravilloso) de una chica en la máquina de step, ducha fría, etc... fui a la desértica parada donde espero al bus cada día, sin poder evitar (como de costumbre) pensar en Cary Grant y su famosa escena en "Con la muerte en los talones", mirando más al cielo que a la carretera, en busca de una avioneta asesina.



Calor de agosto, sol de justicia, llevo pantalón corto y camiseta, en el suelo tengo apoyada la bolsa de deporte, los cascos puestos escuchando el último de Calamaro... y de repente un coche que pasa frena lentamente y se detiene en el apeadero donde espero al urbano, se sitúa delante de mí y baja a ventanilla.
-Voy a la zona del estadio, si quieres te llevo...- me dice el conductor, un fulano más o menos de mi edad.
-Mmm, no gracias, yo voy en otra dirección, además... mi autobús está a punto de llegar- contesté, rechazando la invitación de un desconocido, para mayor orgullo y tranquilidad de mis queridos padres...
-¿Seguro que no? –insiste.
-No, tranquilo, gracias por el ofrecimiento eh, pero es mucho rodeo para mi y el bus me lleva directo –trato de sonreir, al menos lo intento.
-Ah, pensé que eras de los que estaban aquí para ir al estadio... -dice con gesto contrariado.

¡Fue entonces cuando lo vi todo claro! ¿Pero cómo no me había dado cuenta antes?
1- La "zona del estadio" es el mayor picadero de mi ciudad, al que acuden multitud de coches las veinticuatro horas del día en busca de la tranquilidad y refugio necesarios para toda clase de prácticas sexuales...
2- Mi parada de bus es el comienzo de cierta carretera que pocos metros más al fondo ofrece una "asistencia en ruta" de lo más peculiar, paseándose por sus arcenes numerosas prostitutas de aspecto poco saludable...

-Pues no, simplemente soy de los que se achicharran por aquí en pleno agosto esperando al autobús- dejo de sonreir- así que nuevamente gracias, pero sigue tu camino...
Sin mediar más palabra arrancó y se fue.

El rato siguiente lo pasé dando vueltas al incidente: ¿debía sentirme indignado o halagado? ¿Por cuánto se cotizan esa clase de favores sexuales?
Quizás si le hubiera dejado mamármela podría haber sacado suficiente para irme de excursión el fin de semana...

domingo, 8 de agosto de 2010

Cheque sin Fondos (...el retorno de la Seta)

(para saber quién es "la Seta" pinche -AQUÍ- )

Jueves por la tarde.
La "seta" asoma por el messenger y me pregunta dónde me he metido los últimos días, que si no he dado señales de vida, etc... "de viaje", contesto.
"Te parecerá bonito no haberme llevado", escribe con una de esas caritas amarillas que guiñan el ojo.
Cuento asombrado el número de palabras que ha sido capaz de teclear, seis en total, todo un record... le comento que Ryanair tiene una política muy restrictiva sobre el equipaje de mano, pero que si sigue interesada esta noche le organizo una excursión a cualquier bar. Para mi sorpresa acepta.



Es de noche y estamos juntos en una cervecería de mi barrio, dedico los primeros instantes a contarle (por encima) mis greatest hits vacacionales combinándolos con preguntas acerca de ese supuesto novio que dijo tener la última vez que quedamos, el camarero... ella muestra indiferencia y hastío cuando habla sobre él, según ella el susodicho está pasando la primera quincena de Agosto en Alicante.
"Tenemos vía libre entonces", dejo caer, insinuante... y ella sonríe.
Al igual que la vez anterior ella no aparta la cabeza cuando me acerco para besarla, sin embargo hoy (como novedad) ella acompaña mi gesto agarrándome de la cintura, mostrándose más participativa.

La jarra se acaba y ella pregunta dónde vamos... sugiero mi casa pero ella niega con la cabeza: "eso de ninguna de las maneras", añade.
Tiro de clásico Plan B: propongo ir a un bar que está cerca de cierta plazoleta. La idea consiste en no llegar nunca a ese bar (que seguramente esté ya cerrado, o ni siquiera exista) ya que antes pararíamos en cierto banco de la plaza, estratégicamente situado para...



Ella me sigue y el plan se va cumpliendo punto por punto, vamos metiéndonos mano por la calle desierta y la simple inercia del calentón hace que resulte de lo más normal que acabemos sentándonos en aquel sugerente banco oculto tras un copioso seto.
Diez minutos después, estando ambos desabotonados, propongo nuevamente ir a mi casa. "No es una buena idea", insiste... "a mí no me parece que sea mala", contesto... "ya, pero es más mala que buena", sentencia.

Empiezo a cansarme de tanto magreo infructuoso y aprovecho que un par de paisanos cruzan la plaza para apartarme un segundo de ella y tomar aire.
"En fin, ahora es cuando se supone que te vas corriendo a casa", comento sarcásticamente... "No", contesta.
"Mmm, ¿es cuando me das una sonora bofetada?", añado... "No", insiste. "Entonces eso es que te vienes a mi casa", y para mi sorpresa, nuevamente, ella ahora responde "vale".

"La he cagado, la he cagado..." voy repitiéndome todo el paseo hacia casa, mirando a aquella chica que ni siquiera me gusta, con la que había quedado por sólo Dios sabe qué extraña cuestión de orgullo, a la que había propuesto ir a mi casa de una manera mecánica, irreflexiva... ¿esperando un "no"?.

He firmado un cheque sin fondos y caminamos lentamente hacia el puesto de cobro.

Es jodido ir por la calle planeando cómo desembarazarte de alguien antes siquiera de que haya puesto un pie en tu casa, pero así me encuentro yo, dándole vueltas a la estrategia... y finalmente decido optar por la más nauseabunda de todas.

Que ella tuviera unas ganas locas de ir al aseo me facilita las cosas. Entramos en casa y la conduzco directamente al retrete, mientras hace sus cosas voy a mi habitación, deshago la cama y arrojo algunas prendas por el suelo.
"Disculpa el desorden, ya sé que vivo en una leonera pero no lo puedo evitar" digo en cuanto asoma por mi puerta; quitándome la camiseta y sentándome en la cama. Ella como si nada.
Con la mano doy una palmadita en el lugar del catre en el que quiero que se siente y ella, silenciosa, obedece.

La tumbo y quito el vaquero. Me paro premeditadamente en pleno clímax y empiezo a caminar por la habitación con la excusa de poner algo de música, veamos... ¿qué es lo más apropiado para una fan de Bustamante y Amaia Montero? Nada más ver el CD en mi estantería lo tuve claro: "Bestial Devastation" de SEPULTURA. Ella no protesta.
Me desnudo y ella se quita lo que le queda de ropa. Agarro un condón y me pongo encima de ella, acogiéndome con los ojos abiertos como platos.



"¿Estas nerviosa?", pregunto... "un poco", contesta... "tranquila, también es mi primera vez" le digo en lo que me calzo el durex y arranco la faena.

Siempre me pasa lo mismo, la primera vez que follo con una tía (debe ser la excitación por coronar una nueva cima inexplorada) acabo enseguida. Ese "insignificante" detalle que (en la mayoría de las ocasiones) consigue que la cotización de mis acciones baje estrepitosamente ante la chica en cuestión, ahora me viene ni que pintado.
No intento alargar el instante lo más mínimo, al poco de entrar "acabo" y salgo sin aspavientos. Sin embargo compruebo estupefacto que ella también se ha corrido.
¿Pero qué demonios estoy haciendo bien?
Mi plan consistente en "hacer todo lo que no se debe hacer en la cama” para que la chica se pire rebotada no podría estar saliendo peor.

Ella me abraza y posa su cabeza en mi hombro, me veo obligado a usar artillería pesada...



Le ofrezco un cigarrillo a sabiendas de que ella no fuma y aborrece el tabaco, pongo la música más alta y le digo que preste atención al sólo de guitarra, me quedo mirándola fijamente... "¿qué te pasa?", me pregunta.
Es aquí cuando trago saliva, me odio profundamente por la dirección (ya irreversible) que están tomando las cosas, y reprimiendo el asco que me doy a veces pronuncio en voz alta las ocho palabras mágicas que según el manual de encantamientos conseguirán que la malvada bruja se vaya del Castillo en cuestión de segundos: "¿Por qué no me la chupas un rato?"
Ella me mira con el gesto torcido... ¿pero contrariada? ¡No! Con los primeros redobles de tambor de "Warriors of death", sin decir una palabra, se echa el pelo para atrás y empieza a comerme la polla.
Le pregunto si le gusta y ella asiente. Esto va a ser más difícil de lo que creía...

Me la follo otra vez, ahora por detrás. Ella agarra las sábanas con fuerza y temo que me las pueda rasgar con las uñas tan largas que tiene... por si acaso le molesta que lo piense, se lo hago saber. De paso le digo que no chille, que no quiero problemas con los vecinos, etc...
Este polvo es más largo que el anterior, aún así apenas alcanza lo que dura entera una canción punk... cuando se acaba la cosa me arrojo boca abajo sobre la cama. Vuelve a asomar en su mirada un inexplicable brillo de satisfacción, le doy la espalda.
Decido callarme.

Dos minutos después ella no aguanta más y también comete un clásico error de cama: me hace la "pregunta prohibida".
"¿En qué piensas?"
Me giro lentamente y espero un rato para contestar, mirando al techo, descartando entre las múltiples burradas que se me ocurren... "en qué voy a comer mañana, creo que haré unos filetes de pollo".

El reloj de mi mesilla marca las 0:50, me doy diez minutos de plazo.
Los paso caminando por la casa, busco una botella de agua y no le ofrezco un trago, cambio el CD (remato sus tímpanos con Nine Inch Nails), voy al servicio y dejo la puerta abierta... ella observa todos mis movimientos en silencio, desnuda sobre la cama.
Finalmente me siento en el dormitorio y observo íntegramente como transcurre el eterno minuto 0:59.

"Ya es la una niña, ¿te acompaño a casa o algo?", digo sécamente, mirándola a la cara por primera vez en un buen rato.
"¿Tienes sueño eh?" me dice, sin aparentar ni una pizca de enfado... yo asiento, fingiendo que bostezo.
Comienzo a vestirme y ella se incorpora haciendo lo propio. Bajamos a la calle y ninguno de los dos pronuncia palabra.

Cinco minutos después llegamos al lugar donde habíamos quedado al principio de la noche, me quejo del fresco que se ha levantado y le digo que espero no le importe si nos despedimos ahí mismo... "no pasa nada", dice, e introduce su lengua en mi boca una vez más... "hasta otro día", concluye.



En cuanto regreso a casa me meto en la ducha, me lavo los dientes, tomo dos paracetamoles y arrojo las sábanas a la lavadora...

miércoles, 4 de agosto de 2010

Postal desde Londres

Me siento en la sala de embarque del aeropuerto aguardando un "lowcost" destino Inglaterra, abro un libro para amenizar la espera pero un guiri sesentón de piel rosada se acerca tomándome por un compatriota suyo ("no me vendría mal un ligero bronceado", pienso) y me interroga acerca de los tamaños permitidos para el equipaje de mano.
A efectos prácticos es como si ya estuviera en Luton.

El aterrizaje (por no decir impacto) en dicho aeropuerto es tan brusco que lo considero "accidente aéreo". Reprimo las ganas de abrazarme con los compañeros de asiento tras tomar tierra y el resoplido de alivio dentro de la cabina es tan grande que con ese sólo impulso el avión podría avanzar pista abajo con los motores apagados.
Mi amigo Adriano me está esperando al final de los controles policiales así que sin perder un minuto, una vez reunidos, ponemos rumbo a la Gran Ciudad.

En la primera del millón de fotos posteriores nos plantamos delante de Buckingham Palace inspirados en la famosa firma del contrato de los Sex Pistols con A&M en 1977.



En las copas de los árboles adyacentes una ardilla salta de rama en rama y unas chicas alemanas están tan absortas mirando al cielo, observando al animalito, que aprovechamos para pasar (desapercibidos) a su lado y mirar dentro de sus generosos escotes.
No tarda mucho en asomar por el horizonte la noria gigante situada junto al Parlamento, sólo de mirarla me entra un vértigo atroz así que entramos en un pub para tomar la primera de lo que a partir de entonces será la moneda (y unidad de medida) del viaje, por encima de la libra esterlina: la pinta.

El albergue esta situado en pleno Picadilly Circus, la habitación que nos ha tocado es de cuatro plazas y no hay nadie cuando nos instalamos, tan sólo dos maletones ocupando la litera contigua... ¡misterio!
Adriano empieza a relatarme la vez que en un albergue similar de Liverpool un par de años atrás le tocó compartir cuarto con unas eslovacas cachondas que se paseaban en braguitas y con las tetas al aire. Suspirando, cruzamos los dedos para que esas insípidas maletas estén llenas a rebosar de tangas procedentes del este de Europa...

Quedamos con Gerardo (un amigo de Adriano, también español) quien ejerciendo de sherpa nos lleva a un par de pubs del Soho. De camino a uno, una inglesita de bastante buen ver nos interrumpe diciendo en un correcto castellano "¿sois españoles verdad?".
La chica había vivido en Madrid y aseguró estar enamorada de nuestro país, le proponemos tomar algo con nosotros pero el amigo de Adriano, incomprensiblemente reacio, se acerca y dice a la guiri que no se fíe nada de nosotros... me pregunto por qué narices habrá dicho eso mientras una amiga de la chica da la puntilla a la faena llevándosela del brazo.

Comienzo a desconfiar de las recomendaciones de nuestro "guía", se acabó el dejarse llevar... el siguiente bar lo elegiríamos nosotros.
Entramos en "The Zoo" y la fauna del interior no desmerece al nombre del club.
Lamentablemente la mitad de la pista está llena de jovencitos españoles bastante pijos, dando la nota... a pesar de ello el resto del local ofrece cuanto uno se imagina al cerrar los ojos y visualizar la noche británica.
Camareros/as sexys e hiperactivos, clientes salvajes, el pachangueo musical completamente desterrado... y ese extraño aroma que combina violencia, tensión, alcohol y sensualidad a la manera anglosajona.

Entre las presentes predominan las lolitas, de entre las cuales destacan dos chicas con unas gafas enormes (y vestiditos pre-teen) que no paran de sacarse fotos "french kissing each other" calentando a todos los presentes.
Alguno prueba suerte y se arrima para participar en el juego... la que lleva unos calcetines beige hasta las rodillas parece no hacerle ascos a cualquier clase de promiscuidad, pero la de las gafas gigantes se enciende cada vez que su amiga se restriega con algún varón, montando en celosa cólera.



Un par de barras verticales decoran las plataformas de la pista y unas pakis tremendamente sexys se apropian de ellas improvisando un fogoso simulacro de lap-dancing.
Allá donde fueres haz lo que vieres: agarro a una chica por detrás y arrimo mi entrepierna a su trasero... ella se gira y veo el rostro de una niña a la que casi doblo en edad. Al ritmo de Katy Perry inicio la retirada, soltándola poco a poco y regresando a la columna donde reposa mi enésima pinta de la noche.

El ambiente se endurece, cuando los ingleses alcanzan el clímax en un bar la atmósfera se vuelve casi irrespirable: codazos y golpes bailando en la pista, bebidas derramadas o directamente vasos que vuelan...
De todos los impactos el que más me fastidia es el cubata que me tira por la espalda uno de los borjamaris españoles allí presentes. Le dedico mi mirada más asesina y noto como se le eriza el poblado flequillo, dando un paso atrás repitiendo más de tres veces seguidas "sorry". A veces está bien que no sólo los ancianos en los aeropuertos le tomen a uno por inglés.

Las bolleras de las gafas siguen con su número de Pimpinela y una de ellas casi se cae de la barra tras intentar colgarse al estilo Demi Moore... se incorpora con dificultad, reprime algo parecido a una arcada y sale corriendo al aseo.
Un italiano moreno muy joven y delgado, vestido con camisa azul y corbatita blanca no deja de mirarnos (pasadísimo) y poner caritas seductoras. Se aproxima lentamente balanceándose y guiñando el ojo, yo me giro dándole la espalda.

Hace ya un rato largo que Gerardo abandonó el campo de batalla, Adriano y yo nos hacemos fotos ultraviolentas y bebemos hasta caer en la cuenta que en la primera noche en Reino Unido estamos a punto de fundir casi la mitad del presupuesto destinado al resto del viaje.
Retirada.

Camino del albergue fantaseamos con la posibilidad de encontrarnos en la habitación con dos eslovacas sexualmente liberadas, que nos esperasen en ropa interior dispuestas a rendir pleitesía a la reciente campeona del mundo de fútbol... ¿follándonos?.



Subiendo las escaleras tramamos un sutil plan para abordarlas, un show propio de aquellas pelis setenteras... Pajares y Esteso resucitan décadas después en Londres.
Abrimos la puerta y nuestra líbido se desvanece al ver la litera contigua ocupada por dos maromos.
En menos de un minuto ya estábamos roncando...
Nuestros compañeros de habitación no sólo resultan ser (fastidiosamente) varones sino que además son (jodidamente) madrugadores: se levantan a las seis y media de la mañana y además lían el petate sin silenciador.

Aprovechamos el desvelo para, un rato más tarde, ponernos en movimiento.
Voy a las duchas del albergue envuelto en mi toalla y en la puerta me cruzo con unos japoneses en escuetos slips, mariposeando escandalósamente.
Una vez dentro del WC el silencio es total y me introduzco en la primera ducha que veo. Al minuto oigo unos ligeros ruidos en el exterior, pero mi naturaleza es bastante despreocupada en esas situaciones así que después de aclararme salgo fuera secándome, tarareando una de las canciones estrella de la noche anterior.



Y me encuentro de bruces con la mujer de la limpieza que, fregona en mano, repasa el suelo del aseo mirando fijamente mi desnudez con una extraña mezcla de curiosidad e indiferencia. ¿Cuántas pollas no habrá visto ya esta mujer cada mañana desde que se gana la vida fregando en aquel Hostel?
Es extraño, por un lado ella no retira los ojos... pero algo en su gesto recuerda a la impersonal mirada de un doctor en pleno examen médico. Yo tampoco puedo explicarlo muy bien, pero en ningún momento siento el impulso de cubrirme, y aunque normalmente suelo dedicar apenas unos segundos a dicha tarea, esta vez me tomo el proceso de secado con toda la calma del mundo. Ella aguanta mirando durante uno de los minutos más largos que recuerdo... finalmente lo interrumpo caminando lentamente hacia el lavabo y sólo allí, delante del espejo, me cubro de cintura para abajo con la toalla, y empiezo a cepillarme los dientes.
Se abre la puerta del exterior y entran dos muchachos nórdicos que se dirigen veloces a las dos duchas del fondo... cuando pasan al lado de la mujer de la limpieza ella agacha la cabeza.



Media hora después Adriano y yo tomamos por tres libras uno de esos "full british breakfast" que ya, de buena mañana, te colapsan las arterias: bacon, beans, salchicha, huevo frito, tostada, tropezones grasientos no identificados...
En el hilo musical de la cantina Tina Turner canta "what’s love got to do with it"... y yo hago un titánico esfuerzo para no romper a llorar.