lunes, 29 de diciembre de 2014

"Y en tu fiesta me colé" - Numerus Clausus

Hace un tiempo, a estas alturas de mes y a punto de acabar el año, yo me encontraba un poco desanimado en lo relativo a mis relaciones con las chicas.
Aquel año estuve detrás de una en concreto y mis torpes esfuerzos no obtuvieron recompensa... alrededor de ella transitaron algunas "satélites" pero mi mala racha alcanzó dimensiones épicas, todo lo que pudiera salir mal a la hora de relacionarme acababa sucediendo, de hecho solía bromear con mis amigos afirmando estar bajo el influjo de una maldición gitana o algún siniestro mal de ojo.

La tarde/noche del sábado anterior a nochevieja llamé a mi colega Sergio para ver qué plan había y me contestó que se había enterado de que Gustavo (un chaval que solía salir con nosotros desde la época del instituto) organizaba una fiesta en su pisito de estudiante.
"He hablado con Chemita, ya está allí, me ha dicho que hay bastantes chicas... -Sergio mostraba entusiasmo al describir el inesperado plan- ven a buscarme dentro de media hora y vamos juntos para allá"

Dicho y hecho, pillé una botella de Jim Beam en el supermercado, pasé por donde Sergio y caminamos hasta la casa de Gus, en plena zona de las facultades.



No recordábamos el número del portal ni del piso, volvimos a llamar a Chemita y nos los dijo: "daos prisa que hay un grupo de extranjeras que no tardarán demasiado en irse...", añadió.

Tocamos el timbre abajo y nos contestó una chica, nos anunciamos como amigos de Gustavo y nos abrió la puerta... arriba lo mismo. La puerta daba directamente a la cocina, allí estaban Chemita y tres chicas, todos ellos sirviéndose bebidas.
Se oía murmullo al fondo del piso, música y vidrios procedentes del salón.
Dejé la botella sobre la primera mesa a mi alcance y mientras agarrábamos sendos vasos de plástico empezamos a hablar con el grupo de la cocina.

Una de las chicas se llevó un cigarrillo a la boca y me pidió fuego, se lo dí y a continuación encendí yo uno de los míos... dos caladas después se desató la Tormenta Imperfecta.

Gustavo apareció en la cocina hecho una furia y comenzó a gritarnos. "¿Pero qué hacéis aquí vosotros dos? ¿Quién os ha invitado? Teneis un morro que os lo pisáis ¿no? Vaya poca vergüenza presentarse aquí así por las buenas..."

Sergio le explicó que había hablado con Chemita, que él le dijo que fueramos sin problema... también le dijo que abajo en el portal le había llamado a él primero para preguntarle el número del piso pero como no contestaba llamó de nuevo a Chemita...
Sergio trataba de mantener la calma pero ambos estábamos alucinando por el modo en que Gustavo nos estaba gritando, absolutamente desencajado.

Miró a Chemita en busca de confirmación del testimonio de Sergio y nuestro "cómplice" se encogió de hombros, "no pensé que fuera a molestarte tanto tio", dijo.
"Pues para otra vez ya sabes lo que tienes que hacer o no vendrás tú tampoco -le señaló con el dedo, amenazante, después se giró hacia mi y blandiendo el mismo dedo acusador prosiguió- ¿y tú qué haces fumando aquí? ¡En esta casa no se fuma! ¡Apágalo!"

Se me estaban hinchando las narices pero decidí contar hasta cinco y morderme la lengua, ciertamente era su casa y no teníamos permiso directo suyo para acudir a la fiesta, quizás le habíamos pillado ya pedo y cabreado por algo...

"Encendí el cigarrillo justo después de que ella lo hiciera", contesté, señalando con la punta del pitillo la esquina de la cocina donde la boquiabierta chica (todos los presentes estaban flipando) fumaba ajena a todo mal.

Gustavo se acercó a ella y sonriendo nervioso, poniendo un tono de voz meloso dijo "cariñosamente": "joo Loreenaa, os había dicho antes que aquí era mejor que no fumase nadie... no vuelvas a hacerlo porfi"



Mi paciencia se acabó, verlo convertido en una penosa mezcla de Hulk, Gollum y Arturo Fernández y tratarnos de aquella manera no era de recibo... di un paso al frente: "osea que a mi por fumar me pegas un ladrido, ¿y a ella medio segundo después por lo mismo le haces una carantoña?? ¡Que te den!", agarré la botella de Bourbon, tiré la colilla al fregadero y me dirigí a la puerta. La abrí y Sergio vino detrás.

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Unas horas después, un par de chicos que asistieron a la fiesta nos llamaron y se vinieron al bar donde Sergio y yo tomábamos algo. Su testimonio fue tan inesperado como revelador... a la par que triste.

Nos contaron que Gustavo llevaba dos meses organizando ese tipo de fiestas "clandestinas", intentando aprovechar desesperadamente su reciente independencia en el piso de estudiante... nosotros no sabíamos nada porque Gus solo invitaba a los amigos que consideraba "feos" o que "no pudieran hacerle sombra".
Invitaba a un montón de chicas de la uni y solo a unos pocos varones, todos ellos con un reconocido prestigio a la hora de no seducir ni a una mosca...

Pregunté a uno de los "confidentes" por qué demonios se prestaba a semejante juego... pero apenas supo encogerse de hombros, imagino que ellos en cierta extraña manera habían compartido la penosa teoría de Gustavo hasta que ésta, al enésimo fracaso, se vino abajo por sí sola.

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Paradójicamente, lejos de sentirme ofendido por haber sido expulsado de aquella fiesta, lo agradecí inmensamente... durante un tiempo incluso lo llevé a gala.

Como dije al principio del relato, mi estado anímico por aquel entonces en lo relativo a mis asuntos con las mujeres era más bien bajo... de repente, el saberme parte de la "lista negra" de Gustavo y advertir que alguien tan rabiosamente competitivo (y bien parecido) como él me consideraba un adversario, supuso un inesperado empujoncito y un curioso chute de autoestima.

El año nuevo arrancó por todo lo alto y la "buena racha" (no exenta de ciertos lógicos baches) por entonces iniciada, aún perdura.
Toco madera.

¡Feliz 2015 para todos... y que corra la Fanta!  


viernes, 12 de diciembre de 2014

Mirando hacia atrás sin Ira - Los "Sin-Sexo"

No soy un tipo rencoroso pero durante muchos años se la he tenido jurada a cierta chica de mi instituto. No recuerdo su nombre (tan solo su apodo), tampoco intercambié jamás palabra alguna con ella... pero tengo mis motivos.

Sucedió la última noche de un viaje estudiantil, en un destartalado hotel de la costa mediterránea. Todos los alumnos del curso estábamos de fiesta quemando las naves, absolutamente enloquecidos... noches como aquella merecerían un análisis detallado pero hoy simplemente comentaré que al final de la velada conseguí convencer a una chica de la clase de al lado para que se viniera conmigo al hotel.

Mis amigos y yo habíamos hecho un pacto previo al comienzo de la juerga, dejaríamos uno de los cuartos libres por si alguien acabase "necesitándolo"... recuerdo que me uní a tan atolondrada conjura levantando la botella de Martini blanco que por aquel entonces despachaba (directamente a morro), tan eufórico como absolutamente carente de fe en mis posibilidades.


Sin embargo unas pocas horas después, volviendo al hotel de madrugada con Rosa agarrándome del brazo agradecí haber sido tan previsor, por una vez la bravuconería adolescente no caería en saco roto... y contra todo pronóstico (no faltó la tradicional porra al respecto) sería yo quien "mojase" aquella noche.

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Yo aún estaba muy verde en aquellas cuestiones y mi optimismo, visto ahora, resulta ciertamente enternecedor... ¿Pero por qué demonios debería yo pensar que saldría mal aquella jugada? Aún ignoraba que la adolescencia consiste en eso, en caminar sonriente por la acera y estamparte de repente contra inoportunos postes o farolas.
A mi farola de aquel día la llamaban "PANRICO" sus compañeros de clase, era una chica repetidora que recibía semejante apodo (creo) por:
a) su afición a devorar bollitos a todas horas, tanto en el patio como en medio de la clase.
b) su cara redonda con forma de berlina

El caso es que cuando llegamos al hotel, la habitación que supuestamente debería esperarnos vacía no lo estaba: dos chicas revoloteaban dentro, hablando con algunos de mis amigos y otros tantos extraños... las "pobres" estaban sin techo porque su compañera de cuarto aquella noche, la maldita Panrico, se había agarrado tal pedo que abandonó la discoteca antes de tiempo yendo al hotel, encerrándose dando tumbos en el cuarto de enfrente y dejando la llave puesta por dentro...
Por más que la habían llamado o golpeado la puerta, ella no respondía, profundamente dormida, etílicamente inconsciente.

Al instante aparecieron más ovejas descarriadas, gente desubicada rebotada por otras tantas puertas que se les habían cerrado en plenas narices, accidentalmente o no.
De repente alguien tuvo la ocurrencia de que todos ellos acampasen, en plan comuna, en aquella habitación tan oportunamente desocupada... el picadero convertido en albergue.

Maldita sea mi suerte, en ese hotel había gente follando, algunos obligaban a otros a buscarse la vida para pasar la noche... y yo de repente había pasado de presunto follador a incipiente Madre Teresa acogiendo a los "sin sexo".


Como no podía ser de otra manera, procedí a golpear con todas mis fuerzas la puerta de la Panrico, pensando que si lograba despertarla todo volvería a su cauce original: aquellas petardas dormirían en su cuarto, la manifestación se dispersaría, se llevarían la fiesta de pijamas a otra parte y Rosa y yo nos daríamos la madre de todos los revolcones juveniles.
Pero ya era demasiado tarde, gente y más gente entraba (y se instalaba) en mi supuesta zona franca... y ni los GEO habrían sido capaces de despertar a la borrachuza saboteadora.

Rosa vio a una amiga dentro del "cuarto de invitados" y fue tras ella. Encendí el último cigarrillo que llevaba encima y observé el interior desde el umbral, aquello parecía un vagón de deportados camino de un campo de prisioneros: chicos y chicas hacinados por el suelo, una docena cruzándose llenando las tres camas, los armarios abiertos y también ocupados...

Me acerqué a Rosa y le propuse irnos a buscar otro sitio donde poder estar a solas, ella se encogió de hombros, miró a su amiga y se recostó junto a ella en una de las camas... a continuación estiró el brazo ofreciéndome la mano y tiró de mi para sentarme a su lado.
"Anda, pasemos aquí el par de horas que quedan de noche, total nos tenemos que poner en marcha en nada...", me susurró al oido.
A continuación me agarró del brazo y apoyó su cabeza sobre mi hombro.

Miré a mi alrededor, estaba siendo desagradablemente observado, jamás me había sentido más ridículo en toda mi vida.
"Lo siento Rosa, pero esto no es lo que yo tenía en mente, para estar así me voy a mi cuarto", dije antes de incorporarme y salir de la habitación evitando (no siempre con éxito) pisar alguna extremidad de los inquilinos desparramados.

Antes de cerrar la puerta tras de mí observé la cara de Rosa, su mirada entristecida, imagino que decepcionada... apagué mi cigarrillo contra la puerta de la Panrico y entré en mi habitación donde mis dos compañeros llevaban roncando plácidamente por lo menos un par de horas.
A pesar del ruido que metí solo uno de ellos se percató de mi llegada. Me acosté y aunque cerré los ojos con fuerza, no pude dormir.

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A la hora del desayuno no se me había pasado el enfado, de hecho aumentó cuando esperando mi turno en la cola de la cafetería se me cruzó la célebre Panrico... caminaba trémula, con el gesto descompuesto, llevaba las gafas de sol puestas y sujetaba un cigarrillo arrugado, a modo de mantra repetía: "necesito un café, necesito un café... hasta que no me tomo mi café por la mañana no soy persona" (siempre he odiado esa frase y desconfío de quienes la pronuncian)

Si las miradas matasen aquel habría sido su último minuto sobre la faz de la tierra. Aquella cabrona derribó la primera pieza del cruel dominó que arrasó con mis pobres esperanzas sexuales... a partir de ese instante la Panrico se había ganado un enemigo mortal, irreconciliable.

Por suerte para ella como supervillano soy igual de dañino que Gargamel para los Pitufos o el Coyote para el CorrecaminosEn todos estos años apenas me habré cruzado con ella unas pocas veces y mi venganza se ha limitado a fulminarla con la mirada y rugir un poco para mis adentros... nada punible.



Pero en estos últimos meses resulta que he coincidido con ella bastantes veces en el mismo autobús urbano, yo camino del trabajo y ella de vuelta a su barrio. 
Observarla de frente (a pesar del tiempo transcurrido) nuevamente sacaba lo peor de mi. Conserva la cara redonda y su gesto despistado, no muy alejado de aquella infame facha de la famosa resaca... 

Estas últimas ocasiones no he podido evitar mascullar los clásicos insultos o mirarla con la misma delicadeza que Hannibal Lecter dedica a sus aperitivos andantes... pero hoy ha sido diferente, algo ha cambiado dentro de mi.

De repente, mientras la maldecía por enésima vez, me ha dado por revisitar la famosa escena hotelera eliminando el "factor Panrico", centrándome en Rosa y en mi. 
¿Por qué no quiso irse conmigo a buscar cualquier otro lugar donde poder montárnoslo? Pensándolo fríamente casi podría jurar que cuando el plan se vino abajo ella sintió cierto alivio... y ya cuando vio a su amiga entre los recién llegados pasé descaradamente a un segundo plano. De habernos encerrado a solas en el cuarto me huelo que ella no habría querido pasar del besuqueo, vamos... con mi suerte de la época, ¡SEGURO!
Si aquella noche no acabé con Rosa fue porque ella no quiso, no puso nada de su parte para saltar aquel obstáculo, solo grande en apariencia cuando el deseo verdaderamente aprieta... y sobra decir que no fue ese su caso.

Por primera vez, tras casi veinte años, he mirado a la Panrico sin odio. Supongo que queda oficialmente perdonada.
Eso sí, se abre la veda para Rosa...
Supongo que durante el próximo lustro ella será la principal responsable de aquel incidente, después vendrá el turno de condenar por ello a mis insolidarios amigos... calculo que para el año 2023 caeré en la cuenta de que la culpa fue única y exclusivamente mía.



jueves, 20 de noviembre de 2014

"COMECOCOS"

Llego antes de tiempo al concierto así que entro en una gran superficie comercial junto al Auditorio para pasar un poco el rato.
Voy hablando por teléfono cuando cruzo la puerta principal y en la primera cafetería veo sentada (con otras cuatro chicas, formando un círculo, algunos carritos de bebé rodeando su mesa) a Helena.

En tercero de carrera Helena se sentaba conmigo en clase y probablemente haya sido una de las tres chicas más guapas que he conocido en mi vida, una belleza deslumbrante...
Era tan guapa que nadie se acercaba a ella, siempre se sentaba sola.
Yo solo iba a aquella clase para recibir una asignatura, no conocía a nadie, así que un día le eché valor y me acerque a hablar con ella para preguntarle algo de la clase anterior... para mi sorpresa Helena se ofreció a dejarme los apuntes y me invitó a sentarme a su lado.



No abandonaría ese lugar "de privilegio" por lo que restó de curso, lo cual fue recibido por los demás alumnos con reacciones de lo más dispar: algunos chicos me adoptaron como nuevo ídolo y buscaron mi amistad para acercarse a ella... otros me odiaban en silencio... y algunas chicas de las consideradas populares de repente empezaron a saludarme por los pasillos o incluso en los bares los fines de semana.
Todo muy siniestro.

Helena tenía novio, un tipo bastante guaperas y cachas, así que no di ningún paso en falso durante el curso, me limité a ser su amigo aunque por las noches en la soledad de mi cuarto fantaseara con poseerla de todas las maneras posibles.

Solo fuimos asiduos la una del otro durante aquel curso, después nos limitábamos a saludarnos en los pasillos o la calle/bares si nos veíamos... o intercambiar (como mucho) tres o cuatro frases de cortesía.

Dos años después, una noche que estaba de cena con mis compañeros de clase, coincidimos en una discoteca con Helena y sus amigas. La saludé y hablé un par de minutos con ella junto a la barra. Cuando regresé donde mi grupo un gañán de clase se interesó por saber cómo es que yo conocía a semejante bellezón, que él llevaba años observándola por los pasillos de la facultad y estaba tremenda... que se la presentase...
Le dije que conocía a Helena de compartir clase un curso entero, que no tenía la suficiente confianza con ella como para molestarla con eso y que además ella tenía novio... vamos, que pasaba de líos (no tenía intención de presentarle a un borrachuzo babeante dando a entender que semejante tipo era mi amigo).

El desgraciado de mi compañero entonces pasó de mi y fue directamente a hablar con Helena... observé la escena desde una prudencial distancia y al principio reconozco que sentí cierto placer al ver como él se acercaba torpemente y ella ponía cara de disgusto con cada una de sus aproximaciones, sin duda él estaba siendo grosero y ella estaba tratando de quitárselo de encima... pero de repente algo cambió en el gesto de Helena.

Mi compañero empezó a susurrarle cosas al oído, señaló con el dedo hacia donde yo estaba... y ella abrió la boca primero con sorpresa y luego con indisimulado asco.
Me miró y se zafó del marcaje de mi compañero... agarró a una de sus amigas de la mano y se largaron del local. Pasó a mi lado sin mirarme ni decirme nada.

"¿Pero qué coño le has dicho?", pregunté al capullo de mi clase.
"Nada, como no quería irse a tomar algo conmigo le he dicho que igual querría irse contigo, que tenías muchas ganas de follártela... quise echarte una mano pero ya ves que no ha salido bien", dijo, apestando a ron.

Desde entonces las tres o cuatro veces que Helena y yo nos hemos cruzado ha actuado como si no me conociese.

Más de una década después paso delante de su mesa y ella levanta la vista... pero por suerte no me ve, sigue siendo tan preciosa como miope.
Acelero el paso dejándola atrás y entro en el supermercado.

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Tengo hambre y me dirijo a la sección de bollería para pillar algo. De repente en el pasillo central casi soy atropellado por un carrito que conduce una niña pequeña, detrás de ella va la que seguramente sea su madre: Marta.

Marta fue compañera de facultad el mismo año que Helena, pero en una clase distinta. Tenía mi edad pero salía con un chico bastante mayor y asalvajado. Ella y yo tonteábamos a menudo, un día me invitó a la fiesta de su cumpleaños y fue una noche memorable.
Su novio nada más vernos a mi y a otro colega nos consideró una especie de amenaza así que la tomó con nosotros (se pensó que éramos unos flojos) y nos desafió a juegos de beber... pero para su desgracia (e infamia) fue él quién acabó vomitando en la esquina de un callejón.

Marta lo pasó fatal, se avergonzó mucho del comportamiento de su novio y aquello le supuso una seria crísis de pareja.
En una de aquellas etapas críticas tuvo lugar una de las fiestas de mi facultad. Eran apenas las doce de la noche pero yo llevaba de fiesta desde pronto por la mañana y mi estado era lamentable... cuando salí del local Marta me preguntó dónde iba, cuando le conté que a casa ella me dijo que también quería irse y propuso compartir un taxi.



Lo que sucedió en aquel taxi me lo tuvieron que explicar a la semana siguiente amigos comunes de la facultad porque yo solo recordaba parte de la historia.
Hasta donde yo estoy seguro ella se echó sobre mí, apoyando la cabeza en mi hombro, melosa...yo la rodeé con mi brazo y empezamos a besarnos. Cuando le agarré una teta por debajo del abrigo me paró los pies y se apartó brúscamente. The End.

Lo que me contaron fue que de repente me comporté como un mandril en celo, que llevé una de sus manos hacia mi entrepierna y que cuando ella se zafó de mi acoso me repantingué en la parte trasera del taxi diciendo incongruencias y cayendo dormido en apenas cinco segundos.

A lo largo de la década siguiente Marta dejó de hablarme... y ahora en el pasillo central del supermercado nuevamente gira la cabeza ante mi presencia.
Tiene cierta guasa (¿justicia poética?) que ahora su hija intente atropellarme con un artefacto de cuatro ruedas.

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Con mis donuts en la mano me dirijo a la fila única para esperar mi turno en caja y confieso que me entra cierta risa floja al levantar la vista. En una de las cajas está trabajando otra compañera de la universidad, de la misma época.
De ésta ni siquiera recuerdo el nombre, lo único que sé es que en su día un compañero de clase estuvo loco por ella y en una fiesta a la que asistimos en una residencia universitaria se enfadó conmigo porque intenté ligármela.
Yo no sabía nada de su enamoramiento, de todos modos la chica en cuestión me dio unas sonoras calabazas.

Siguiendo la ilustre tradición de ex-compañeras de universidad, también dejò de hablarme.



Su caja es la número siete, espero mi turno acercándome cada vez más al final de la cola donde el marcador electrónico anunciará la caja que me corresponde. Algo dentro de mí sabe que me tocará la siete... y así es. ¡Bingo!
Intentando burlar a mi chistoso destino cedo mi turno a la señora que empuja un cargado carrito detrás de mi. Me mira sorprendida y agradece el gesto que lejos de ser galante constituye una fuga en toda regla.

Me siento protagonista de una especie de comecocos, doblando esquinas descontroladamente para esquivar encuentros desagradables, como una rata de laboratorio dando vueltas en un laberinto diseñado por alguna sádica Asociación de Antiguos Alumnos...

Salgo del supermercado y de camino a la puerta principal distingo a lo lejos que Helena sigue allí sentada con sus amigas. Doy media vuelta y salgo por la puerta trasera del centro comercial.
No merezco otra cosa.


miércoles, 29 de octubre de 2014

"ALGUNAS CHICAS CON PAREJA"

Alguna vez me he relacionado con chicas que tenían pareja aunque no siempre he estado al tanto de dicha circunstancia.

EN LA MAYORÍA DE LOS CASOS eran gente que sabían perfectamente lo que hacían y "pecaban" alegremente y con todas las consecuencias... pero a veces ciertos ataques de inoportuna moralidad (o extraña melancolía) convirtieron las experiencias en algo delirante, casi ridículo.

Hay "adúlteras" que al poco rato de poner la maquinaria en marcha se arrepienten (¡dios mío pero qué estoy haciendo, esto no puede ser!) y salen (literalmente) corriendo.
Otras disparan con silenciador:
1) Te besan o hacen de todo pero no follan.
2) Otras te follan pero ni se te ocurra besarles en la boca.

Ambas cosas me han sucedido. En el primer caso las razones/excusas que me pusieron fueron que "no se fiaban y tenían miedo de pillar y luego traspasar a su marido algún bichito difícil de explicar"... "que esa parte de su vida sexual quedaba reservada para su chico, mientras que del resto podría disponer a mi antojo"... "que con otro amante que tuvo se les rompió el condón y no estaba dispuesta a volver a pasar por aquello"

Lo segundo me sucedió dos veces. La primera fue impresionante porque pasamos una noche entera follando (de hecho fue idea suya, me llamó exprésamente para eso) pero solo le faltó ponerse un bozal... el par de veces que instintivamente busqué su boca me esquivó con felina astucia.
No fue algo con lo que me sintiera especialmente cómodo pero obtuve cierta mezquina "venganza" al observar como ella fue incapaz de disfrutar la mayoría de los polvos por estar tan tensa y alerta para evitar ser besada.

Cuánto daño hizo "Pretty Woman" a toda una generación...



La otra chica lo había dejado recientemente con su pareja y apenas me dejó besarla una vez en la boca. Ahora que lo pienso aquel "robo" fue toda una hazaña por mi parte ya que no se me permitió repitirlo. A la chica en cuestión le sirvió para encenderse y decidir llevarme a su casa, pero insistió en que una vez allí no la besara más en la boca ni le acariciara las tetas.

Me soltó un rollo larguísimo acerca de lo mal que estaba llevando su separación, lo mucho que echaba de menos a su chico y las ganas que tenía de volver con él... eso según ella justificaba su falta de ganas de besar a nadie en la boca de manera tan íntima. Lo de las tetas era porque según ella eran muy feas, no le gustaban, etc.
Bajo mi modesta opinión en ambas cosas estaba equivocada.

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Y es que hay chicas que para lo que es el caso da igual que tengan pareja o que lo hayan dejado hace poco... que sigan enamoradas de su ex o le odien a muerte... sus reacciones en la intimidad a pesar de estar libres de compromiso pueden llegar a equipararse con aquellas propias de las adúlteras poco convencidas.

Alguna vez en medio de algún rollo se me han puesto a (literalmente) llorar por cualquiera de esos cuatro motivos.
Sí, súbitamente y a moco tendido... creedme, no hay nada más ridículo que tener que consolar emocionalmente a alguien (o dar palmaditas en la espalda) llevando una erección a cuestas.
Semejante rigidez es como la bomba atómica (pura kryptonita) para cualquier tipo de empatía...

Una de las lloronas arrepentidas una vez, durante su "monólogo redentor" me mostró (entre lágrimas) el móvil con una foto de su hija pequeña... estiró el brazo poniéndome casi la pantalla en la cara, como esas madres de víctimas que desafían a asesinos a la salida de un juzgado.
En aquella ocasión se invirtió la estadística y quien salió corriendo fui yo.
Me temo que lo peor en las relaciones no es ser infiel, sino ser gilipollas.


jueves, 9 de octubre de 2014

"Callejón sin Salida"

Desde que hicieron reformas en la planta de garaje de mi edificio (lo pintaron de un blanco brillante y añadieron iluminación extra) dejó de ser mi lugar predilecto para bajar con alguien a guarrear un rato de madrugada en aquellos fines de semana que la suerte estuviera de cara.

Pero a rey muerto rey puesto, en su lugar me decanté por otro rinconcito del edificio tan discreto como (a la vez) arriesgado.
En la última planta, hasta donde llega el ascensor, aparte del par de puertas de los respectivos pisos hay unas escaleras que conducen a un nivel superior... allí hay un par de puertas de trasteros y otra (cerrada siempre con llave) que supuestamente va a dar a la azotea.
Es un espacio cerrado de apenas tres por cuatro metros.

¿Inconvenientes?
- Hay que subir en un ruidoso ascensor hasta la última planta, la inquilina de uno de esos pisos es una mujer que se acuesta tardísimo y además es bastante cotilla, siempre hay riesgo de que aunque sean las tres o cuatro de la madrugada oiga el ruido del ascensor e investigue a través de la mirilla...
- En caso de que alguien de repente (por la razón que fuera) decidiera subir a ese lugar no hay escapatoria posible, solo está el mencionado tramo de escaleras.
- El riesgo de encontrarte con cualquier vecino no solo arriba, sino simplemente abajo en el patio o portal, antes de subir...
- Estando tan cerca del resto de vecinos es fundamental no hacer ruido de ningún tipo, ni subiendo, ni follando... sexo con sordina.


¿Ventajas?
- El morbo.
- La penumbra del rincón. Facilita un magreo prácticamente a oscuras salvo las noches de luna llena que se cuela hasta allí a través de una ventana del tramo inferior de las escaleras, iluminando la zona de un modo ciertamente interesante.

Las reglas más básicas de "seguridad" para pasar desapercibido rara vez se observan a la perfección, mucho menos a ciertas horas y con alguna copita de más.
Alguna chica que ha subido ya empezó a descojonarse en pleno portal, otras lo hicieron (qué oportunas) pasando justo delante del piso de la cotilla, otras se han tropezado con alguna maceta del descansillo, otras han tenido que quitarse los tacones para no despertar a todo el vecindario... que no me hayan pillado (o denunciado aún) es casi milagroso.

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El incidente más curioso que he vivido en ese estratégico punto tuvo lugar un sábado noche a eso de las dos y media de la madrugada.

En pleno calentón en un bar cercano a mi casa convencí a una chica para subir conmigo al escondite secreto... ya iba algo "contentilla" y era de esas personas que no saben hablar bajo, todo un desafío.

Entre el patio, el portal y el ascensor, si no me llevé quince veces el dedo índice a la boca susurrando "shhh" no lo hice ninguna... en el último piso cuando salimos del ascensor ella ya llevaba la mano en la boca pero resoplando una media carcajada.

Por "suerte" sus bufidos quedaron ahogados por el ruido de música procedente del piso situado en frente de la vecina cotilla, un piso habitualmente ocupado por estudiantes que esa noche se ve que celebraban una fiesta... me gustaría pensar que el gritito que mi amiga soltó al tropezar con el tercer escalón del último tramo también pasó desapercibido.
"¿Pero qué coño pasa ahí abajo?", me preguntó tras haber coronado la esquina... le susurré lo del piso de estudiantes sobre una lejana base musical de Black Eyed Peas, David Guetta y Rihanna.

Le expliqué que tendría que ser algo no solo silencioso sino también rápido, que como alguien se quejase de la fiesta y montaran jaleo abajo a ver cómo salíamos de ahi...


Ella me decía que sí a todo para que me callara, comenzamos a desbotonarnos y un minuto después estabamos semidesnudos, frotándonos, metiéndonos mano, comiéndonos... y finalmente follando de pie con ella mirando a la pared y yo agarrándola por detrás.

Por lo menos tuvieron el detalle de dejarnos "acabar", justo unos segundos después del clímax (estando aún dentro de ella), los estudiantes abrieron la puerta del piso y la música tronó todo el descansillo. Uno tras otro fueron desfilando lentamente hacia el ascensor, hablando, encendiendo cigarrillos, chocando vidrios...

Mi amiga se puso tensa, tapé su boca con la mano y nuevamente me llevé el índice al rostro, "shhh".
No debíamos hacer ningún ruido, ni siquiera el de subirnos los pantalones, el simple sonido de mi cinturón nos delataría, había que permanecer tal cual, semidesnudos, pegados, inmóviles y "amordazados".

"Tranquila, pasará enseguida, se irán en un momento y podremos marcharnos", susurré a su oido, iluminado por la pantalla del móvil, acompañado de no poca mímica... pero en el fondo pensaba: "por favor que no le dé a ninguno de estos crios mamados por salir de la casa y hacer la tontería de subir las escaleras para ver qué hay... o para mear, fumar, meterse..."


La sucesión de gente y el jaleo no parecía tener fin, necesitaron varios viajes en ascensor para evacuar a toda la tropa, la música seguía sonando, la vecina cotilla fijo que estaría despierta controlando el desalojo desde la mirilla... hubo un momento que me pareció oir una voz demasiado cercana, apenas en el límite del recodo que nos protegía... a mi amiga a esas alturas de la peli le entró una risa nerviosa que tuve que sellar con la palma de la mano sobre su boca, parecía la víctima de un rapto... finalmente la música dejó de sonar y la puerta se cerró, los Últimos de Filipinas entraban en el ascensor y unos segundos después reinó el silencio de nuevo.

Mi amiga se apresuró a vestirse, todavía con la risa floja... yo aún con los pantalones por los tobillos le propuse aprovechar la (ahora sí) calma total para acometer un segundo asalto (confieso que el incidente acabó excitándome), pero por más que lo intenté su respuesta fue negativa.

"Ha estado bien, no te lo niego -me dijo cinco minutos después, ya saliendo del edificio- pero no me vuelvas a meter en un lío de estos... ¡casi nos pillan! Es que... ¿Si nos hubieran cazado qué habrías hecho?"

"Pues me hubiera subido los pantalones y habría empezado a hablar sin parar, preguntándoles qué tal la fiesta, si habían visto antes el partido de La Sexta, que menudo golazo de Messi, que si tenía alguien un cigarrillo porque me he quedado sin tabaco, que vaya putada ponerse a llover de repente a estas alturas de año... y en lo que se hubieran dado cuenta ya estaríamos con dos o tres de ellos bajando en el ascensor, les diríamos adiós en el portal y aquí paz y después gloria", contesté.

Mi amiga torció el gesto: "¿Estarás de coña no? Lo que me faltaba...", dijo.
"Claro mujer, es broma", mentí.

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Un par de días después mi padre y yo nos deshicimos de la vieja bicicleta estática, en vez de tirarla al contenedor la subimos a ese rincón (fue idea suya, que conste) del edificio... "Aquí no molesta a nadie y si te apetece volver a cogerla cualquier día la tienes a mano para bajarla de nuevo a casa", comentó, después de que la soltásemos y la colocase contra la pared.

Mi padre bajó las escaleras de vuelta aliviado por tener un trasto menos y haber ganado espacio en la casa; yo entusiasmado porque con la bici allí arriba ya tendría perchero donde poder dejar abrigos y demás ropa, en vez del puto suelo.


lunes, 29 de septiembre de 2014

"BENDITO OLVIDO"

Hace casi once años quedé para salir un sábado noche con mis dos amigos habituales de la época. La novia de uno de ellos apareció un par de horas después con sus tres mejores amigas y nos las presentaron.
Una de ellas, Adela, me gustó al instante.
Era guapísima y bastante bromista, pareció seguirme el juego de todas las coñas que solté y para mi sorpresa no hizo caso de mi otro amigo "soltero" (más guapo siempre según todas) quedándose conmigo todo el tiempo.

El finde siguiente estábamos de nuevo los chicos solos y empecé a recibir unos misteriosos sms de un número desconocido, todo el improvisado chat derivó en otro encuentro con las chicas a última hora para tomar unos chupitos... y sí, el móvil desconocido pertenecía a Adela.

El final de la noche fue un desmadre: todo el mundo estaba borrachísimo, saliendo del servicio Adela me agarró del brazo, le canté en plan juguetón la estrofa de la canción de Dandy Warhols que estaba sonando en el bar, me abrazó en la esquina y nos besamos.


Aquella madrugada yo me fui a casa extasiado, en una nube... tres semanas después cuando coincidí con ella de nuevo en otro sábado multitudinario ella me aseguró que no recordaba nada de lo que "habíamos hecho", que iba muy borracha, que lo sentía pero que no...

No fui sensato, en vez de asumir su reacción sin más y aceptar la derrota no dejé de echar leña al fuego de mis expectativas; era la chica más guapa con la que había estado hasta entonces y pensé (penosamente) que si una vez se lió conmigo podría volver a suceder... que tan solo debería "estar allí" para cuando bajase la guardia.
Nada más lejos de la realidad.

Esa torpe determinación coincidió con el arranque de 2004. La primera mitad de aquel año mi obsesión por Adela fue en aumento e hice bastante el ridículo. La llamaba o escribía muy (demasiado) a menudo y ella me vacilaba, por desgracia era de esas chicas que adoran sentirse el centro de atención y nunca fue del todo sincera conmigo, de hecho en cada conversación o correo me proporcionaba un poco más de cuerda para que yo mismo (tan deliberadamente torpe) me fuera ahorcando.

El comportamiento de mis allegados tampoco ayudó. Mi estrecho marcaje a Adela era vox populi entre mis amigos cercanos, la novia de mi colega, sus amigas... pero se limitaron a contemplarlo en silencio o comentándolo entre ellos en sus chascarrillos privados.
Solo al quinto mes de "acoso" una de sus amigas (la más noble quizás... o envidiosa, nunca estaré seguro del todo) se me acercó en un bar y me advirtió de lo inútil de mi comportamiento. "No sigas por ahí, ella disfruta sabiéndote detrás de ella pero es mala, no quiere nada de nada contigo... además está liada con un compañero de trabajo en Madrid..."

A esas alturas de la película me daba igual todo, en contra de lo que sus amigas pensaban yo no estaba enamorado sino más bien obsesionado, cegado con la idea de volver a liarme con ella, verla ceder... que estuviera con otro me daba lo mismo, mi carencia de orgullo y autoestima era total.
Años oscuros aquellos...

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Por suerte llegó el verano e hice un par de viajecitos que me vinieron bien para desfogarme, en todos los sentidos.
A la vuelta decidí tomarme el asunto de Adela con calma pero como buena diva fue ella la que de repente dio señales de vida (llamándome) extrañándose por mi ausencia... una palabra suya bastó para liarme.

Sin embargo el desenlace fue de lo más insospechado. Durante las fiestas de mi ciudad, el día grande, Adela apareció con una amiga suya de fuera que se quedaba a pasar la noche en su casa... su amiga se medio lió con uno de mis colegas y de repente Adela se me arrimó bastante, puso los mismos ojitos que aquel primer día, volvía a reirse con todo lo que yo decía... erase and rewind.

El momento cumbre fue un rato que salí a la calle y me senté en un portal a fumar un cigarrillo, Adela salió un minuto después y se sentó a mi lado. Yo iba colocadísimo y me la quedé mirando mientras ella apoyaba su cabeza en mi hombro y me agarraba el brazo y la mano... mi clarividencia fue sorprendente. Adela se había quedado sola porque su amiga se había "perdido" con mi colega y por ese motivo recurría a mi, solo por eso, es su perversa naturaleza.
Si yo le gustara mínimamente habría dado alguna muestra de ello en los nueve meses anteriores... ¿debería besarla y pasar jodido otro año de pajas mentales?


Me preguntó qué tal estaba, puso ojitos de cordero degollado y me preguntó qué me apetecía hacer, se mordió el labio... yo miré al frente, dí una última calada al cigarrillo y dije: "irme de aquí".

Su cara cuando me levanté fue un poema. Encendí otro cigarrillo sin pensar, mi pedo era de lo más elocuente, me puse en cuclillas frente a ella y le conté el chiste del hombre que va al médico y se pone a mover la mano de arriba a abajo, compulsivamente... "doctor, cuando hago esto me duele", dijo, y el médico contestó: "pues entonces no lo haga".

De repente apareció su amiga, sola. Dijo algo poco amable sobre mi colega y se fueron las dos a otra parte, sin despedirse siquiera.
Nueves meses, lo que dura un embarazo, fue lo que tardé en escaparme... y mirando directamente al carcelero a los ojos.

Tres semanas después Adela se compró un coche, me escribió por si me apetecía verlo y de paso me llevaría a algún lado a tomar café.
Acepté, necesitaba convencerme de la curación total.

Fuimos a un bar del extrarradio y la "cita" fue deliberadamente anodina, me limité a escuchar... y se le escapó que en su oficina en Madrid la gente pensaba que estaba liada con un compañero y eso estaba creando cierto mal ambiente, por supuesto me negó categóricamente que aquello fuera cierto.

Después del café me dejó en casa y ya está, prueba superada.
Esa noche se me acercó el amigo cuya novia nos presentó a esas chicas y me dijo en tono confidente: "sé que esta tarde has quedado con Adela, ten cuidado con lo que haces porque esa chica no es trigo limpio. Avisado quedas"
"A buenas horas me dices nada cabrón", pensé. "No te preocupes, todo está bajo control", contesté.


Dos semanas después fui al cine de un centro comercial de las afueras con un amigo a ver "Alien Vs Predator". Antes de entrar estábamos fumando en el parking cuando de repente el coche que teníamos delante encendió los focos y salió... me pilló de plano cegándome y no pude ver nada, pero mi colega me dijo que había cazado a Adela entrando en ese coche acompañada de un chico.

Aquella fue la última vez que la vi... curiosamente, sin verla. 

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Hace tres semanas yo iba con unos amigos por la calle de noche y pasamos delante de un grupo encabezado por una chica que empezó a mirarme con gesto cómplice, como si me conociera.
Era preciosa así que no aparté la mirada, dos pasos después ella avanzó hacia mi diciendo: "Qué pasa Rific, ¿acaso no me ibas a decir nada?"
Contesté educadamente, "perdona es que no me había dado cuenta...", pero no tenía ni idea de quién era... "¿Cuánto tiempo no?", rematé en plan neutro sin demasiado riesgo de meter la pata.

El siguiente minuto de conversación fue de lo más surrealista ya que ella me hablaba y hablaba y yo seguía sin saber quién era... la observaba con atención, era demasiado guapa para haberme olvidado de ella... ¿o tanto habría cambiado estos años? ¿Un patito feo convertido en cisne?


Pero de repente soltó una de sus risitas tras uno de mis comentarios... nuevamente las sirenas de "Kill Bill" anunciando el flashback, ¡era Adela!
Instintivamente di un paso hacia atrás, creo que incluso me cambió el semblante. Lo más curioso de todo es que NO HABÍA CAMBIADO FÍSICAMENTE, y estando "igual"... no la había reconocido.

Eso sí, casi once años después seguía representando el mismo papel: "he estado trabajando en Amsterdaaammm, en Loondresss y ya he vuelto por una temporada, ¿sabes??"
Ella, ella y solo ella... no me preguntó nada, qué tal me iba, por dónde andaba, qué había sido de mi vida... NADA.
Soltó su discurso presidencial y regresó a su grupo.
"Me alegro de verte, que te vaya bien", me despedí. "Igualmente", dijo. Dos besos.

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La siguiente media hora la pasé un poco rayado. No por haber vuelto a ver a Adela (ni fu ni fa) sino por el hecho de haber sido incapaz de recordarla.
Si media hora antes me hubieran pedido que hiciera un top-ten de las chicas que más me han impactado a lo largo de mi vida quizás ella habría figurado en los primeros puestos... pero luego voy, me cruzo con ella por la calle, y ni me entero.

Qué frágil es todo, la pasión, los recuerdos... lo primero que pensé fue que en estos casi once años he bebido demasiada cerveza y he conocido a demasiadas chicas como para conservar mínimamente fresca la memoria de Adela, pero acto seguido repasé de arriba a abajo al par que más me han marcado y con ellas no cabría duda posible, las reconocería entre una multitud.

Prefiero pensar en el maravilloso mecanismo de defensa que diseña nuestra memoria borrando ciertas experiencias, ciertas caras tan hermosas como hostiles... y ciertos sinsabores.



martes, 2 de septiembre de 2014

"LA TRASTIENDA" - Licencia para Matar

Cuando conocí a Jara tuve la sensación de que el hecho de que tuviera novio no sería un impedimento insalvable a la hora de liarme con ella... y acerté.

Sus temas favoritos de conversación eran (por este orden): el sexo, las chorradas que le enviaban a través de diversas redes sociales, lo mucho que se aburría tras casi cinco años con su chico y sus ganas de añadir un toque de pimienta a su rutinaria existencia.
Algo me decía que acabaríamos quedando algún día a escondidas, lo que ni de lejos llegué a imaginar fueron las descacharrantes circunstancias de la cita.

Una tarde después de comer me confesó estar especialmente receptiva, que estaría un rato sola, que podría ir a verla... por desgracia yo solo disponía de poco más de media hora escasa pero vivíamos cerca y ella mantuvo la oferta, me dijo el nombre de una calle cercana y el número del portal: "te espero ahí abajo en la puerta del edificio dentro de diez minutos", me escribió antes de despedirse.
Salí pitando.

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Cuando llegué a la calle fui siguiendo los números de los portales y de repente la vi, pero no estaba en el número que me dijo, sino junto a la puerta de un Centro de Estética justo al lado de ese número.
Sonrió al verme y metiendo las llaves en la puerta del local me dijo: "pasa".

No encendió las luces pero se veía bastante bien, la entrada parecía una peluquería normal con sus espejos, aparatos, carteles fashion, revistas y sillones... pero girando al fondo llegamos a una esquina ocupada por una camilla de masajes, una mesita y un par de sillas. Tan entrañable rincón tenía un amplio ventanal que daba a un patio cerrado de aspecto bastante abandonado.


Pregunté a Jara qué clase de lugar era aquel para vernos, que pensé que nos veríamos en su casa... me explicó que ese centro de estética era de su novio y su cuñada, que ella tenía las llaves porque a veces iba a echar una mano... "vivo aqui al ladito pero hoy no tengo sitio así que podemos usar esto... si se enteran que estamos aquí mi novio me mata -pausa dramática antes de recalcar nuevamente- ME MATA"

El caso es que ahí estábamos los dos en la esquina de la camilla de masajes, ella se quitó las sandalias y corrió detrás de mi una cortina que supuestamente impediría que el reflejo de lo que allí hicieramos diera a la calle.
"¿Sabes? -dijo mientras nos agarrábamos para darnos el primer beso- me gustas mucho, podríamos ser amantes tú y yo..."

Pocos segundos después estábamos desnudos metiendonos mano a saco, ella me agarraba el trasero y la espalda clavándome las uñas con mucha fuerza, cuando le dije que tuviera más cuidado (tengo la piel muy delicada) ella se rió y mordiéndose el labio susurró que si tenía miedo de que mi novia viera las marcas... yo insistí en que no tenía novia pero ella al parecer no se lo creía, o no se lo quería creer, quizás así justificaba mejor su infidelidad cometiéndola con alguien a su vez salpicado por la misma falta... "sí, eso es, ¿qué haría tu novia si te ve estas marcas? Seguro que te mata eh..."

En el frenesí del magreo di un paso atrás, noté que me hundía en la cortinilla situada a mi espalda... Jara me agarró de los brazos y tiró de mi, "no asomes más allá de la cortina que en la calle podrían verte el culo... como se entere alguien me matan"

Los siguientes cinco minutos los dedicamos a darnos placer oral por turnos sobre la camilla de masajes, un mueble de lo más cómodo para tales menesteres... pero la situación comenzaba a superarme: sonó un par de veces el teléfono del centro de estética (Jara insistió en que no nos preocupásemos, que supuestamente el local estaba cerrado a esas horas y nadie debería atender las llamadas)... la cortinilla cada vez me parecía más transparente... imaginé que en el patio que teníamos justo delante pudiera aparecer de repente una señora con un cesto de ropa dispuesta a tenderla... y tanta amenaza de muerte, uff, no me gustaría morir (sobre todo teniendo tan poco pelo) en una puta peluquería.

Me tumbó boca arriba en la camilla y se subió encima, comenzó a morderme el pezón derecho y a clavar sus dientes alrededor del pecho... nuevamente le pedí que fuera más delicada pero ella seguía en su realidad alternativa: "a mí tú no me vas a dar órdenes eh -guiñó el ojo- tienes miedo de que tu novia vea estos mordiscos eh... ¿qué haría ella si los viera? ¿Eh?"



Mientras follábamos me clavó las uñas en el costado, le aparté los brazos de un manotazo y la sujeté por las muñecas... "me gustas ¿sabes? ¿Quieres ser mi amante?", pregunta entre jadeos.
Contesto que sí, que por supuesto... ¿qué otra cosa puedo decir estando dentro de ella y jugando en campo contrario?

Tras llegar al clímax nos levantamos de la camilla, ella se puso el vestido (sin nada más debajo) y fue por un trapo, una bolsita para q tirara el condón y una fregona.
Entregué la goma y observé como ella acicalaba el profanado rincón mientras me limpìaba la entrepierna con un pañuelo de papel... "no podemos dejar ningún rastro, aquí no ha pasado nada... como vean algo raro me matan", añadió tan sonriente como amenazadora.
Mientras me vestía me preguntó dónde iba ahora tan apresurado, le dije que tenía trabajo... "Mira que eres mentiroso -comentó- vas con tu novia y no me lo quieres decir... tranquilo que no pasa nada, jaja".

Mi desasosiego en aquel lugar seguía intacto pero procuré que no se notase demasiado mientras nos despedíamos efusivamente... "Quiero volver a verte, toda esta semana podríamos venir aquí sobre esta hora si puedes", me dijo guiñando un ojo.
"Por supuesto, ya lo concretaremos por el messenger", contesté.



Sonó nuevamente el teléfono, Jara se llevó un dedo a los labios pidiéndome silencio, señaló la puerta de entrada y me animó con un gesto a salir ya... me despedí con la mano y ella volvió a guiñarme el ojo en lo que descolgaba el teléfono. Salí a la calle y cerré la puerta con sumo cuidado.

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Diez minutos después llegué a casa y caí en la cuenta de un detalle. Me conecté por si pillaba a Jara para decírselo. Tuve suerte, allí estaba.

"¡Hola guapo!", saludó ella al verme asomar añadiendo iconos sonrientes...
"Hola Jara, ¿sigues en el centro de estética?", pregunté.
"No, ya no... ¿por?"
"Es que llegando a casa me he dado cuenta de que el pañuelo de papel con que me limpié antes de vestirme igual lo he dejado sobre una de las mesitas al lado de la camilla de masaje... no estoy seguro pero juraría que sí"
"Queeeee??? Jodeeeerrrrrrrr", contestó.
"Pues eso, te lo digo para que vayas y eches un vistazo..."
"Tiooooo", interrumpió.

No hablamos más, me despedí porque en contra de lo que la calenturienta mente de Jara pudiera pensar sí que tenìa un trabajito que hacer a esa hora.
Antes de salir me quité la camiseta delante del espejo y comprobé que tenía medio torso abrasado por sus garras y colmillos... menuda bestia.

Cuando regresé a casa por la noche la vi conectada y saludé. No me contestó y dos minutos después desapareció.
Al día siguiente se repitió la jugada, nada más conectarme observé que ella desaparecía de inmediato.
Jamás volví a tener noticias de ella.


martes, 19 de agosto de 2014

MALA MEMORIA - ¡FANTOMAS VUELVE!

Hace años viví una experiencia algo destroyer narrada en este blog.

RESUMIENDO:
Quedé con una chica (A) que vino acompañada de una amiga (B). Mi plan era irme con ella pero se puso algo chula, dijo que ese día no quería nada conmigo y que además no pensaba dejar a su amiga sola... se fue un momento al servicio e hice una "entrada express" a la amiga, la cual no tuvo tantos escrúpulos: cuando la otra regresó del WC nos pilló besándonos.
"A" se fue cabreada sin decir nada, a "B" no pareció importarle demasiado y seguimos un rato ahi en el bar, luego en la calle... pero finalmente creo que leyó algún mensaje amenazante en el móvil y salió por patas.

Al día siguiente "A" me puso a parir en el messenger pero no sé cómo acabé convenciéndola para que viniera a mi casa. Después de follar tuve los santos cojones de pedirle (medio en serio medio en broma) el número de teléfono de "B" y ella (sorprendentemente) me lo dió.
Al día siguiente quedé con "B" y fue una cita tan absurda como escatológica.

Todo esto fue narrado al detalle en las siguientes dos entradas: 1ª parte2ª parte

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Años después estaba sentado tranquilamente en mi cuarto y vi que "B" asomaba por el messenger. No habíamos hablado en todo ese tiempo, de hecho la única vez que nos habíamos cruzado fue en un bar que ella estaba sentada con su chico y al verme agachó (descaradamente) la cabeza.



Me animé a saludar:
- Hola, ¿qué tal?
- Hola bien y tú?
- Bien, ¿andas por la ciudad?
- Sí aquÍ estoy
- Hace mucho que no coincidimos: ¿cómo te va, tienes pareja?
- NO.
- Podríamos quedar entonces algún día si quieres.
- Vale, ok.
- ¿Esta tarde estás libre?
- Sí.
- Pues dime qué hora te va bien, la otra vez quedamos en el parque junto a la gasolinera...
- Dentro de una hora, vale, en la gasolinera.
- ¡Hasta entonces! (icono sonriente)
- chao (icono de un beso)

Aluciné, "pues sí que la he pillado con ganas"... eso sí, seguía sin tener ni la más puñetera idea de cómo se llamaba.

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Camino de la gasolinera recordé que la otra vez apareció bastante tarde y vestida con algo parecido a un chandal.
Por suerte no se repitió la jugada, apenas llegó cinco minutos tarde y (para mi sorpesa) iba de punta en blanco. Sujetaba el móvil con la mano, iba tecleando.

Cuando me acerqué a ella para saludar su reacción fue apoteósica... me recordó a esos momentos en las pelis de Tarantino que héroe y villano se reencuentran y la banda sonora golpea con un sonido estridente.
Era la asesina negra de "Kill Bill" abriendo la puerta a Uma Thurman en la escena inicial...


Era Shoshanna sentada en la mesa del restaurante de "Malditos Bastardos" viendo que entra el coronel de las SS que masacró a su familia...



Esas músicas, esas alarmas, debieron retumbar en la cabeza de "B" según me acercaba para saludarla con dos besos... abrió los ojos al máximo.
"Hola, mmm, que me tengo que ir", dice de repente.

Me doy perfecta cuenta de que "B" no sabía con quién había quedado y nada más verme le han venido todos los antecedentes de golpe... "¿No vamos a tomar algo?", pregunto con sonrisa maliciosa.
"No hijo no puedo, es que mi primo se ha puesto malo, que me lo acaba de decir mi madre...", masculla nerviosa.
"Vaya, qué inoportuno... espero que no sea nada grave -finjo fastidio- ¿Otro día entonces?"
"Sí, sí...", dice mientras ya avanza lentamente hacia su calle.
"Cuándo", pregunto todo lo serio que puedo, mirada Nicholson Resplandor incluida.

"Mmm, uff, ya te escribo yo ¿vale? Hasta luego majo...", y se va. Cinco pasos después se gira para ver si sigo ahí, vuelve la cabeza, pisa mal con uno de los tacones y casi pierde el equilibrio, se tambalea.

"Ya decía yo que esto no era muy normal", fui pensando, de vuelta a casa.

miércoles, 13 de agosto de 2014

TÉ VERDE - "se la vi"

El primer día que quedé con Anabel fue como ir a la consulta del médico: larga espera (en lo que ella encontraba sitio para aparcar), conversación aséptica, narración esquemática del historial, empatía fingida... y tras la despedida (no intenté nada con ella) vuelta a casa con la sensación de no haber encontrado cura para el "ardor" que me afligía.

Para mi sorpresa al día siguiente me escribió unos mensajes por skype tan curiosos como entusiastas. Me dijo que se lo pasó genial, que fui una muy grata sorpresa, que el tiempo se le pasó volando... tan solo le pareció extraño que no le pidiera el número de teléfono. "Como no me lo pediste pensé que no querrías volver a saber de mi", dijo.

"No te lo pedí porque no suelo ir intercambiando teléfonos hasta tener la suficiente confianza, soy muy celoso de mi intimidad, ¿sabes?", improvisé... y al parecer se lo tragó.
"Espero que aparte de ese detalle sin importancia -proseguí- no echases nada más en falta..."
"Jajaja, nooo, ¿y tú?", responde. Decido tantear el territorio: "Quizás haberme acercado un poco más, te sentaste enfrente y desde ahí no pude olerte..."
"Si no lo hiciste será porque no quisiste", sentencia con un icono sonriente de esos que sacan la lengua fuera.

¿Habíamos asistido Anabel y yo a la misma cita? ¿Mi sentido arácnido ha dejado de interpretar las señales... o acaso todo lo que para mi fue plano y aburrido para ella resultó excitante?
Me fui pronto y de manera algo brusca, no sé... quizás ella se quedó con ganas de más, ¿mi repentina espantada le generó expectativas? Maldita psicología inversa.



Las nuevas señales parecían más evidentes (e interpretables) y ni siquiera tuve que plantearme el dilema moral de querer realmente quedar o no con ella por segunda vez, ella misma fue quien lo propuso... yo me limité a aceptar.

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Quedamos a la entrada de un centro comercial, junto a la administración de loteria. No me siento optimista con la cita así que adquiero un boleto de la primitiva. Hacia un lado u otro de la balanza la suerte deberá estar echada.

Vamos a un bar discreto, ella no oculta su entusiasmo durante la primera media hora, habla sin parar: anécdotas de su infancia en Irún, historias de cuando iba de público a ciertos programas de televisión, las horas de cola que hizo una vez en el Carrefour para que Sergio Dalma le firmara todos sus discos...

Algo que dice me da pie a arrimarme, me siento a su lado. "¿Por qué te pones aquí?", exclama.
"Para olerte mejor", susurro con voz de narrador de documentales de la2.

Olisqueo su pelo ("¿A que huelo bien? Es aroma de té verde", proclama) y ella suspira acercando su cabeza contra mi cara... se la giro para besarla y de repente me pega un (suave) coscorrón en el pómulo.
"No, no me beses, no me gusta... los besos no me gustan", suelta.
"Vale -intervengo, llevándome la mano a la cara- pero no hace falta que me sueltes un cabezazo..."

Anabel se disculpa pero insiste en que no la bese: "Besos no, me cuesta mucho, no me gusta, mucho menos el primer día, no... es que no me gustan los besos"
"No es el primer día", corrijo.
"Ya bueno -retoma el hilo- pero es que no me siento cómoda besando, no me sale, no me gusta, nunca lo hago... pero abrázame, acariciame, eso sí me gusta"



Alucino. ¿Acariciarla? ¿Abrazarla? ¿Hasta dónde alcanza la frontera? Decido salir de dudas a las bravas, invadiendo.
Pongo mi mano sobre sus muslos y se los acaricio primero por fuera y después por dentro. Según me acerco a su entrepierna me detiene... pero se inclina sobre mi, pone mi brazo alrededor de su cabeza y se "recuesta", deja caer todo su peso muerto, su melena invade mi cara... mi mano renuncia a sus muslos y la dirijo discretamente hacia su pecho... primero por los laterales, metiéndola por el hueco de su camiseta, desplazando el sujetador, pero cuando estoy a punto de tocar el pezón se revuelve y me lo impide.

Me hace un poco de daño porque no se limita a estar echada "sobre" mi, es que la cabrona se aprieta "contra" mi... decido tirar de la palanca de emergencia: "¿Tú no me acaricias a mi?", pregunto.
"Vale -contesta- ¿cómo quieres que te acaricie?"
Agarro su mano y la pongo sobre mi muslo y empiezo a guiarla hacia arriba... ¡premio!
Se suelta y se incorpora, por fin puedo respirar.

"No lo estropees por favor", suplica.
"¿Estropear el qué?", pregunto conteniendo la risa con una mueca mal disimulada.
"Sí que te ha dado fuerte conmigo eh -pasa al ataque- ¿cómo es que te gusto tanto? A ver, dime, por qué te gusto???"
No sé si aguantaré, mi boca comienza a soltar irreflexivamente las primeras chorradas que me vienen a la mente: "pues porque eres muy agradable, creo que hemos conectado, eres pelirroja..."
"¿Pelirroja? ¡Pero si soy castañaaa!", protesta.
"Vale, vale, me has pillado, la verdad es que... es ese perfume que llevas, el té verde... me mata", uff, estoy desvariando... será mejor que me levante y pida la cuenta.
Sugiero a Anabel que llegado este punto deberíamos dar por terminada la velada pero ella no lo permite.

Me pregunta si quiero irme porque no me ha dejado besarla, contesto que no, que más bien es por un poco todo en general, que llegado el momento de intimar lo hacemos de manera diferente y no creo que seamos compatibles.
"Ya -insiste- es porque no he dejado que me beses ¿verdad? Es que lo siento pero no me gusta besar, no sé, me cuesta mucho... pero deberías respetarlo y tener un poco de paciencia ¿no crees?"

"Que no Anabel, ya te he dicho que no es eso así que créetelo, hemos tenido un par de charlas agradables pero en el aspecto físico creo que no sintonizamos, sin más... además, ¿yo debo tener paciencia y esperar que algún día me beses? Yo no puedo estar relacionándome con una chica X tiempo sin besarla, respeta tú eso también... vamos en direcciones distintas, punto. Ya somos mayorcitos así que no debe haber ningún mal rollo..."
"Contestame con sinceridad -interrumpe- ¿vas a querer volver a quedar? Yo es que estoy super a gusto contigo y me da rabia que por no haberte dejado besarme no quieras volver a quedar..."



Decido seguir la via diplomática: "Mira Anabel, no te lo tomes a la tremenda, tengo que pensarlo ¿vale?... esta situación no es muy normal pero ese  tipo de decisiones es mejor no tomarlas en caliente asi que ya vamos hablando, ¿de acuerdo? Ahora vamos a pagar que tengo que pillar el autobus..."
Vuelve a interrumpirme, me aprieta el brazo: "¿Ves? No sabes la rabia que me da... y todo por no haberte dejado besarme, pero es que no me gusta, no puedo, no lo hago nunca... no vas a querer verme de nuevo ¿verdad? Dimelo, no quieres ¿eh?"

Mi mueca se hiela. "¿Tú no escuchas nada de lo que te digo? Estoy tratando de ser educado, Anabel... y tú no quieres ni entender ni aceptar las cosas como son. Sigue insistiendo por ahí y te acabaré diciendo que no quiero saber nada más de ti, que parece que hasta que no lo diga no vas a parar... ¿es esa la clase de despedida que quieres? Deja de flagelarte mujer que aquí no hay culpables, ni buenos ni malos"

"Jo, es que me da rabia porque me caes genial y estoy super a gusto contigo... y por una bobada como la de no dejarte besarme mira, ya no vas a querer saber nada de mi... pero es que no puedo, no me gusta..."

"Hasta aquí Anabel, voy al servicio... cuando regrese nos vamos"

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Ni siquiera tengo ganas de mear, simplemente necesito silencio, respirar hondo y contar hasta diez para poder despedirme de Anabel de manera civilizada. Que hubiera una pistola escondida en el retrete, como en "EL PADRINO", tampoco habría estado mal...

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Salimos. Ella tiene el coche en el parking del centro comercial, me dice que me lleva hasta casa, que no le importa... pero rechazo la oferta. "Te desviarías demasiado y creo que es mejor despedirnos aquí".
Anabel asiente pero a continuación insiste en acompañarme a la parada y esperar hasta que llegue el bus.
Seis minutos de espera marca el electrónico de la marquesina, seis minutos eternos.

Anabel se cuelga de mi cuello, me abraza apretando su barbilla contra la parte superior de mi camiseta, me mete los pelos por la boca y los ojos... "¡No sabes cuánta rabia me da! Me caes genial y estoy muy a gusto contigo pero ya ves por la chorrada esa del beso ya no quieres volver a verme, porque lo sé, sé que no quieres volver a quedar conmigo... ¿o sí? ¿Me lo vas a decir?"
Intento zafarme de ella pero no puedo, eso no es un abrazo, es una llave de judo...

"Mira, ya es suficiente, deja de darle vueltas. No pienso discutir más, creo haberme expresado con absoluta claridad... pero si crees que ha sido por lo del beso pues allá tú, déjame por favor, que creo que el bus ya está parado en el semáforo de la rotonda..."
De repente Anabel levanta la cabeza como una serpiente y me da una especie de pico con los labios apretadísimos. Uno de los peores (si no el peor) beso que me han dado en la vida.
Media décima de segundo después de hacerlo vuelve a tener el rostro hundido en mi pecho. Anabel es un llavero de metro setenta de estatura.



"Ahí tienes, ya te he besado, ¿estás contento? Era lo que querías..."
"No Anabel, no te has enterado de nada, yo no quería "eso"... y mucho menos "esto"... yo no puedo estar así ni un minuto más"
Creo que me da otro pico pero no estoy seguro de ello, es un gesto tan veloz y gélido que me retrotraigo a los primeros besos de niño en aquellos juegos de cumpleaños cuando te tocaba hacerlo con quien no querías...

Me libero de su marcaje con un ligero empujón, el bus aparca, abre sus puertas y me despido de Anabel con la mano, ella me observa desde la marquesina con gesto aturdido.
Me siento sin mirar más a la calle, conecto mi MP4 y durante los siguientes veinte minutos que dura el trayecto solo pienso en las canciones que suenan a través de mis auriculares y en lo que me pondré de cena en cuanto llegue a casa.
Eso sí, la camiseta me apesta al puto té verde...

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Al mediodía siguiente me envía un correo preguntándome si querré volver a quedar con ella. Contesto educadamente que es mejor que no nos veamos más y le deseo una feliz semana, etc.

Me contesta lo siguiente: "Buenos días, esto ya me lo esperaba, lo que no entiendo por tu parte, fueron los últimos abrazos que me distes en la parada del bus, e incluso te di dos picos, porque en ese momento, me salieron, aunque se que no te gustaron, ¿a que vinieron esos últimos abrazos tan intensos?. Que querías hacerme daño.

Yo me deje abrazar y acariciar, porque tu también me gustabas y ya te lo dije y estuve súper agusto, pero como te dije aunque yo soy muy cariñosa el besar en la boca, me cuesta mucho y yo no te abrace ni te acaricié tanto como hubiese querido, ya que estaba algo cortada, porque aunque sabia y ya te lo dije que iba a ocurrir, no me esperaba esos cariños tan intensos. Que nuevamente te digo me encantaron.

Pensé que me darías otra oportunidad, pero bueno como dicen los franceses se la vi.
Chao."

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Por si alguien lo dudaba, en el sorteo de la primitiva de esa semana me tocó el reintegro.


miércoles, 6 de agosto de 2014

I SPY (El Pequeño Mirón, 2ª Parte)

Cuando yo era pequeño enfrente de mi casa había una residencia de estudiantes regentada por monjas y exclusivamente femenina.
Cuando llegaba el buen tiempo las universitarias salían a los balconcillos de sus cuartos a tomar el sol en bikini o muy ligeras de ropa.

Yo apenas tenía once o doce años pero observarlas broncearse desde mi ventana era una actividad fascinante. Recuerdo especialmente dos muchachas que usaban unos bikinis de la moda de entonces, con colores (verde y naranja fosforito para ser exactos) muy chillones.
Alguna vez se despojaban discretamente de la parte de arriba del conjunto y aunque apenas mostraban la espalda desnuda yo me "encendía" entre las sombras de mi privilegiado puesto de observación.
Las monjas no tardaron en reprender a las estudiantes su descarada conducta y aquel destape no duró demasiado. 


El siguiente curso tan solo salían a los balcones para sentarse descubriendo (y estirando) las piernas al sol o bajándose los tirantes de las camisetas para broncearse aquello que el decoro permitiese.
Aquella fue la primera vez en mi vida que "me topé con la Iglesia" en el sentido más quijotesco de la expresión.

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Yo tenía quince años, fui a casa de mi amigo Andrés a buscarlo para salir a dar una vuelta, me invitó a pasar para que esperase dentro a que terminase de merendar. Me senté en el salón, me ofreció un polo de vainilla y mientras me lo tomaba y hablábamos, detrás de él se abrió una puerta en el pasillo.

Era el cuarto de baño y de ella salió su hermana de doce años, completamente desnuda. Me vio y echó a correr hacia el fondo del pasillo donde creo que estaba su cuarto.
Yo seguí comiendo el helado tranquilamente, como si nada hubiera pasado... pero su hermana jamás volvió a dirigirme la palabra.

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Similar situación, pero esta vez tengo dieciséis años. Entro con mi amigo Pablo en su casa, según abre la puerta y deja las llaves en el taquillón grita el nombre de su hermana preguntando si hay alguien en casa. Nadie contesta.
Pablo va al salón en busca de algo que tenía que llevar y yo me quedo en el umbral de la casa. De repente oigo una puerta abrirse en el pasillo a mi derecha y veo la figura de una chica desnuda corriendo hacia otra de las habitaciones.

Dos minutos después la hermana de Pablo (de quince años) aparece (ya vestida) en el salón con el pelo mojado, recién duchada.
Me dirige la palabra con normalidad así que basándome en mis experiencias anteriores en esa materia deduzco que no fui pillado observando su deliciosa carrera.

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Yo tenía diecisiete años y en verano después de comer siempre salía a una terraza (la que tenía sombra) a leer.
Un día a eso de las tres y media de la tarde salì a la otra terraza (la soleada) para tender mi bañador y descubrí que en una casa de enfrente llegaban de la playa los inquilinos de aquella quincena. Mientras el resto de la familia entraba en la casa para preparar la comida, la hija mayor (dieciocho años calculé) se quedó en el patio.

Aquellas casas suelen tener en los patios o jardines alguna ducha (o surtidor) para quitarse la arena y salitre de la playa... la muchacha abrió el agua y procedió a limpiar las dos colchonetas que habían llevado (una normal, la otra con forma de cocodrilo) y remató la faena metiendose bajo el chorro.
Miró a izquierda y a derecha... tras comprobar que no había moros en la costa se quitó la parte de arriba del bikini y siguió ahí un rato refrescándose y escurriendo la pieza de tela.
Cuando acabó se cubrió el pecho con la toalla y subió las escaleras de la casa tan reluciente, tan brillante, que cuando se perdió tras la puerta fue como si de repente a primera hora de la tarde se hubiera puesto el sol.


Lógicamente cambié mi rutina. Las siguientes tardes me mudé de terraza para "leer".

El siguiente día acudieron puntuales a la cita y se repitió (casi) paso por paso el ritual de la jornada anterior.
El tercer día algo cambió. Cuando regresaban de la playa y pasaban delante de la fachada de mi bloque ella alzó la vista, se puso la mano en la frente sobre las cejas para enfocar mejor... y me miró.
Lo que vino después jamás podré olvidarlo.

Empezó haciendo lo de siempre, quitarse la arena de los pies, piernas, limpiar las colchonetas... pero esta vez no miró a izquierda y derecha antes de quitarse la parte de arriba, miró hacia mi terraza.
Yo estaba bastante bien camuflado pero sus ojos entraron en contacto con los mios. Mirándome, se desnudó de cintura para arriba y se tomó la ducha (o eso me pareció) con más calma y parsimonia de lo habitual.
Al terminar no se cubrió con la toalla, recorrió el patio y subió las escaleras más brillante y reluciente que nunca.

Los dos primeros días que espié a aquella chica a pesar de lo excitante del asunto no pude evitar sentirme un poco "sucio" ahí agazapado de aquella manera... pero de repente mis remordimientos desaparecieron pues fui plenamente consciente de que (la mayoría de las ocasiones) todo humilde mirón necesita a su vez de un solícito exhibicionista.