martes, 28 de agosto de 2012

"FRUTA PROHIBIDA"

Conocí a una chica a través de un chat, era dos años mayor que yo y cuando le pregunté si tenía pareja me dijo que estaba casada, tenía dos hijas... pero recalcó que su matrimonio iba fatal y hacía aguas por todas partes.
Intercambiamos direcciones del messenger.

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Durante dos meses nuestras conversaciones fueron breves (siempre andaba muy liada con las niñas), esporádicas (se conectaba poco y de manera clandestina) y superficiales.

Hasta que un día se soltó un poco más de la cuenta y deslizó algunos de sus problemas conyugales: la ausencia constante del marido, el agotamiento de la relación, la pérdida de atracción, las discusiones diarias cada vez más subidas de tono... y las infidelidades.

No me habló de las de él, pero sí confesó haber tenido un lío ella hace unos meses con otro chico que conoció en un chat.



Vivía en un pueblo a setenta kilómetros de mi ciudad, de vez en cuando venía por aquí para hacer algunas compras así que dejé caer que en alguna de sus próximas visitas podríamos quedar y tomar algo... prometió pensárselo y que ya me iría diciendo.

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Un jueves a mediodía me dijo que seguramente vendría a la ciudad, que después me confirmaría... pero finalmente acabó resultándole imposible quedar.

A la noche me dijo que había estado en un centro comercial de las afueras con su madre y las niñas, lo curioso es que a esas mismas horas yo me encontraba en ese mismo centro comercial con una chica.
Seguramente nos debimos cruzar, pero ninguno nos dimos cuenta... el caso es que el cerco se cerraba.

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Al día siguiente (viernes) me dijo que el sábado veía factible pasar la tarde aquí, vendría en tren y me habló de cierto bar que se encontraba al lado de la estación, oculto en una especie de pasadizo... "nos veríamos allí, en mi situación como comprenderás no estoy para pasear por ahí alegremente".

La verdad es que me tenía un pelín descolocado, en nuestras conversaciones jamás surgió (ella no daba pie) la posibilidad de que ella buscara un lío fuera del matrimonio, pero yo tenía bien presentes dos cosas:
- ella ya había tenido uno en el pasado
- estaba dispuesta a quedar conmigo


A partir de ahi... pues mi cabeza no pudo evitar trazar un plan. De hecho esa misma noche salí con un amigo a tomar unas cañas y pasé delante del bar que me dijo, junto a la estación... y comprobé que si ella estuviera dispuesta (y yo jugaba bien mis cartas), a la vuelta de la esquina (para no tener que pasear mucho) había un par de pensiones donde poder rematar la faena en plan express.

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Pero no, al mediodía siguiente asomó por el messenger y me dijo que no podría bajar, que además acababa de tener con su marido una de las broncas más bestias que recordaba así que no estaba el horno para bollos.

Me limité a transmitirle ánimos con el follón doméstico y lamentar no poder vernos esa tarde, pero que "ya nos tomaríamos algo otro día, cuando se pueda".

Cinco minutos después me sorprendió con un súbito: "lo que sí podría es ir ahora un rato al centro comercial del otro día, ¿te va bien?"
Propuse un bar bastante oscuro que hay en la acera opuesta al centro comercial y ella aceptó vernos allí cuarenta minutos después.

No conocía el terreno (ni las alternativas para un posible plan B) como en el otro bar de la estación, aún así pillé un par de condones por si acaso... y me subí al bus urbano.

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Llegó a las 17:28, el bar estaba oscuro, fresco y vacío. Perfecto.
Mientras pedimos las cañas ella me miró detenidamente y soltó que le parecía un crío... en otras circunstancias yo consideraría dicha observación como un maravilloso cumplido, pero en un caso tan particular como éste quizás pueda jugar en mi contra.

Propuse ponernos en la esquina del fondo, en una de esas mesas encajonadas con asientos/bancos todo de madera en plan confesionario... aceptó y me senté frente a ella.
Finalmente se quitó las enormes gafas de sol y pude observarla con detalle: guapa. labios carnosos y unas tetas espectaculares.



Pregunté qué excusa había puesto para salir de casa así de repente y me dijo que tenía que comprar un regalo para nosequé cumpleaños, que después de nuestra caña (andaba pillada de tiempo, no podía ausentarse demasiado) cogería algo en el centro comercial... así que puse el reloj de arena boca abajo.

Dejé que se desahogara un poco contándome algunas penurias matrimoniales pero por suerte no entró en demasiados detalles ni llevó la cita al terreno del psicodrama.

Saqué (porque me interesaba mencionarlo para ver cómo respiraba) el tema del hombre aquel con el que estuvo meses atrás, me contó que lo conoció en un chat y sintió una conexión instantánea... él era de Madrid y quedaron dos o tres veces en mi ciudad, pero también estaba casado y con hijos así que la aventura no prosperó más allá de aquellos encuentros.

Por lo visto ella se pilló hasta las trancas y él reculó por supuestas "presiones familiares".

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Cambié de tema y llevé la conversación a cuestiones más frívolas consiguiendo que se relajara y riera un par de veces.

A las 17:55 de repente comenté que tenía dos dudas... primero pregunté acerca de su predisposición actual para quedar con chicos o conocer gente, a lo que respondió: "bueno, estoy aquí ¿no?"
Después me incliné levemente hacia delante y añadí: "pues lo segundo es si prefieres que me quede aquí sentado o si puedo ponerme allí (señalando el hueco libre de su banco) y darte un abrazo".

Ella sonrió, apartó el bolso de su izquierda y dio un par de palmadas sobre el banco... me senté y en cuanto la abracé empezó a besarme en la cara... yo respondí haciendo lo propio detrás de su cuello.
No me precipité a la hora de buscar su boca pero cuando la encontré sólo recibí un breve beso, casi casto.



Pasé de forzar la situación así que nos soltamos y acabamos la caña simplemente hablando, codo con codo... ella retomó brevemente el tema de lo mal que estaba en casa y traté de mostrarme comprensivo.

Cuando apenas quedaban unas gotas de cerveza en los vasos sugerí tomar otra (apenas eran las 18:10) pero ella tras mirar el reloj apretó los dientes con fastidio, me acarició la cara con la mano y se disculpó: "mejor no, ahora iré al centro comercial a pillar el regalo y regreso a casa, no puedo entretenerme demasiado..."
"No te preocupes -contesté- lo entiendo perfectamente"

Y entonces sí, antes de ir a pagar me acerqué y nos besamos como dios manda... después de lo cual ella susurró: "vámonos anda, que no quiero complicarme la vida".

Me incorporé del banco y al intentar salir me golpeé ligeramente el cogote con la lámpara que colgaba sobre la mesa, ella se llevó la mano a la boca... "ni yo quiero abrirme la cabeza", sonreí guiñándole un ojo.


martes, 14 de agosto de 2012

"CUENTO DE VERANO" -Cuatro Ojos-

Desde pequeño yo solía pasar las tardes de verano en la terraza del apartamento de la playa, leyendo.

En el bloque de enfrente solía asomarse una niña morena, pero yo dedicaba toda mi atención al libro de turno... hasta que una vez mi tía salió al balcón, la vio y dijo que la niña era de nuestra misma ciudad, que conocía a su abuela de hablar con ella en la playa.


Desde entonces me fijé un poco más en la vecinita, pero jamás coincidíamos por la calle, playa o piscina... así que pasaron varios veranos sin vernos de cerca ni intercambiar palabra alguna.

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Ya con mis casi dieciocho años la cosa cambió, ella acudió a su cita veraniega (de cada segunda quincena de julio) y finalmente dejó de ocultarse, llevando además consigo como acompañante para las vacaciones a una amiga clónica.
Ambas eran muy altas, delgadas, morenas de piel y con sendas largas melenas negras hasta el trasero... en la piscina se las empezó a conocer como "Toñi y Encarni".

Yo seguía con mi costumbre de leer en la terraza por la tarde (recuerdo que aquel verano estaba con "Moby Dick"), pero de repente la silenciosa esfinge morena de enfrente se convirtió en un dúo de lo más inquieto y escandaloso.
Señalaban habitualmente mi terraza, se decían cosas al oído, se reían... consiguieron que me acabara metiendo dentro a leer porque a ese ritmo, con tanta distracción, mi Pequod no zarparía jamás ni Ismael conocería a la gran ballena blanca.

Lo más gracioso, sin embargo, acontecía cada vez que bajaba a tirar la basura a media tarde... ellas debían de tener controlados mis horarios porque corrían hasta la otra punta de su extensa terraza para (desde la distancia) agitar los brazos y exclamar cosas ininteligibles.

Todavía hoy (transcurridos ya muchos años desde aquello), de vez en cuando, regresando del contenedor camino del apartamento levanto la vista hacia aquel lugar y me vienen a la mente sus desgarbados saludos y llamativas coreografías.

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Una de aquellas primeras tardes de la citada quincena, descubrí que la parejita había estado haciendo averiguaciones sobre mí en la piscina, preguntando entre los pequeños lugareños que cada día esquivábamos para saltar o nadar entre el cloro... de hecho la hermana pequeña de mi amigo Roberto les sirvió de gran ayuda contándoles gran parte de mi vida, obra y milagros conocidos por la zona.

De repente comenzó a resultarme un poco incómodo pasar las tardes en aquella piscina; cuando me sentaba en mi rincón habitual ellas se colocaban en una esquina cercana, terroríficamente sonrientes... cuando me metía en el agua ellas nadaban en amplios círculos a mi alrededor, obteniendo diploma olímpico en natación sincronizada sólo que cambiando de fondo la banda sonora de "Carros de Fuego" por la de "Tiburón".


"Venga tío, hazles un poco de caso -insistía medio en serio medio en broma mi salidísimo amigo Juan- Total, te las llevas a las dos una noche a la playa y fuera..."

Pero era superior a mis fuerzas: ninguna de las dos me gustaba especialmente, yo estaba muy verde a la hora de conducirme con el sexo opuesto... y además me sentía extrañamente intimidado, esa clase de acoso era algo completamente nuevo para mí.

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El momento cumbre de aquellas surrealistas escenas piscineras tuvo lugar una tarde en la que yo estaba sentado fuera de la piscina fumando un cigarrillo tras otro... ellas se turnaban (de forma un pelín lamentable) haciendo cierta extraña postura: nadaban y al acabar el ancho en vez de voltear/dar patada/seguir nadando... ponían las manos en el borde de la piscina, se apoyaban en ellas para incorporarse y sacando medio cuerpo fuera me miraban con una amplia sonrisa.

Así se quedaba Toñi, quieta y sonriente entre cinco y diez segundos para luego regresar al agua y dar el relevo a Encarni, vuelta a empezar...

Confieso que aquella delirante rutina me superó, ya estaba a punto de levantarme para...
a) decirles que por favor dejaran de hacerlo
b) irme corriendo a casa
... cuando la amiga de mi vecina se incorporó tomando impulso con tan mala fortuna que uno de los tirantes de su bañador cedió, resbalando cuesta abajo por su hombro dejando al descubierto uno de sus blancos pechos.

Momento indescriptible: la chica frente a mí apoyada en el bordillo, sonriéndome como una posesa (incluso guiñando un ojo), con una teta fuera.


Esta vez fui yo quien no pudo evitar sonreir... enseguida señalé con un dedo mi pezón izquierdo y levanté las cejas indicando con la mirada que echara un vistazo a su bañador.

Sólo entonces la pobre se dio cuenta y (horrorizada) se arrojó de vuelta al agua nadando en dirección contraria, quedándosele cortas las limitadas dimensiones de la piscina comunitaria.

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Incidentes como el descrito, lejos de desmotivarlas, reforzaron su empeño.

Una de mis tardes de lectura en la terraza, ellas sacaron una cámara de fotos y comenzaron a jugar a ser top-models... primero posaba una, luego la otra, a cada cual más atolondrada... repitiendo con fondo idéntico la misma foto una y otra vez, cambiando tan sólo la postura de un brazo, de una pierna, ladeando un poquito la cabeza...

No me dí cuenta pero con la pérdida de equilibrio de una de ellas (casi acaba la pobre de culo sobre los azulejos) en medio de la imposible pose de la enésima foto, se me debíó de escapar una especie de carcajada... la cual por supuesto no pasó desapercibida para mis vecinas.

Se reacción fue tan simple como instantánea: apuntarme con la cámara y entre risas comenzar a tirarme fotos.

¡Lo que daría por ver ahora esas fotos en las que mi penúltima versión teenager ocultaba su rostro avergonzado tras un ejemplar de "Moby Dick"!

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Como se puede ver, mis vecinas eran tenaces pero (por suerte) inofensivas.
Al paso que iba la burra yo ya pensaba que el resto de la quincena transcurriría entre otros tantos fuegos artificiales pero sin que se acercaran a dirigirme directamente la palabra...
...no fue así, la tarde siguiente perpetraron una especie de abordaje.

¡Todavía siento escalofríos al pensar en la pinza de madera que arrojaron desde su terraza (cuando yo pasaba por debajo camino de la piscina) para llamar mi atención! Y lo cerca que estuvo de darme en la cabeza...


Levanté la vista asustado/cabreado, dispuesto a devolver el "pinzazo" si fuera necesario, pero ellas gritaron a coro: "¡Hoy no te escapas!"

Ahí asomadas me iban soltando frases (pisándose la una a la otra) como ráfagas de metralleta, tras un par de muestras de "admiración" me preguntaron qué estudiaba y dónde, que a ver si quedábamos "allí o en nuestra ciudad"...
Para mi sorpresa (el cuerpo me pedía salir corriendo) aguanté el chaparrón educadamente y les di largas de una manera bastante diplomática, casi imperceptible.

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Sus últimos dos días en la playa fueron más tranquilos, las dos chicas siguieron revoloteando a mi alrededor y espiando desde la terraza... pero más calmadas.

La víspera de su marcha, por la noche, se la pasaron danzando por la urbanización mientras yo me quedaba en casa (sí, lo confieso, evitándolas) viendo una peli en el canal autonómico.
A la una y media de la madrugada salí a la terraza a fumar un último pitillo antes de acostarme. Me asomé en gayumbos: el calor era asfixiante y todas las luces del bloque estaban apagadas por lo que no me molesté en ponerme algo más decoroso encima...

Dos minutos después, unos traicioneros flashes procedentes del apartamento de enfrente me sacaron de mi humeante letargo. Su ofensiva final...


Me gustaría pensar que a esa distancia y en plena noche cerrada (la cámara era una normalucha de la era pre-digital) aquellas indiscretas fotos no debieron salir...
Aún así, en aquel momento no me hizo gracia imaginar la posibilidad de que unas fotos mías en semejante actitud acabasen dando vueltas por mi ciudad... ¿Existirán? ¿Acumularán polvo dentro de algún cajón?

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La mañana siguiente en la playa se me acercó un chaval del bloque que de vez en cuando se sentaba a hablar con ellas en la piscina o en los bancos de la plaza.
Tenía un recado para mi de parte de la vecina: "cuando regreses a la ciudad, ve cualquier sábado a "la Samba"... allí podréis veros, ella te espera"

Esa misma tarde, leyendo en mi terraza levanté varias veces la vista hacia el apartamento de enfrente, cerrado a cal y canto...
Ese gesto reflejo lo repetí inconscientemente numerosas veces durante el resto del verano.
No me lo podía creer, las echaba de menos.

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En mi ciudad yo jamás iba de fiesta por "La Samba" así que a lo largo del siguiente curso no acudí a la supuesta cita planteada por la vecina... ni coincidimos en ningún evento local.
Tampoco nos vimos las caras en la playa los dos veranos siguientes.

Finalmente, tres años después de aquellos flashes nocturnos (últimas señales de vida de la morena), me sorprendí a mi mismo otra tarde de julio, leyendo en mi terraza y siendo observado por cuatro ojos.
Esta vez al lado de la vecina no estaba su amiga/clon, había un chico rubio agarrando su mano, un tipo de mi misma estatura... incluso me atrevería a decir que físicamente parecido a mí.

No sé qué le habrían contado, pero todas las ocasiones en que le tuve delante (terraza, piscina, plaza, salón recreativo, heladería, bolera, etc) me miraba con cara de pocos amigos...

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Los dos veranos siguientes la parejita regresó y continuó con su particular show: la mirada altiva de ella, aferrándose con fuerza al brazo de su novio...y el gesto torcido del muchacho.

Alguna que otra vez me los crucé en mi ciudad y (sin saludarnos) también ponían cara de ver a la mismísima Muerte blandiendo la guadaña...

Hace apenas dos días (catorce años después del primer avistamiento de la parejita en la terraza del apartamento) me los crucé por la calle. Caminaban con su habitual semblante tristón y avinagrado, empujando un carrito de bebé.

De repente (para mi sorpresa y con sumo efecto retardado), me arrepentí de no haberle comido las tetas a su amiga...


martes, 7 de agosto de 2012

"QUE SE JODA..." -Ventana Indiscreta II-

Me fue a buscar a la estación acompañada de una prima. Tras un par de semanas chateando era la primera vez que nos veíamos en persona.

En cuanto bajé del bus y comencé a aproximarme se pusieron a reir como dos colegialas... saludé a ambas con un par de besos y comenzamos a caminar los tres por una calle extraña en una ciudad (para mí lo era) casi desconocida.


Ambas me miraban de arriba abajo, con bastante descaro: la prima me estudiaba buscando algún detalle sospechoso, Carmen simplemente sonreía con picardía.

Llegados a cierto cruce ambas se miraron en silencio (sin abrir la boca se lo dijeron todo) y la prima nos dejó (por fin) sólos rumbo a su lugar de trabajo.

Carmen me agarró de la mano y tras decirme "perdona, pero es que ella insistió en acompañarme por si eras uno de esos locos peligrosos de internet" acercó su boca a la mía y metió su lengua hasta donde le fue humanamente posible.

Mientras paseábamos camino de su casa recordé nuestras conversaciones incendiarias de los quince días anteriores y pensé en lo maravilloso que a veces resulta que las fantasías cobren vida...

Subiendo por el ascensor toqué por primera vez las tetas que antes sólo había visto una vez a través de webcam.

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Carmen vivía con su hermana, el marido de ésta y dos hijos del matrimonio.
Entramos en el piso y la hermana planchaba tranquilamente en la cocina, el marido veía la tele sentado en el salón y los niños habían bajado a la piscina del polideportivo del barrio.
Me presentó de manera fugaz apenas diciendo mi nombre, yo sonreí y saludé con un gesto de la mano que no fue correspondido por los presentes... Carmen se aproximó a su hermana y le susurró algo al oído: cinco minutos después la hermana se dirigió a su marido recordándole que ambos "tenían que salir".

Para cuando nos dejaron sólos yo estaba sentado en el sofá y tras echar el pestillo de la puerta principal ella se me subió encima.
Levanté su camiseta y desabroché el sujetador, ahora sí que las tocaba con propiedad... "I'm ready for my close-up Mister DeMille".

Me agarró de la mano y me llevó a la habitación de sus sobrinitos: dos camas pequeñas separadas, me senté sobre una de ellas cubierta por una colcha de algo que no sabría decir si era High School Musical, Hannah Montana o Buffy Cazavampiros... las paredes llenas de posters a juego y un viejo ordenador sobre el escritorio.

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Carmen encendió el PC ("tenemos que buscar un hotel o algo para esta noche, aquí no vamos a poder quedarnos", dijo) y se sentó sobre el catre de enfrente... se quitó el pantaloncito quedándose sólo en tanga y agachándose para desatarme las playeras me pidió que me quitara en seguida toda la ropa, que no podía esperar más...

Mientras obedecía no pude evitar observar que delante había un ventanal enorme que daba a un pequeño patio interior vecinal... además la persiana estaba bien subida y todo lo demás abierto de par en par.

Me pareció ver una silueta deslizarse tras uno de los cristales del fondo, quizás un piso superior al nuestro...
"No sé si hay alguien por ahí rondando, deberíamos tener cuidado", dije mientras Carmen me sacaba  los pantalones por los tobillos.


"Sí que hay un vecino al que he cazado varias veces espiándome cuando salgo a tender la ropa o me paseo por la casa así en pijama, ropa interior o por la habitación en bragas... es un viejo asqueroso que se pasa las tardes apoyado en la ventana por si ve algo, poniéndolo todo perdido de baba", me explicó quitándome la última pieza del ya escaso puzzle.

"Entonces... -susurré al tumbarme mientras ella acercaba su cabeza a mi entrepierna- ¿no piensas bajar la persiana?"

"Que se joda y lo vea...", sentenció.