miércoles, 29 de octubre de 2014

"ALGUNAS CHICAS CON PAREJA"

Alguna vez me he relacionado con chicas que tenían pareja aunque no siempre he estado al tanto de dicha circunstancia.

EN LA MAYORÍA DE LOS CASOS eran gente que sabían perfectamente lo que hacían y "pecaban" alegremente y con todas las consecuencias... pero a veces ciertos ataques de inoportuna moralidad (o extraña melancolía) convirtieron las experiencias en algo delirante, casi ridículo.

Hay "adúlteras" que al poco rato de poner la maquinaria en marcha se arrepienten (¡dios mío pero qué estoy haciendo, esto no puede ser!) y salen (literalmente) corriendo.
Otras disparan con silenciador:
1) Te besan o hacen de todo pero no follan.
2) Otras te follan pero ni se te ocurra besarles en la boca.

Ambas cosas me han sucedido. En el primer caso las razones/excusas que me pusieron fueron que "no se fiaban y tenían miedo de pillar y luego traspasar a su marido algún bichito difícil de explicar"... "que esa parte de su vida sexual quedaba reservada para su chico, mientras que del resto podría disponer a mi antojo"... "que con otro amante que tuvo se les rompió el condón y no estaba dispuesta a volver a pasar por aquello"

Lo segundo me sucedió dos veces. La primera fue impresionante porque pasamos una noche entera follando (de hecho fue idea suya, me llamó exprésamente para eso) pero solo le faltó ponerse un bozal... el par de veces que instintivamente busqué su boca me esquivó con felina astucia.
No fue algo con lo que me sintiera especialmente cómodo pero obtuve cierta mezquina "venganza" al observar como ella fue incapaz de disfrutar la mayoría de los polvos por estar tan tensa y alerta para evitar ser besada.

Cuánto daño hizo "Pretty Woman" a toda una generación...



La otra chica lo había dejado recientemente con su pareja y apenas me dejó besarla una vez en la boca. Ahora que lo pienso aquel "robo" fue toda una hazaña por mi parte ya que no se me permitió repitirlo. A la chica en cuestión le sirvió para encenderse y decidir llevarme a su casa, pero insistió en que una vez allí no la besara más en la boca ni le acariciara las tetas.

Me soltó un rollo larguísimo acerca de lo mal que estaba llevando su separación, lo mucho que echaba de menos a su chico y las ganas que tenía de volver con él... eso según ella justificaba su falta de ganas de besar a nadie en la boca de manera tan íntima. Lo de las tetas era porque según ella eran muy feas, no le gustaban, etc.
Bajo mi modesta opinión en ambas cosas estaba equivocada.

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Y es que hay chicas que para lo que es el caso da igual que tengan pareja o que lo hayan dejado hace poco... que sigan enamoradas de su ex o le odien a muerte... sus reacciones en la intimidad a pesar de estar libres de compromiso pueden llegar a equipararse con aquellas propias de las adúlteras poco convencidas.

Alguna vez en medio de algún rollo se me han puesto a (literalmente) llorar por cualquiera de esos cuatro motivos.
Sí, súbitamente y a moco tendido... creedme, no hay nada más ridículo que tener que consolar emocionalmente a alguien (o dar palmaditas en la espalda) llevando una erección a cuestas.
Semejante rigidez es como la bomba atómica (pura kryptonita) para cualquier tipo de empatía...

Una de las lloronas arrepentidas una vez, durante su "monólogo redentor" me mostró (entre lágrimas) el móvil con una foto de su hija pequeña... estiró el brazo poniéndome casi la pantalla en la cara, como esas madres de víctimas que desafían a asesinos a la salida de un juzgado.
En aquella ocasión se invirtió la estadística y quien salió corriendo fui yo.
Me temo que lo peor en las relaciones no es ser infiel, sino ser gilipollas.


jueves, 9 de octubre de 2014

"Callejón sin Salida"

Desde que hicieron reformas en la planta de garaje de mi edificio (lo pintaron de un blanco brillante y añadieron iluminación extra) dejó de ser mi lugar predilecto para bajar con alguien a guarrear un rato de madrugada en aquellos fines de semana que la suerte estuviera de cara.

Pero a rey muerto rey puesto, en su lugar me decanté por otro rinconcito del edificio tan discreto como (a la vez) arriesgado.
En la última planta, hasta donde llega el ascensor, aparte del par de puertas de los respectivos pisos hay unas escaleras que conducen a un nivel superior... allí hay un par de puertas de trasteros y otra (cerrada siempre con llave) que supuestamente va a dar a la azotea.
Es un espacio cerrado de apenas tres por cuatro metros.

¿Inconvenientes?
- Hay que subir en un ruidoso ascensor hasta la última planta, la inquilina de uno de esos pisos es una mujer que se acuesta tardísimo y además es bastante cotilla, siempre hay riesgo de que aunque sean las tres o cuatro de la madrugada oiga el ruido del ascensor e investigue a través de la mirilla...
- En caso de que alguien de repente (por la razón que fuera) decidiera subir a ese lugar no hay escapatoria posible, solo está el mencionado tramo de escaleras.
- El riesgo de encontrarte con cualquier vecino no solo arriba, sino simplemente abajo en el patio o portal, antes de subir...
- Estando tan cerca del resto de vecinos es fundamental no hacer ruido de ningún tipo, ni subiendo, ni follando... sexo con sordina.


¿Ventajas?
- El morbo.
- La penumbra del rincón. Facilita un magreo prácticamente a oscuras salvo las noches de luna llena que se cuela hasta allí a través de una ventana del tramo inferior de las escaleras, iluminando la zona de un modo ciertamente interesante.

Las reglas más básicas de "seguridad" para pasar desapercibido rara vez se observan a la perfección, mucho menos a ciertas horas y con alguna copita de más.
Alguna chica que ha subido ya empezó a descojonarse en pleno portal, otras lo hicieron (qué oportunas) pasando justo delante del piso de la cotilla, otras se han tropezado con alguna maceta del descansillo, otras han tenido que quitarse los tacones para no despertar a todo el vecindario... que no me hayan pillado (o denunciado aún) es casi milagroso.

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El incidente más curioso que he vivido en ese estratégico punto tuvo lugar un sábado noche a eso de las dos y media de la madrugada.

En pleno calentón en un bar cercano a mi casa convencí a una chica para subir conmigo al escondite secreto... ya iba algo "contentilla" y era de esas personas que no saben hablar bajo, todo un desafío.

Entre el patio, el portal y el ascensor, si no me llevé quince veces el dedo índice a la boca susurrando "shhh" no lo hice ninguna... en el último piso cuando salimos del ascensor ella ya llevaba la mano en la boca pero resoplando una media carcajada.

Por "suerte" sus bufidos quedaron ahogados por el ruido de música procedente del piso situado en frente de la vecina cotilla, un piso habitualmente ocupado por estudiantes que esa noche se ve que celebraban una fiesta... me gustaría pensar que el gritito que mi amiga soltó al tropezar con el tercer escalón del último tramo también pasó desapercibido.
"¿Pero qué coño pasa ahí abajo?", me preguntó tras haber coronado la esquina... le susurré lo del piso de estudiantes sobre una lejana base musical de Black Eyed Peas, David Guetta y Rihanna.

Le expliqué que tendría que ser algo no solo silencioso sino también rápido, que como alguien se quejase de la fiesta y montaran jaleo abajo a ver cómo salíamos de ahi...


Ella me decía que sí a todo para que me callara, comenzamos a desbotonarnos y un minuto después estabamos semidesnudos, frotándonos, metiéndonos mano, comiéndonos... y finalmente follando de pie con ella mirando a la pared y yo agarrándola por detrás.

Por lo menos tuvieron el detalle de dejarnos "acabar", justo unos segundos después del clímax (estando aún dentro de ella), los estudiantes abrieron la puerta del piso y la música tronó todo el descansillo. Uno tras otro fueron desfilando lentamente hacia el ascensor, hablando, encendiendo cigarrillos, chocando vidrios...

Mi amiga se puso tensa, tapé su boca con la mano y nuevamente me llevé el índice al rostro, "shhh".
No debíamos hacer ningún ruido, ni siquiera el de subirnos los pantalones, el simple sonido de mi cinturón nos delataría, había que permanecer tal cual, semidesnudos, pegados, inmóviles y "amordazados".

"Tranquila, pasará enseguida, se irán en un momento y podremos marcharnos", susurré a su oido, iluminado por la pantalla del móvil, acompañado de no poca mímica... pero en el fondo pensaba: "por favor que no le dé a ninguno de estos crios mamados por salir de la casa y hacer la tontería de subir las escaleras para ver qué hay... o para mear, fumar, meterse..."


La sucesión de gente y el jaleo no parecía tener fin, necesitaron varios viajes en ascensor para evacuar a toda la tropa, la música seguía sonando, la vecina cotilla fijo que estaría despierta controlando el desalojo desde la mirilla... hubo un momento que me pareció oir una voz demasiado cercana, apenas en el límite del recodo que nos protegía... a mi amiga a esas alturas de la peli le entró una risa nerviosa que tuve que sellar con la palma de la mano sobre su boca, parecía la víctima de un rapto... finalmente la música dejó de sonar y la puerta se cerró, los Últimos de Filipinas entraban en el ascensor y unos segundos después reinó el silencio de nuevo.

Mi amiga se apresuró a vestirse, todavía con la risa floja... yo aún con los pantalones por los tobillos le propuse aprovechar la (ahora sí) calma total para acometer un segundo asalto (confieso que el incidente acabó excitándome), pero por más que lo intenté su respuesta fue negativa.

"Ha estado bien, no te lo niego -me dijo cinco minutos después, ya saliendo del edificio- pero no me vuelvas a meter en un lío de estos... ¡casi nos pillan! Es que... ¿Si nos hubieran cazado qué habrías hecho?"

"Pues me hubiera subido los pantalones y habría empezado a hablar sin parar, preguntándoles qué tal la fiesta, si habían visto antes el partido de La Sexta, que menudo golazo de Messi, que si tenía alguien un cigarrillo porque me he quedado sin tabaco, que vaya putada ponerse a llover de repente a estas alturas de año... y en lo que se hubieran dado cuenta ya estaríamos con dos o tres de ellos bajando en el ascensor, les diríamos adiós en el portal y aquí paz y después gloria", contesté.

Mi amiga torció el gesto: "¿Estarás de coña no? Lo que me faltaba...", dijo.
"Claro mujer, es broma", mentí.

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Un par de días después mi padre y yo nos deshicimos de la vieja bicicleta estática, en vez de tirarla al contenedor la subimos a ese rincón (fue idea suya, que conste) del edificio... "Aquí no molesta a nadie y si te apetece volver a cogerla cualquier día la tienes a mano para bajarla de nuevo a casa", comentó, después de que la soltásemos y la colocase contra la pared.

Mi padre bajó las escaleras de vuelta aliviado por tener un trasto menos y haber ganado espacio en la casa; yo entusiasmado porque con la bici allí arriba ya tendría perchero donde poder dejar abrigos y demás ropa, en vez del puto suelo.