lunes, 29 de diciembre de 2014

"Y en tu fiesta me colé" - Numerus Clausus

Hace un tiempo, a estas alturas de mes y a punto de acabar el año, yo me encontraba un poco desanimado en lo relativo a mis relaciones con las chicas.
Aquel año estuve detrás de una en concreto y mis torpes esfuerzos no obtuvieron recompensa... alrededor de ella transitaron algunas "satélites" pero mi mala racha alcanzó dimensiones épicas, todo lo que pudiera salir mal a la hora de relacionarme acababa sucediendo, de hecho solía bromear con mis amigos afirmando estar bajo el influjo de una maldición gitana o algún siniestro mal de ojo.

La tarde/noche del sábado anterior a nochevieja llamé a mi colega Sergio para ver qué plan había y me contestó que se había enterado de que Gustavo (un chaval que solía salir con nosotros desde la época del instituto) organizaba una fiesta en su pisito de estudiante.
"He hablado con Chemita, ya está allí, me ha dicho que hay bastantes chicas... -Sergio mostraba entusiasmo al describir el inesperado plan- ven a buscarme dentro de media hora y vamos juntos para allá"

Dicho y hecho, pillé una botella de Jim Beam en el supermercado, pasé por donde Sergio y caminamos hasta la casa de Gus, en plena zona de las facultades.



No recordábamos el número del portal ni del piso, volvimos a llamar a Chemita y nos los dijo: "daos prisa que hay un grupo de extranjeras que no tardarán demasiado en irse...", añadió.

Tocamos el timbre abajo y nos contestó una chica, nos anunciamos como amigos de Gustavo y nos abrió la puerta... arriba lo mismo. La puerta daba directamente a la cocina, allí estaban Chemita y tres chicas, todos ellos sirviéndose bebidas.
Se oía murmullo al fondo del piso, música y vidrios procedentes del salón.
Dejé la botella sobre la primera mesa a mi alcance y mientras agarrábamos sendos vasos de plástico empezamos a hablar con el grupo de la cocina.

Una de las chicas se llevó un cigarrillo a la boca y me pidió fuego, se lo dí y a continuación encendí yo uno de los míos... dos caladas después se desató la Tormenta Imperfecta.

Gustavo apareció en la cocina hecho una furia y comenzó a gritarnos. "¿Pero qué hacéis aquí vosotros dos? ¿Quién os ha invitado? Teneis un morro que os lo pisáis ¿no? Vaya poca vergüenza presentarse aquí así por las buenas..."

Sergio le explicó que había hablado con Chemita, que él le dijo que fueramos sin problema... también le dijo que abajo en el portal le había llamado a él primero para preguntarle el número del piso pero como no contestaba llamó de nuevo a Chemita...
Sergio trataba de mantener la calma pero ambos estábamos alucinando por el modo en que Gustavo nos estaba gritando, absolutamente desencajado.

Miró a Chemita en busca de confirmación del testimonio de Sergio y nuestro "cómplice" se encogió de hombros, "no pensé que fuera a molestarte tanto tio", dijo.
"Pues para otra vez ya sabes lo que tienes que hacer o no vendrás tú tampoco -le señaló con el dedo, amenazante, después se giró hacia mi y blandiendo el mismo dedo acusador prosiguió- ¿y tú qué haces fumando aquí? ¡En esta casa no se fuma! ¡Apágalo!"

Se me estaban hinchando las narices pero decidí contar hasta cinco y morderme la lengua, ciertamente era su casa y no teníamos permiso directo suyo para acudir a la fiesta, quizás le habíamos pillado ya pedo y cabreado por algo...

"Encendí el cigarrillo justo después de que ella lo hiciera", contesté, señalando con la punta del pitillo la esquina de la cocina donde la boquiabierta chica (todos los presentes estaban flipando) fumaba ajena a todo mal.

Gustavo se acercó a ella y sonriendo nervioso, poniendo un tono de voz meloso dijo "cariñosamente": "joo Loreenaa, os había dicho antes que aquí era mejor que no fumase nadie... no vuelvas a hacerlo porfi"



Mi paciencia se acabó, verlo convertido en una penosa mezcla de Hulk, Gollum y Arturo Fernández y tratarnos de aquella manera no era de recibo... di un paso al frente: "osea que a mi por fumar me pegas un ladrido, ¿y a ella medio segundo después por lo mismo le haces una carantoña?? ¡Que te den!", agarré la botella de Bourbon, tiré la colilla al fregadero y me dirigí a la puerta. La abrí y Sergio vino detrás.

-    -    -    -    -    -    -    -    -    -    -


Unas horas después, un par de chicos que asistieron a la fiesta nos llamaron y se vinieron al bar donde Sergio y yo tomábamos algo. Su testimonio fue tan inesperado como revelador... a la par que triste.

Nos contaron que Gustavo llevaba dos meses organizando ese tipo de fiestas "clandestinas", intentando aprovechar desesperadamente su reciente independencia en el piso de estudiante... nosotros no sabíamos nada porque Gus solo invitaba a los amigos que consideraba "feos" o que "no pudieran hacerle sombra".
Invitaba a un montón de chicas de la uni y solo a unos pocos varones, todos ellos con un reconocido prestigio a la hora de no seducir ni a una mosca...

Pregunté a uno de los "confidentes" por qué demonios se prestaba a semejante juego... pero apenas supo encogerse de hombros, imagino que ellos en cierta extraña manera habían compartido la penosa teoría de Gustavo hasta que ésta, al enésimo fracaso, se vino abajo por sí sola.

-    -    -    -    -    -    -    -    -    -    -

Paradójicamente, lejos de sentirme ofendido por haber sido expulsado de aquella fiesta, lo agradecí inmensamente... durante un tiempo incluso lo llevé a gala.

Como dije al principio del relato, mi estado anímico por aquel entonces en lo relativo a mis asuntos con las mujeres era más bien bajo... de repente, el saberme parte de la "lista negra" de Gustavo y advertir que alguien tan rabiosamente competitivo (y bien parecido) como él me consideraba un adversario, supuso un inesperado empujoncito y un curioso chute de autoestima.

El año nuevo arrancó por todo lo alto y la "buena racha" (no exenta de ciertos lógicos baches) por entonces iniciada, aún perdura.
Toco madera.

¡Feliz 2015 para todos... y que corra la Fanta!  


viernes, 12 de diciembre de 2014

Mirando hacia atrás sin Ira - Los "Sin-Sexo"

No soy un tipo rencoroso pero durante muchos años se la he tenido jurada a cierta chica de mi instituto. No recuerdo su nombre (tan solo su apodo), tampoco intercambié jamás palabra alguna con ella... pero tengo mis motivos.

Sucedió la última noche de un viaje estudiantil, en un destartalado hotel de la costa mediterránea. Todos los alumnos del curso estábamos de fiesta quemando las naves, absolutamente enloquecidos... noches como aquella merecerían un análisis detallado pero hoy simplemente comentaré que al final de la velada conseguí convencer a una chica de la clase de al lado para que se viniera conmigo al hotel.

Mis amigos y yo habíamos hecho un pacto previo al comienzo de la juerga, dejaríamos uno de los cuartos libres por si alguien acabase "necesitándolo"... recuerdo que me uní a tan atolondrada conjura levantando la botella de Martini blanco que por aquel entonces despachaba (directamente a morro), tan eufórico como absolutamente carente de fe en mis posibilidades.


Sin embargo unas pocas horas después, volviendo al hotel de madrugada con Rosa agarrándome del brazo agradecí haber sido tan previsor, por una vez la bravuconería adolescente no caería en saco roto... y contra todo pronóstico (no faltó la tradicional porra al respecto) sería yo quien "mojase" aquella noche.

-   -   -   -   -   -   -   -   -   -

Yo aún estaba muy verde en aquellas cuestiones y mi optimismo, visto ahora, resulta ciertamente enternecedor... ¿Pero por qué demonios debería yo pensar que saldría mal aquella jugada? Aún ignoraba que la adolescencia consiste en eso, en caminar sonriente por la acera y estamparte de repente contra inoportunos postes o farolas.
A mi farola de aquel día la llamaban "PANRICO" sus compañeros de clase, era una chica repetidora que recibía semejante apodo (creo) por:
a) su afición a devorar bollitos a todas horas, tanto en el patio como en medio de la clase.
b) su cara redonda con forma de berlina

El caso es que cuando llegamos al hotel, la habitación que supuestamente debería esperarnos vacía no lo estaba: dos chicas revoloteaban dentro, hablando con algunos de mis amigos y otros tantos extraños... las "pobres" estaban sin techo porque su compañera de cuarto aquella noche, la maldita Panrico, se había agarrado tal pedo que abandonó la discoteca antes de tiempo yendo al hotel, encerrándose dando tumbos en el cuarto de enfrente y dejando la llave puesta por dentro...
Por más que la habían llamado o golpeado la puerta, ella no respondía, profundamente dormida, etílicamente inconsciente.

Al instante aparecieron más ovejas descarriadas, gente desubicada rebotada por otras tantas puertas que se les habían cerrado en plenas narices, accidentalmente o no.
De repente alguien tuvo la ocurrencia de que todos ellos acampasen, en plan comuna, en aquella habitación tan oportunamente desocupada... el picadero convertido en albergue.

Maldita sea mi suerte, en ese hotel había gente follando, algunos obligaban a otros a buscarse la vida para pasar la noche... y yo de repente había pasado de presunto follador a incipiente Madre Teresa acogiendo a los "sin sexo".


Como no podía ser de otra manera, procedí a golpear con todas mis fuerzas la puerta de la Panrico, pensando que si lograba despertarla todo volvería a su cauce original: aquellas petardas dormirían en su cuarto, la manifestación se dispersaría, se llevarían la fiesta de pijamas a otra parte y Rosa y yo nos daríamos la madre de todos los revolcones juveniles.
Pero ya era demasiado tarde, gente y más gente entraba (y se instalaba) en mi supuesta zona franca... y ni los GEO habrían sido capaces de despertar a la borrachuza saboteadora.

Rosa vio a una amiga dentro del "cuarto de invitados" y fue tras ella. Encendí el último cigarrillo que llevaba encima y observé el interior desde el umbral, aquello parecía un vagón de deportados camino de un campo de prisioneros: chicos y chicas hacinados por el suelo, una docena cruzándose llenando las tres camas, los armarios abiertos y también ocupados...

Me acerqué a Rosa y le propuse irnos a buscar otro sitio donde poder estar a solas, ella se encogió de hombros, miró a su amiga y se recostó junto a ella en una de las camas... a continuación estiró el brazo ofreciéndome la mano y tiró de mi para sentarme a su lado.
"Anda, pasemos aquí el par de horas que quedan de noche, total nos tenemos que poner en marcha en nada...", me susurró al oido.
A continuación me agarró del brazo y apoyó su cabeza sobre mi hombro.

Miré a mi alrededor, estaba siendo desagradablemente observado, jamás me había sentido más ridículo en toda mi vida.
"Lo siento Rosa, pero esto no es lo que yo tenía en mente, para estar así me voy a mi cuarto", dije antes de incorporarme y salir de la habitación evitando (no siempre con éxito) pisar alguna extremidad de los inquilinos desparramados.

Antes de cerrar la puerta tras de mí observé la cara de Rosa, su mirada entristecida, imagino que decepcionada... apagué mi cigarrillo contra la puerta de la Panrico y entré en mi habitación donde mis dos compañeros llevaban roncando plácidamente por lo menos un par de horas.
A pesar del ruido que metí solo uno de ellos se percató de mi llegada. Me acosté y aunque cerré los ojos con fuerza, no pude dormir.

-   -   -   -   -   -   -   -   -   -

A la hora del desayuno no se me había pasado el enfado, de hecho aumentó cuando esperando mi turno en la cola de la cafetería se me cruzó la célebre Panrico... caminaba trémula, con el gesto descompuesto, llevaba las gafas de sol puestas y sujetaba un cigarrillo arrugado, a modo de mantra repetía: "necesito un café, necesito un café... hasta que no me tomo mi café por la mañana no soy persona" (siempre he odiado esa frase y desconfío de quienes la pronuncian)

Si las miradas matasen aquel habría sido su último minuto sobre la faz de la tierra. Aquella cabrona derribó la primera pieza del cruel dominó que arrasó con mis pobres esperanzas sexuales... a partir de ese instante la Panrico se había ganado un enemigo mortal, irreconciliable.

Por suerte para ella como supervillano soy igual de dañino que Gargamel para los Pitufos o el Coyote para el CorrecaminosEn todos estos años apenas me habré cruzado con ella unas pocas veces y mi venganza se ha limitado a fulminarla con la mirada y rugir un poco para mis adentros... nada punible.



Pero en estos últimos meses resulta que he coincidido con ella bastantes veces en el mismo autobús urbano, yo camino del trabajo y ella de vuelta a su barrio. 
Observarla de frente (a pesar del tiempo transcurrido) nuevamente sacaba lo peor de mi. Conserva la cara redonda y su gesto despistado, no muy alejado de aquella infame facha de la famosa resaca... 

Estas últimas ocasiones no he podido evitar mascullar los clásicos insultos o mirarla con la misma delicadeza que Hannibal Lecter dedica a sus aperitivos andantes... pero hoy ha sido diferente, algo ha cambiado dentro de mi.

De repente, mientras la maldecía por enésima vez, me ha dado por revisitar la famosa escena hotelera eliminando el "factor Panrico", centrándome en Rosa y en mi. 
¿Por qué no quiso irse conmigo a buscar cualquier otro lugar donde poder montárnoslo? Pensándolo fríamente casi podría jurar que cuando el plan se vino abajo ella sintió cierto alivio... y ya cuando vio a su amiga entre los recién llegados pasé descaradamente a un segundo plano. De habernos encerrado a solas en el cuarto me huelo que ella no habría querido pasar del besuqueo, vamos... con mi suerte de la época, ¡SEGURO!
Si aquella noche no acabé con Rosa fue porque ella no quiso, no puso nada de su parte para saltar aquel obstáculo, solo grande en apariencia cuando el deseo verdaderamente aprieta... y sobra decir que no fue ese su caso.

Por primera vez, tras casi veinte años, he mirado a la Panrico sin odio. Supongo que queda oficialmente perdonada.
Eso sí, se abre la veda para Rosa...
Supongo que durante el próximo lustro ella será la principal responsable de aquel incidente, después vendrá el turno de condenar por ello a mis insolidarios amigos... calculo que para el año 2023 caeré en la cuenta de que la culpa fue única y exclusivamente mía.