jueves, 7 de octubre de 2010

FETICHE

Aquel mediodía de finales de verano él se encontraba en la parada de siempre, esperando la llegada del autobús, rebuscando (entre la calderilla que reventaba su bolsillo) los céntimos justos que costaba el billete.
Un par de monedas se le cayeron al suelo y tuvo que avanzar algunos pasos para recoger la última... fue entonces cuando los descubrió.

Detrás de la marquesina transparente de la parada estaba sentada en la barra una chica bastante joven, máximo diecisiete años, le colgaban las piernas sin tocar el suelo... y a sus pies quedó situada la más pequeña moneda de cinco céntimos.

Tenía un pie descalzo balanceándolo por los aires (su correspondiente calzado reposaba en el suelo) acariciando suavemente el empeine del otro, el cual sujetaba frágilmente una francesita que ya apenas colgaba inestable, prendida tan sólo por uno de sus dedos.
Cuando él se agachó a recoger la moneda ella, embelesada con el sonido atronador procedente de sus cascos, ni siquiera reparó en el muchacho, ni en la manera en que aquel desconocido le miraba fijamente los pies, los más bonitos que jamás había visto en su vida.
Contemplándolos, se quedó sin aliento.

Cinco minutos después cada uno estaría en un autobús distinto y él "olvidaría" lo sucedido, concentrándose en la lectura de aquel libro tan plomizo que le habían (equivocadamente) recomendado.


Sin embargo la noche siguiente, en un parque de las afueras, mientras se follaba por detrás a aquella chica que le había estado haciendo un férreo marcaje en el "Bar de Adolfo"... le volvió todo de repente, como una revelación.
Su amante estaba prácticamente abrazada a aquel árbol medio seco y amordazaba sus gemidos tapándose la boca con el antebrazo... él estaba bastante empalmado, pero demasiado borracho para correrse.
Eso... y que ella no le ponía lo suficiente. Un polvo extraño que no se dirigía a ninguna parte.

Fue entonces cuando recordó los pies perfectos de la chica de la parada, ocuparon por completo su pensamiento mientras embestía duro aquel trasero... recordó centímetro a centímetro el sensual recorrido que hicieron mientras él se inclinó junto a ellos, su más humilde servidor, su esclavo...

Las piernas le temblaron mientras se corrió, abundantemente. Le costó recordar la última vez que había gozado tanto, con tan poco.



sábado, 2 de octubre de 2010

Teléfono Rojo... ¿Volamos hacia Cantabria?

Me suena el teléfono móvil... un número extraño aparece en la pantallita pero aún así contesto.
"¿Mr. Rific?", dice una voz femenina... "Mmm, ¿quién es?", respondo.
"Mira, soy Fulanita de la Empresa X, nos ha pasado tu número tu amiga Marta V., que nos ha dicho que te gusta mucho viajar, las escapadas de fin de semana, pasarlo bien..."
Comienzo a pensar lo peor.

"Bueno, como a todo el mundo supongo, pero si Marta V. lo dice...", trato de defenderme. (Por cierto, ¿quién coño era Marta V.?)

"Ya claro, pero bueno –pasa sin más miramientos al grano- el motivo de la llamada es que nosotros, la Empresa X, te ofrecemos una superoferta con bonos de hotel para diez fines de semana por una cantidad estupenda, que podrás utilizar a tu antojo durante los próximos doce meses, con descuentos increíbles, estamos hablando de habitaciones dobles, cuatro estrellas mínimo..."

Intento pararle los pies diciendo que esa no es la clase de turismo que a mi me gusta hacer, que yo soy más de agarrar la mochila y acabar donde sea, sin excesivos escrúpulos con las estrellas, estrellándome incluso... pero mi interlocutora ya ha empezado su discurso comercial preprogramado y resulta imposible dialogar, ella tiene que soltar su rollo y debe agotar todas las vías ignorando cualquier negativa por mi parte.



Finalmente le digo que no estoy interesado en la oferta, trato de despedirme educadamente... pero ella no tira la toalla y me suelta lo siguiente: "piensa en lo bien que vas a quedar con tu chica, llevándola a todos esos hoteles maravillosos, así no pensará que eres un tacaño"
Muy bien reina, si vamos a ser descarados ahora me toca a mí...

"Ya, pero es que... ¿sabes una cosa? Yo no tengo pareja así que no sé con quién podría aprovechar este superofertón", digo con tono lastimero, y aunque ella trata de interrumpirme comenzando a decir "bueno, seguro que alguien habrá..." yo le corto rápido y me tiro a su yugular.

"Me temo que vas a tener que venir tú conmigo...", digo.
"¿Cómo?", exclama la teleoperadora.
"Lo que oyes, tú me ofreces esos bonos para habitaciones dobles pero yo no tengo con quien ir, así que si entras en el pack, seguro que me animo..."

Silencio al otro lado de la línea... prosigo: "mira, este fin de semana todavía hace buena temperatura, vámonos por ejemplo... ¡a Cantabria! ¿estás libre? ¿desde dónde me haces esta llamada? ¿cómo dijiste que te llamabas? Te invito a cenar, para que veas que no soy un tacaño, y con el calendario delante elegimos todos los findes que nos vengan bien para irnos de viaje..."


"¿Pero qué dices? –finalmente logra pronunciar palabra- Eso no puede ser... yo no..."
"¡Venga anímate! ¿Qué te cuesta? Seguro que en la Empresa X iban a estar encantados contigo si accedes... ¿me envías una foto tuya?"
Incomprensiblemente, llegado a este punto... me colgó.

Media hora más tarde, recordé quien era Marta V.