lunes, 25 de mayo de 2015

(Uuh, vaya lío) "LOS NOVIOS DE MIS EX-AMANTES...¿SON MIS AMIGOS?"

Hace justo dos años, por estas fechas, conocí a Carmen.

La primera vez
que nos vimos fue una fría noche de domingo de Mayo. Nos liamos en el segundo bar y cuando propuse seguir la fiesta en otro lugar más apartado me paró los pies, subió a su coche y se despidió con aire condescenciente.

La segunda vez que nos vimos fue un par de días después, pasamos casi toda la mañana en la esquina de un bar bastante oscuro metiéndonos mano a saco. Cuando nos despedimos no propuse nada de irnos a alguna otra parte. No lo hicimos. Por la tarde me escribió que se había quedado con ganas de más.

La tercera vez
que nos vimos fue mes y medio después. Entre medias (aprovechando una semana que me encerré para estudiar por unos exámenes) ella había conocido a otro chico y comenzaron a salir "en serio".
La cosa no les debió de ir bien así que quedamos una extraña noche de sábado de Julio, subió a mi casa, follamos tres veces y cuando ella ya se quería tapar para dormir le pedí "amablemente" que se fuera. Iba tan borracha (esa fue la principal razón por la que no me apeteció dormir con ella, estaba diciendo demasiadas estupideces) que se lo tomó a risa y salió de mi casa cantando y haciendo bromas.
Las dos semanas siguientes me propuso quedar para volver a follar pero yo no pude. Después me fui de vacaciones.

La cuarta vez
que nos vimos fue de nuevo en el bar de la segunda cita, pero esta vez no montamos ningún numerito. Era Noviembre, me dijo que acababa de conocer a un chico y estaba pensando sentar la cabeza con él. A pesar de todo nos estuvimos besando un rato y me dejó agarrarle una teta por debajo de la ropa.

-   -   -   -   -   -   -   -   -

Los meses siguientes nos distanciamos, un día de la pasada primavera la vi desde el bus sentada en una terraza tomando café con un chico.

El pasado verano la saludé por whatsapp y me contó que lo suyo con aquel nuevo fichaje iba viento en popa, después soltó algunas indirectas acerca del día que la eché de mi casa... acabó despidiéndose altanera.

Hace poco buscando un contacto en la agenda del móvil reparé en su foto de perfil, sonriente junto a su nuevo amorcito vestidos ambos con ropas de esquí en un paisaje nevado. "Soy feliz, no se puede pedir más", rezaba su estado, junto a un icono besucón y otro sonriente ruborizado.

Hasta ahí bien, normal, la chica se ha echado novio y lo disfruta, cojonudo. Pero...


Esta tarde he entrado en LINE, no lo suelo usar pero quería vaciar la aplicación de tanto mensaje publicitario; el caso es que en el apartado de "amigos" se me habían agregado automáticamente una serie de contactos, o su incorporación estaba pendiente de que yo aceptase (no sé muy bien cómo funciona esa cosa)... pues bien, el caso es que uno de ellos era un tal JOSE y en la foto del perfil sale un sonriente primer plano de Carmen con su novio.

Insisto: desconozco el funcionamiento de esa aplicación, no sé si detrás de la invitación del tal "Jose" hay una explicación sencilla o toda una trama conspiranoica.

¿Qué coño hace ahí ese fulano con gafas de esquiador? ¿Año y medio después de mi última cita con su chica y un año después de la última conversación? ¿De qué va todo esto?

Puto smartphone, a veces da verdadero miedo...


viernes, 15 de mayo de 2015

"LA HORA FELIZ"

Una vez fui con un amigo a ver un partido de fútbol a un bar. Los días de champions el garito solía estar a reventar pero tuvimos suerte de encontrar una mesa aunque fuera en el rincón más remoto del local.

Durante el encuentro pedimos varias cervezas y la camarera se mostró muy atenta, pendiente y simpática con nuestra mesa... quizás demasiado.

Siempre he desconfiado de las sonrisas y guiños de las camareras, nunca he pensado que me los regalasen "por mi cara bonita" sino para incentivar mi sed y aligerar mis bolsillos. Que conste que no me parece mal, de hecho con la mayoría de varones funciona.
Comencé a fijarme en su proceder con el resto de mesas y clientes y vi que no había gran diferencia... misterio resuelto. ¿O no?

Tres días después volvió a haber partido y quedé con otro amigo en el mismo bar. Cuando entré éste aún no había llegado pero la camarera al verme salió de la barra y sonriendo me dijo que había supuesto que hoy volvería así que tenía reservada una mesa para mi, ciertamente mejor que la del otro día.
Me acompañó hasta ella y tras sentarme se inclinó (mostrando un interesante escote) para preguntarme si quería "una pinta de esas de cerveza como el otro día" apoyando su mano en mi hombro... cuando dije que sí apretó suavemente la mano, "ahora mismito te la traigo".

Ya con mi amigo al lado, durante el partido, el repertorio de gestos, detalles y miraditas de la camarera superó todo lo acontecido la vez anterior... ¿sería esta la excepción a mi teoría? ¿Querría algo más que una propina?

Cuando fuimos a pagar le agradecí el buen trato y pregunté su nombre...cuando escuchó el mío dijo que un tío suyo se llamaba igual.
Ese tipo de comentario me sonó a clásica empatía forzada comercial... pero confieso que salí del bar concediéndole el beneficio de la duda.

-   -   -   -   -   -   -   -

Dos días después volví al bar, el local estaba tranquilo así que estuve hablando un rato con ella en la barra. La charla iba bastante bien así que al levantarme del taburete para irme, a modo de despedida, le pregunté a qué hora acababa de currar... su cara se transformó en un dibujo animado japonés.


Fue entonces cuando reparé en la gris y silenciosa figura de un chaval que en bermudas, camiseta de tirantes y chanclas (con un cigarrillo en la oreja) se pasaba las horas muertas en una esquina de la barra ojeando el Marca.

Ella se puso a mirarlo de manera nerviosa pero él seguía enfrascado en los resultados deportivos ajeno a nuestro diálogo...
La camarera comenzó a balbucear algo ininteligible así que decidí liberarla del apuro.
"Tranquila, ya veo que no es buen momento -dije sonriendo- si te parece bien retomaremos la conversación en otro momento..."

Me fui del bar y ella se apresuró hacia la esquina donde estaba el chaval.
Una vez en la calle no pude evitar seguir con mis dudas... ¿y si el rubor de su rostro también era una técnica comercial?

-   -   -   -   -   -   -   -

Las siguientes veces que vi a la camarera, dentro y fuera del bar, iba siempre acompañada de su chico. Al principio cuando me veía sonreía de una manera extraña y saludaba discretamente con un sencillo gesto levantando las cejas.

En el bar siguió atendiéndome con "profesionalidad" pero se acabó eso de sobarme el hombro, darme palique cada dos por tres o ponerme el platito de los frutos secos a rebosar.

El pasado septiembre volví al bar tras una larga ausencia y me crucé con ella en la entrada, me dio la sensación de que había engordado bastante pero no pude verla del todo bien... esta semana santa cuando la vi empujando un carrito de bebé en la puerta del garito todo cobró sentido.

He tardado un tiempo pero creo que ahora ya sé cuál es su horario laboral...


martes, 5 de mayo de 2015

"VUDÚ"

Hace unos cuantos años, por motivos de trabajo, estuve yendo a diario durante casi un mes a cierta cercana ciudad de provincias.
Durante los trayectos en coche estreché lazos con una compañera de trabajo, recuerdo el momento justo en que íbamos caminando por una calle y al despedirnos (cada uno tenía tarea asignada en diferente zona) nos miramos y saltó una chispa.

Varios cafés después una de nuestras despedidas fue más íntima, nos besamos detrás de un puesto de lotería bajo una lluvia torrencial.
Por supuesto, como en toda torpe historia que se precie (al más puro estilo romance veraniego adolescente), aquello sucedió en nuestro último día en la ciudad...

El resto de la "relación" ya transcurrió en nuestra localidad y el cambio de escenario (sin ningún motivo aparente) nos vino mal.
La magia se había desvanecido, de hecho solíamos rellenar los incómodos silencios volviendo al anecdotario de aquellas semanas en otra ciudad.


Por supuesto todo se volvió súmamente aburrido, el presente no interesaba y el futuro no existía.
Quince días después del primer beso no solo dejamos de quedar, ¡habíamos dejado de gustarnos!

Siempre nos quedaría "París"...

-   -   -   -   -   -   -   -   -

No todo fue bueno en aquella ciudad. Año y pico después regresé con una especie de novia y se desató el apocalipsis.
Escenificar una ruptura haciendo turismo inevitablemente contamina todos los lugares que visitas.

El día paseando fue malo, la tarde en los bares infame y la noche en el hotel subrrealista.
Por la mañana no vimos las cosas de distinta manera, aquello llegaba a su fin sin aparente remedio.
El desayuno en cierta cafetería fue un momento realmente duro, había demasiada amargura y dolor en el ambiente... apenas pude probar bocado y a continuación nos despedimos de muy mala manera regresando a casa cada uno por su lado.

Antes de irme de la ciudad lamenté que los buenos recuerdos que tenía de aquel sitio se hubieran visto profanados por este último numerito, tan desagradable.

Lo último que vi antes de salir a la autovía fue un enorme cartel de publicidad que ponía "Yo no soy tonto" y reconozco que me entró una siniestra risa floja.

-   -   -   -   -   -   -   -   -

Cuatro meses después conocí a una chica de esa ciudad a través de internet y quedamos en tomar algo en su barrio un sábado al mediodía.
Camino de su tierra no me quitaba de la cabeza lo mal que lo había pasado la última vez que fui. A mitad de camino tuve una idea...

Llegué antes de lo previsto así que ni corto ni perezoso volví al bar donde tuvo lugar aquel último desayuno tan amargo, me senté en la misma mesa, misma silla... pedí una caña, agarré el periódico, encendí un cigarrillo y me quedé allí quince minutos relajado, bebiendo y saboreando la tapita, tarareando las canciones del hilo musical... deshaciendo el hechizo.


Camino del lugar de la cita fui escuchando en el mp4 uno de mis discos favoritos... más tarde, ya con mi nueva amiguita, no se dio cuenta pero a pesar de ser ella la "anfitriona" fui yo quien dirigió el rumbo del paseo... volví a hacer el VIA CRUCIS de meses atrás, pero esta vez con alguien sonriente a mi lado y en tono amable, cómplice y distendido.

Tomamos algo en uno de los bares del anterior psicodrama (elegí nuevamente la misma mesa y silla) y lo pasamos genial.
Salvo el hotel (fue una cita relativamente casta) creo que "exorcicé" casi todos los lugares infectados... de hecho, la guinda del pastel fue el apasionado beso que la chica me dio en nuestra despedida, a escasos metros del lugar donde vi a la otra alejarse por última vez. Tan cerca... y tan lejos.

Desde aquel día no he vuelto a esa extraña ciudad, no por falta de ganas, simplemente no se ha dado la ocasión.
Tampoco conservo contacto con ninguna de las protagonistas de estos incidentes... mi vudú suele funcionar, pero dista mucho de ser perfecto.