lunes, 30 de abril de 2012

Vacaciones en el Mar (2ª parte): "ROMPEOLAS"

(VIENE DE LA ENTRADA ANTERIOR) -PINCHE AQUÍ PARA LEERLA-

"Ya sé que no te interesa pero voy a contarte mi vida", dice abriendo una lata de Mahou Clásica y tumbándose a mi lado desnuda sobre la cama.

Me dice que lleva unos pocos meses bastante perdida, que acaba de divorciarse... me habla de su marido (un transportista con cierta afición a bajarse al moro y hacer numerosas paradas técnicas en clubes de alterne), de lo que le ha costado mandarle a paseo y de las recaídas que ha tenido recibiéndole en casa (y cama) alguna que otra mañana mientras sus hijos estaban fuera...

"¿Hijos?", pensé en voz alta antes de preguntarlo.
"" -contesta- el menor tiene diecisiete años y la mayor diecinueve... van fatal en el instituto, repetidores los dos y encima este año les han puesto en la misma clase..."


Me incorporo y observo bien a aquella mujer, habría jurado que no tiene más de treinta y cinco años pero de repente no me salen las cuentas...
Soy consciente de mi falta de cortesía pero igualmente pregunto cuántos años tiene... "dentro de un par de meses cumpliré cuarenta y uno, ¿tú?", responde.
"Sólo cinco menos", miento, realmente me saca casi nueve...

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Volvemos a hacerlo. A continuación enciendo la radio, sintonizo una emisora musical y propongo sacar otro par de cervezas del frigo... pero ella prefiere que bajemos a un bar y así "me invita a algo pagando la apuesta del baño en la playa".
Nos vestimos y bajamos.

Se ve que sigue descolocada por todo lo sucedido en el último par de horas. Pedimos un par de jarras, nos sentamos y ella comienza a presentarme (a su modo) un innecesario alegato de defensa: "me has liado que no veas", arranca... y prosigue contándome lo que le costó a su marido conseguir primero quedar con ella, más tarde ser su novio y finalmente llegar al sexo.

"Los tiempos cambian -comento- ...y además, según maduramos aprendemos a desdramatizar ciertas cosas..."

Vuelve a hablarme de sus hijos, del chico todo el día enganchado a la consola y de la chica que apenas para por casa, saliendo habitualmente con chicos mayores... "seguramente mi niña venga con los amigos a la gran fiesta que se hace aquí en jueves santo", me dice antes de dar un trago largo a la jarra.

"¿Cómo es tu hija, se parece a ti?", pregunto procurando que no se note demasiado lo que pasa por mi sucia mente...
"¡Es mi misma versión veintidós años rejuvenecida!", ríe a carcajadas, ya parece más relajada... con la cerveza se le suelta la lengua y mientras yo comienzo a imaginarme lo que sería ligar con madre e hija en la misma semana ella inesperadamente me confiesa que su marido fue el primer novio que tuvo, que después del divorcio se acostó una noche con otro con lo que al parecer... soy el tercero de la lista.

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Con la siguiente ronda nos enrollamos otro poco en la penumbra del local, pero el ambiente propicio no dura demasiado... de repente quitan el hilo musical y una de las camareras anuncia el comienzo de la tradicional sesión nocturna de karaoke.

Las canciones elegidas por la mayoría de participantes son bastante tristonas, todas baladas (y de las menos conocidas) de artistas tan vigentes y marchosos como José Luis Perales, Juan Pardo, Dyango, Mocedades, Mari Trini...

A pesar del cadencioso repertorio, la gente le echa ganas y resulta divertido verlos en acción... hasta que por desgracia cierto sujeto (sin duda enviado desde el mismísimo infierno) sube al estrado y comienza a cantar una canción de (otro imprescindible para animar funerales) Ricardo Arjona.

El título de la pieza: "Señora de las cuatro décadas".


Mi acompañante al principio no dice nada pero su rostro sufre una inquietante metamorfósis mientras escucha al inoportuno fulano canturrear frases tan delirantes como:

Señora de las cuatro décadas
y pisadas de fuego al andar,
su figura ya no es la de los quince
pero el tiempo no sabe marchitar ese toque sensual,
y esa fuerza volcánica de su mirar

Señora de las Cuatro Décadas permítame descubrir,
que hay detrás de esos hilos de plata
y esa grasa abdominal que los aeróbicos no saben quitar.

Señora, no le quite años a su vida
póngale vida a los años que es mejor
Señora, no le quite años a su vida
póngale vida a los años que es mejor
porque nótelo Usted, al hacer el amor siente las mismas cosquillas
que sintió hace mucho mas de veinte
nótelo así de repente,
es Usted amalgama perfecta entre experiencia y juventud.

Señora de las Cuatro Décadas,
Usted no necesita enseñar su figura detrás de un escote
su talento esta en manejar con mas cuidado el arte de amar
Señora de las Cuatro Décadas,
no insista en regresar a los treinta
con sus cuarenta y tantos encima deja huellas por donde camina
que la hacen dueña de cualquier lugar............


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Con la enésima repetición del estribillo observo como mi nueva amiga, hasta el momento jovial, exultante, juvenil... envejece a ojos vista al compás de la interminable canción.

Me entran ganas de cogerle la mano y sacarla del bar... de arrojar mi jarra vacía directa al cráneo del cantante... de gritar "¡fuego!" y desviar la atención... de subir al escenario e inventarme cualquier otra letra...



"¡Pero qué canción más deprimente por Dios!", exclama mi acompañante llevándose las manos a la cabeza...
"¿Ah sí? -pregunto indiferente, señalando un cartelito en una columna con el listado de precios de pizzas, sandwiches y hamburguesas- ni me había dado cuenta, si te soy sincero no la estoy escuchando... ¿te apetece cenar algo?"

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Tras la penosa canción le cuesta remontar el ritmo de la cita, el cansancio acumulado tampoco ayuda (vino por la tarde para darse un simple baño y ya era casi medianoche).
No quiere que pidamos nada para comer y media hora después la acompaño hasta el coche.

Nos despedimos con un beso, dice que cuando llegue a casa me hará una perdida... cuarenta y cuatro minutos después cumple su promesa.

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El jueves santo mientras me ducho, afeito y preparo para salir a la gran fiesta no puedo evitar fantasear con la posibilidad de cruzarme y conocer a su hija... "sería una entrada del blog legendaria", pienso.

Por desgracia no tuve esa suerte, pero la noche también acabaría siendo glosada... -AQUÍ-
 

martes, 17 de abril de 2012

Vacaciones en el Mar (1ª parte): "TIBURÓN"

-JUEVES-

Mi autobús llega a la playa a primera hora de la tarde, arrastro la maleta durante doce deliciosos minutos sintiendo el sol en mi cara y contemplando el mar en el horizonte... abro todas las puertas y ventanas del apartamento, conecto los aparatos eléctricos y me cambio de ropa poniéndome algo más ligero y acorde con el clima local.

Dando un paseo me voy al supermercado "Dia%" que hay a la entrada del pueblo, lleno la cesta con productos básicos y en el pasillo de las salsas me fijo en una chica morena con pinta de indecisa.

Agarro un bote cualquiera de salsa tártara y me acerco a preguntarle si ella es de allí, porque me han dicho que en la zona hay un "Mercadona" pero no lo he encontrado... y señalando el bote que tengo en la mano: "es que la tártara que a mí más me gusta es la que hacen allí".

Cinco minutos de charla después salgo del supermercado con su teléfono apuntado y con una cita (a falta de confirmación final) en la puerta de ese mismo comercio, a la misma hora del día siguiente...


Por cierto, llevo años pasando mis vacaciones en ese lugar, sé perfectamente dónde está el Mercadona.

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Durante aquellos cinco minutos de charla (sonando de fondo la retahíla de ofertas por megafonía) ella se mostró amable, extrovertida y sonriente.
Me contó que no era de allí, que vivía a treinta y pico kilómetros pero que solía bajar en coche muchas tardes a tomar el sol... le pregunté si a pesar de estar en Abril también se bañaba y ella me dijo que jamás lo había hecho tan pronto, que solía esperar al verano... le confesé mis intenciones de (por muy fría que estuviera el agua) bañarme y dejé caer que si se atrevía podríamos intentarlo juntos alguna de esas tardes que viniera... el caso es que en vez de pedir auxilio o llamar a seguridad, la idea le pareció buena y quedamos en vernos al día siguiente para ponerla en práctica.

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-VIERNES-

Me despierto pronto, desayuno, doy un largo paseo por la orilla del mar, me preparo una cantidad obscena de spaghetti carbonara y duermo veinte minutos de siesta... poco antes de la cita me afeito, me ducho y saco la cajita de condones de la maleta.
Distribuyo (bien escondidos) algunos por lugares estratégicos del salón y ambos dormitorios.
Enciendo un cigarrillo y me pongo en marcha.

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18:00 - Nos saludamos y accedemos a la playa más cercana al lugar de la cita. Por esa zona el mar está picado y la arena llena de restos de algas y unas pocas medusas.
Decidimos cambiar de playa y yo propongo ir a una que conozco que no está nada mal. Subimos a su coche y le indico el camino.

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18:22 - Ella no lo sabe, pero acaba de aparcar en los aledaños de la playa situada justo debajo de mi casa.

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18:26 - Ahora el mar está en calma, ella se queda en bikini y yo me quito la camiseta.
"El último que se meta del todo paga luego las cervezas", dice ella adelantándose... pero al contacto con el agua helada se frena.


Yo no me lo pienso demasiado y tras dar cuatro pasos me zambullo sin contemplaciones.
Ella admite su derrota y tarda una eternidad en sumergirse por completo.

Mientras tanto hablamos y ella parece que se ríe y lo pasa bien... pero sólo cuando ella se mete hasta el cuello y se relaja dentro del agua me decido a atacar.

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18:33 - Sin ninguna excusa que me de pie a ello me acerco y la agarro de frente. Ella me mira fijamente y pone sus brazos alrededor de mi cuello, le digo que me gusta, que ha sido una suerte conocerla y la beso en la boca... ella se ríe, pero me lo devuelve.
"Yo no tenía en mente nada de esto...", dice.

Nos besamos intensamente durante un par de minutos y por debajo del agua empiezo a explorar dentro de su bikini... ella me aparta la mano que toquetea su pezón derecho y finalmente, de un respingo, se libera por completo: "me salgo fuera ¿vale?", dice, con gesto tan risueño como confuso.
"Si no te importa yo salgo ahora dentro de un minuto", contesto sonriendo y confiando en que mi erección baje en dicho período de tiempo.

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18:42 - Nos quitamos la arena primero en el borde de la playa y después en las duchas públicas del paseo marítimo. Ella pregunta si hay algún lugar cerca donde poder cambiarse y le propongo (levantando las manos en señal de tregua) hacerlo en mi casa... ella tuerce el gesto.
"Subimos, nos cambiamos en un santiamén -procuro sonar convincente- ...y bajamos a que me pagues la apuesta de la cervecita, ¿te parece?"
Me mira recelosa, sin embargo asiente y avanzamos.

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18:50 - Ella entra en el cuarto de baño del apartamento y yo me cambio fuera en el pasillo.
De repente me siento como un personaje de aquellas películas casposas que echaban por televisión cuando era niño, una especie de Fernando Esteso o Alvaro Vitali tentado de abrir la puerta del aseo para sorprender desnuda a la Adriana Vega o Carmen Russo de turno... pero la vida real no funciona así, consigo relajarme y decido hacer justo lo contrario.


Me visto del todo, agarro las llaves y la cartera, me quedo esperando de pie junto a la puerta de la calle...
Ella sale cambiada y parece aliviada al descubrir que no tengo (aparentemente) ninguna trampa preparada.

"¿Ya estás? -pregunto fingiendo indiferencia- venga, vamos al bar de abajo a tomar una caña...", acerco la mano hacia el pomo de la puerta, pero no lo giro...

Ella llega a mi altura, me vuelvo y le doy un nuevo (e inesperado) beso. Su reacción es buena así que insisto, ella no me frena... un minuto después hemos (mecánicamente) retrocedido y nos sentamos en el sofá.
"Me estás liando", dice. Me quito la camiseta y levanto la suya, desabrochando su sujetador...
"No puedo, de verdad... -susurra- yo no hago estas cosas el primer día, que estoy chapada a la antigua..."
"Bienvenida al siglo XXI", bromeo mientras deslizo su tanga.

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19:06 - Caemos sobre la cama de uno de los dormitorios, desde allí estiro la mano debajo de un cojín y saco uno de los providenciales preservativos.
Empezamos a follar y ella (aparte de clavarme con fuerza las uñas en el trasero) cierra los ojos de una manera inquietante, apretándolos fuerte...

Nada más acabar ella se incorpora arrodillándose sobre la cama y recoge su melena con las manos. Me mira con cara de no haber asimilado aún todo lo acontecido durante la última hora: "¿Lo tenías preparado?", pregunta.
"Tengo cervezas en el frigo -me levanto y entorno las ventanas- ¿quieres una?"

(CONTINUARÁ...)

-pinche aquí para leer el desenlace-