martes, 19 de agosto de 2014

MALA MEMORIA - ¡FANTOMAS VUELVE!

Hace años viví una experiencia algo destroyer narrada en este blog.

RESUMIENDO:
Quedé con una chica (A) que vino acompañada de una amiga (B). Mi plan era irme con ella pero se puso algo chula, dijo que ese día no quería nada conmigo y que además no pensaba dejar a su amiga sola... se fue un momento al servicio e hice una "entrada express" a la amiga, la cual no tuvo tantos escrúpulos: cuando la otra regresó del WC nos pilló besándonos.
"A" se fue cabreada sin decir nada, a "B" no pareció importarle demasiado y seguimos un rato ahi en el bar, luego en la calle... pero finalmente creo que leyó algún mensaje amenazante en el móvil y salió por patas.

Al día siguiente "A" me puso a parir en el messenger pero no sé cómo acabé convenciéndola para que viniera a mi casa. Después de follar tuve los santos cojones de pedirle (medio en serio medio en broma) el número de teléfono de "B" y ella (sorprendentemente) me lo dió.
Al día siguiente quedé con "B" y fue una cita tan absurda como escatológica.

Todo esto fue narrado al detalle en las siguientes dos entradas: 1ª parte2ª parte

-    -    -    -    -    -    -    -    -    -

Años después estaba sentado tranquilamente en mi cuarto y vi que "B" asomaba por el messenger. No habíamos hablado en todo ese tiempo, de hecho la única vez que nos habíamos cruzado fue en un bar que ella estaba sentada con su chico y al verme agachó (descaradamente) la cabeza.



Me animé a saludar:
- Hola, ¿qué tal?
- Hola bien y tú?
- Bien, ¿andas por la ciudad?
- Sí aquÍ estoy
- Hace mucho que no coincidimos: ¿cómo te va, tienes pareja?
- NO.
- Podríamos quedar entonces algún día si quieres.
- Vale, ok.
- ¿Esta tarde estás libre?
- Sí.
- Pues dime qué hora te va bien, la otra vez quedamos en el parque junto a la gasolinera...
- Dentro de una hora, vale, en la gasolinera.
- ¡Hasta entonces! (icono sonriente)
- chao (icono de un beso)

Aluciné, "pues sí que la he pillado con ganas"... eso sí, seguía sin tener ni la más puñetera idea de cómo se llamaba.

-    -    -    -    -    -    -    -    -    -

Camino de la gasolinera recordé que la otra vez apareció bastante tarde y vestida con algo parecido a un chandal.
Por suerte no se repitió la jugada, apenas llegó cinco minutos tarde y (para mi sorpesa) iba de punta en blanco. Sujetaba el móvil con la mano, iba tecleando.

Cuando me acerqué a ella para saludar su reacción fue apoteósica... me recordó a esos momentos en las pelis de Tarantino que héroe y villano se reencuentran y la banda sonora golpea con un sonido estridente.
Era la asesina negra de "Kill Bill" abriendo la puerta a Uma Thurman en la escena inicial...


Era Shoshanna sentada en la mesa del restaurante de "Malditos Bastardos" viendo que entra el coronel de las SS que masacró a su familia...



Esas músicas, esas alarmas, debieron retumbar en la cabeza de "B" según me acercaba para saludarla con dos besos... abrió los ojos al máximo.
"Hola, mmm, que me tengo que ir", dice de repente.

Me doy perfecta cuenta de que "B" no sabía con quién había quedado y nada más verme le han venido todos los antecedentes de golpe... "¿No vamos a tomar algo?", pregunto con sonrisa maliciosa.
"No hijo no puedo, es que mi primo se ha puesto malo, que me lo acaba de decir mi madre...", masculla nerviosa.
"Vaya, qué inoportuno... espero que no sea nada grave -finjo fastidio- ¿Otro día entonces?"
"Sí, sí...", dice mientras ya avanza lentamente hacia su calle.
"Cuándo", pregunto todo lo serio que puedo, mirada Nicholson Resplandor incluida.

"Mmm, uff, ya te escribo yo ¿vale? Hasta luego majo...", y se va. Cinco pasos después se gira para ver si sigo ahí, vuelve la cabeza, pisa mal con uno de los tacones y casi pierde el equilibrio, se tambalea.

"Ya decía yo que esto no era muy normal", fui pensando, de vuelta a casa.

miércoles, 13 de agosto de 2014

TÉ VERDE - "se la vi"

El primer día que quedé con Anabel fue como ir a la consulta del médico: larga espera (en lo que ella encontraba sitio para aparcar), conversación aséptica, narración esquemática del historial, empatía fingida... y tras la despedida (no intenté nada con ella) vuelta a casa con la sensación de no haber encontrado cura para el "ardor" que me afligía.

Para mi sorpresa al día siguiente me escribió unos mensajes por skype tan curiosos como entusiastas. Me dijo que se lo pasó genial, que fui una muy grata sorpresa, que el tiempo se le pasó volando... tan solo le pareció extraño que no le pidiera el número de teléfono. "Como no me lo pediste pensé que no querrías volver a saber de mi", dijo.

"No te lo pedí porque no suelo ir intercambiando teléfonos hasta tener la suficiente confianza, soy muy celoso de mi intimidad, ¿sabes?", improvisé... y al parecer se lo tragó.
"Espero que aparte de ese detalle sin importancia -proseguí- no echases nada más en falta..."
"Jajaja, nooo, ¿y tú?", responde. Decido tantear el territorio: "Quizás haberme acercado un poco más, te sentaste enfrente y desde ahí no pude olerte..."
"Si no lo hiciste será porque no quisiste", sentencia con un icono sonriente de esos que sacan la lengua fuera.

¿Habíamos asistido Anabel y yo a la misma cita? ¿Mi sentido arácnido ha dejado de interpretar las señales... o acaso todo lo que para mi fue plano y aburrido para ella resultó excitante?
Me fui pronto y de manera algo brusca, no sé... quizás ella se quedó con ganas de más, ¿mi repentina espantada le generó expectativas? Maldita psicología inversa.



Las nuevas señales parecían más evidentes (e interpretables) y ni siquiera tuve que plantearme el dilema moral de querer realmente quedar o no con ella por segunda vez, ella misma fue quien lo propuso... yo me limité a aceptar.

-    -    -    -    -    -    -    -    -    -    -


Quedamos a la entrada de un centro comercial, junto a la administración de loteria. No me siento optimista con la cita así que adquiero un boleto de la primitiva. Hacia un lado u otro de la balanza la suerte deberá estar echada.

Vamos a un bar discreto, ella no oculta su entusiasmo durante la primera media hora, habla sin parar: anécdotas de su infancia en Irún, historias de cuando iba de público a ciertos programas de televisión, las horas de cola que hizo una vez en el Carrefour para que Sergio Dalma le firmara todos sus discos...

Algo que dice me da pie a arrimarme, me siento a su lado. "¿Por qué te pones aquí?", exclama.
"Para olerte mejor", susurro con voz de narrador de documentales de la2.

Olisqueo su pelo ("¿A que huelo bien? Es aroma de té verde", proclama) y ella suspira acercando su cabeza contra mi cara... se la giro para besarla y de repente me pega un (suave) coscorrón en el pómulo.
"No, no me beses, no me gusta... los besos no me gustan", suelta.
"Vale -intervengo, llevándome la mano a la cara- pero no hace falta que me sueltes un cabezazo..."

Anabel se disculpa pero insiste en que no la bese: "Besos no, me cuesta mucho, no me gusta, mucho menos el primer día, no... es que no me gustan los besos"
"No es el primer día", corrijo.
"Ya bueno -retoma el hilo- pero es que no me siento cómoda besando, no me sale, no me gusta, nunca lo hago... pero abrázame, acariciame, eso sí me gusta"



Alucino. ¿Acariciarla? ¿Abrazarla? ¿Hasta dónde alcanza la frontera? Decido salir de dudas a las bravas, invadiendo.
Pongo mi mano sobre sus muslos y se los acaricio primero por fuera y después por dentro. Según me acerco a su entrepierna me detiene... pero se inclina sobre mi, pone mi brazo alrededor de su cabeza y se "recuesta", deja caer todo su peso muerto, su melena invade mi cara... mi mano renuncia a sus muslos y la dirijo discretamente hacia su pecho... primero por los laterales, metiéndola por el hueco de su camiseta, desplazando el sujetador, pero cuando estoy a punto de tocar el pezón se revuelve y me lo impide.

Me hace un poco de daño porque no se limita a estar echada "sobre" mi, es que la cabrona se aprieta "contra" mi... decido tirar de la palanca de emergencia: "¿Tú no me acaricias a mi?", pregunto.
"Vale -contesta- ¿cómo quieres que te acaricie?"
Agarro su mano y la pongo sobre mi muslo y empiezo a guiarla hacia arriba... ¡premio!
Se suelta y se incorpora, por fin puedo respirar.

"No lo estropees por favor", suplica.
"¿Estropear el qué?", pregunto conteniendo la risa con una mueca mal disimulada.
"Sí que te ha dado fuerte conmigo eh -pasa al ataque- ¿cómo es que te gusto tanto? A ver, dime, por qué te gusto???"
No sé si aguantaré, mi boca comienza a soltar irreflexivamente las primeras chorradas que me vienen a la mente: "pues porque eres muy agradable, creo que hemos conectado, eres pelirroja..."
"¿Pelirroja? ¡Pero si soy castañaaa!", protesta.
"Vale, vale, me has pillado, la verdad es que... es ese perfume que llevas, el té verde... me mata", uff, estoy desvariando... será mejor que me levante y pida la cuenta.
Sugiero a Anabel que llegado este punto deberíamos dar por terminada la velada pero ella no lo permite.

Me pregunta si quiero irme porque no me ha dejado besarla, contesto que no, que más bien es por un poco todo en general, que llegado el momento de intimar lo hacemos de manera diferente y no creo que seamos compatibles.
"Ya -insiste- es porque no he dejado que me beses ¿verdad? Es que lo siento pero no me gusta besar, no sé, me cuesta mucho... pero deberías respetarlo y tener un poco de paciencia ¿no crees?"

"Que no Anabel, ya te he dicho que no es eso así que créetelo, hemos tenido un par de charlas agradables pero en el aspecto físico creo que no sintonizamos, sin más... además, ¿yo debo tener paciencia y esperar que algún día me beses? Yo no puedo estar relacionándome con una chica X tiempo sin besarla, respeta tú eso también... vamos en direcciones distintas, punto. Ya somos mayorcitos así que no debe haber ningún mal rollo..."
"Contestame con sinceridad -interrumpe- ¿vas a querer volver a quedar? Yo es que estoy super a gusto contigo y me da rabia que por no haberte dejado besarme no quieras volver a quedar..."



Decido seguir la via diplomática: "Mira Anabel, no te lo tomes a la tremenda, tengo que pensarlo ¿vale?... esta situación no es muy normal pero ese  tipo de decisiones es mejor no tomarlas en caliente asi que ya vamos hablando, ¿de acuerdo? Ahora vamos a pagar que tengo que pillar el autobus..."
Vuelve a interrumpirme, me aprieta el brazo: "¿Ves? No sabes la rabia que me da... y todo por no haberte dejado besarme, pero es que no me gusta, no puedo, no lo hago nunca... no vas a querer verme de nuevo ¿verdad? Dimelo, no quieres ¿eh?"

Mi mueca se hiela. "¿Tú no escuchas nada de lo que te digo? Estoy tratando de ser educado, Anabel... y tú no quieres ni entender ni aceptar las cosas como son. Sigue insistiendo por ahí y te acabaré diciendo que no quiero saber nada más de ti, que parece que hasta que no lo diga no vas a parar... ¿es esa la clase de despedida que quieres? Deja de flagelarte mujer que aquí no hay culpables, ni buenos ni malos"

"Jo, es que me da rabia porque me caes genial y estoy super a gusto contigo... y por una bobada como la de no dejarte besarme mira, ya no vas a querer saber nada de mi... pero es que no puedo, no me gusta..."

"Hasta aquí Anabel, voy al servicio... cuando regrese nos vamos"

-    -    -    -    -    -    -    -    -    -    -

Ni siquiera tengo ganas de mear, simplemente necesito silencio, respirar hondo y contar hasta diez para poder despedirme de Anabel de manera civilizada. Que hubiera una pistola escondida en el retrete, como en "EL PADRINO", tampoco habría estado mal...

-    -    -    -    -    -    -    -    -    -    -

Salimos. Ella tiene el coche en el parking del centro comercial, me dice que me lleva hasta casa, que no le importa... pero rechazo la oferta. "Te desviarías demasiado y creo que es mejor despedirnos aquí".
Anabel asiente pero a continuación insiste en acompañarme a la parada y esperar hasta que llegue el bus.
Seis minutos de espera marca el electrónico de la marquesina, seis minutos eternos.

Anabel se cuelga de mi cuello, me abraza apretando su barbilla contra la parte superior de mi camiseta, me mete los pelos por la boca y los ojos... "¡No sabes cuánta rabia me da! Me caes genial y estoy muy a gusto contigo pero ya ves por la chorrada esa del beso ya no quieres volver a verme, porque lo sé, sé que no quieres volver a quedar conmigo... ¿o sí? ¿Me lo vas a decir?"
Intento zafarme de ella pero no puedo, eso no es un abrazo, es una llave de judo...

"Mira, ya es suficiente, deja de darle vueltas. No pienso discutir más, creo haberme expresado con absoluta claridad... pero si crees que ha sido por lo del beso pues allá tú, déjame por favor, que creo que el bus ya está parado en el semáforo de la rotonda..."
De repente Anabel levanta la cabeza como una serpiente y me da una especie de pico con los labios apretadísimos. Uno de los peores (si no el peor) beso que me han dado en la vida.
Media décima de segundo después de hacerlo vuelve a tener el rostro hundido en mi pecho. Anabel es un llavero de metro setenta de estatura.



"Ahí tienes, ya te he besado, ¿estás contento? Era lo que querías..."
"No Anabel, no te has enterado de nada, yo no quería "eso"... y mucho menos "esto"... yo no puedo estar así ni un minuto más"
Creo que me da otro pico pero no estoy seguro de ello, es un gesto tan veloz y gélido que me retrotraigo a los primeros besos de niño en aquellos juegos de cumpleaños cuando te tocaba hacerlo con quien no querías...

Me libero de su marcaje con un ligero empujón, el bus aparca, abre sus puertas y me despido de Anabel con la mano, ella me observa desde la marquesina con gesto aturdido.
Me siento sin mirar más a la calle, conecto mi MP4 y durante los siguientes veinte minutos que dura el trayecto solo pienso en las canciones que suenan a través de mis auriculares y en lo que me pondré de cena en cuanto llegue a casa.
Eso sí, la camiseta me apesta al puto té verde...

-    -    -    -    -    -    -    -    -    -    -

Al mediodía siguiente me envía un correo preguntándome si querré volver a quedar con ella. Contesto educadamente que es mejor que no nos veamos más y le deseo una feliz semana, etc.

Me contesta lo siguiente: "Buenos días, esto ya me lo esperaba, lo que no entiendo por tu parte, fueron los últimos abrazos que me distes en la parada del bus, e incluso te di dos picos, porque en ese momento, me salieron, aunque se que no te gustaron, ¿a que vinieron esos últimos abrazos tan intensos?. Que querías hacerme daño.

Yo me deje abrazar y acariciar, porque tu también me gustabas y ya te lo dije y estuve súper agusto, pero como te dije aunque yo soy muy cariñosa el besar en la boca, me cuesta mucho y yo no te abrace ni te acaricié tanto como hubiese querido, ya que estaba algo cortada, porque aunque sabia y ya te lo dije que iba a ocurrir, no me esperaba esos cariños tan intensos. Que nuevamente te digo me encantaron.

Pensé que me darías otra oportunidad, pero bueno como dicen los franceses se la vi.
Chao."

-    -    -    -    -    -    -    -    -    -    -

Por si alguien lo dudaba, en el sorteo de la primitiva de esa semana me tocó el reintegro.


miércoles, 6 de agosto de 2014

I SPY (El Pequeño Mirón, 2ª Parte)

Cuando yo era pequeño enfrente de mi casa había una residencia de estudiantes regentada por monjas y exclusivamente femenina.
Cuando llegaba el buen tiempo las universitarias salían a los balconcillos de sus cuartos a tomar el sol en bikini o muy ligeras de ropa.

Yo apenas tenía once o doce años pero observarlas broncearse desde mi ventana era una actividad fascinante. Recuerdo especialmente dos muchachas que usaban unos bikinis de la moda de entonces, con colores (verde y naranja fosforito para ser exactos) muy chillones.
Alguna vez se despojaban discretamente de la parte de arriba del conjunto y aunque apenas mostraban la espalda desnuda yo me "encendía" entre las sombras de mi privilegiado puesto de observación.
Las monjas no tardaron en reprender a las estudiantes su descarada conducta y aquel destape no duró demasiado. 


El siguiente curso tan solo salían a los balcones para sentarse descubriendo (y estirando) las piernas al sol o bajándose los tirantes de las camisetas para broncearse aquello que el decoro permitiese.
Aquella fue la primera vez en mi vida que "me topé con la Iglesia" en el sentido más quijotesco de la expresión.

-   -   -   -   -   -   -   -   -   -   -

Yo tenía quince años, fui a casa de mi amigo Andrés a buscarlo para salir a dar una vuelta, me invitó a pasar para que esperase dentro a que terminase de merendar. Me senté en el salón, me ofreció un polo de vainilla y mientras me lo tomaba y hablábamos, detrás de él se abrió una puerta en el pasillo.

Era el cuarto de baño y de ella salió su hermana de doce años, completamente desnuda. Me vio y echó a correr hacia el fondo del pasillo donde creo que estaba su cuarto.
Yo seguí comiendo el helado tranquilamente, como si nada hubiera pasado... pero su hermana jamás volvió a dirigirme la palabra.

-   -   -   -   -   -   -   -   -   -   -

Similar situación, pero esta vez tengo dieciséis años. Entro con mi amigo Pablo en su casa, según abre la puerta y deja las llaves en el taquillón grita el nombre de su hermana preguntando si hay alguien en casa. Nadie contesta.
Pablo va al salón en busca de algo que tenía que llevar y yo me quedo en el umbral de la casa. De repente oigo una puerta abrirse en el pasillo a mi derecha y veo la figura de una chica desnuda corriendo hacia otra de las habitaciones.

Dos minutos después la hermana de Pablo (de quince años) aparece (ya vestida) en el salón con el pelo mojado, recién duchada.
Me dirige la palabra con normalidad así que basándome en mis experiencias anteriores en esa materia deduzco que no fui pillado observando su deliciosa carrera.

-   -   -   -   -   -   -   -   -   -   -

Yo tenía diecisiete años y en verano después de comer siempre salía a una terraza (la que tenía sombra) a leer.
Un día a eso de las tres y media de la tarde salì a la otra terraza (la soleada) para tender mi bañador y descubrí que en una casa de enfrente llegaban de la playa los inquilinos de aquella quincena. Mientras el resto de la familia entraba en la casa para preparar la comida, la hija mayor (dieciocho años calculé) se quedó en el patio.

Aquellas casas suelen tener en los patios o jardines alguna ducha (o surtidor) para quitarse la arena y salitre de la playa... la muchacha abrió el agua y procedió a limpiar las dos colchonetas que habían llevado (una normal, la otra con forma de cocodrilo) y remató la faena metiendose bajo el chorro.
Miró a izquierda y a derecha... tras comprobar que no había moros en la costa se quitó la parte de arriba del bikini y siguió ahí un rato refrescándose y escurriendo la pieza de tela.
Cuando acabó se cubrió el pecho con la toalla y subió las escaleras de la casa tan reluciente, tan brillante, que cuando se perdió tras la puerta fue como si de repente a primera hora de la tarde se hubiera puesto el sol.


Lógicamente cambié mi rutina. Las siguientes tardes me mudé de terraza para "leer".

El siguiente día acudieron puntuales a la cita y se repitió (casi) paso por paso el ritual de la jornada anterior.
El tercer día algo cambió. Cuando regresaban de la playa y pasaban delante de la fachada de mi bloque ella alzó la vista, se puso la mano en la frente sobre las cejas para enfocar mejor... y me miró.
Lo que vino después jamás podré olvidarlo.

Empezó haciendo lo de siempre, quitarse la arena de los pies, piernas, limpiar las colchonetas... pero esta vez no miró a izquierda y derecha antes de quitarse la parte de arriba, miró hacia mi terraza.
Yo estaba bastante bien camuflado pero sus ojos entraron en contacto con los mios. Mirándome, se desnudó de cintura para arriba y se tomó la ducha (o eso me pareció) con más calma y parsimonia de lo habitual.
Al terminar no se cubrió con la toalla, recorrió el patio y subió las escaleras más brillante y reluciente que nunca.

Los dos primeros días que espié a aquella chica a pesar de lo excitante del asunto no pude evitar sentirme un poco "sucio" ahí agazapado de aquella manera... pero de repente mis remordimientos desaparecieron pues fui plenamente consciente de que (la mayoría de las ocasiones) todo humilde mirón necesita a su vez de un solícito exhibicionista.