El primer día que quedé con
Anabel fue como ir a la consulta del médico: larga espera (en lo que
ella encontraba sitio para aparcar), conversación aséptica, narración
esquemática del historial, empatía fingida... y tras la despedida (no
intenté nada con ella) vuelta a casa con la sensación de no haber
encontrado cura para el "ardor" que me afligía.
Para mi sorpresa al día siguiente me escribió unos mensajes
por skype tan curiosos como entusiastas. Me dijo que se lo pasó genial,
que fui una muy grata sorpresa, que el tiempo se le pasó volando... tan
solo le pareció extraño que no le pidiera el número de teléfono. "
Como
no me lo pediste pensé que no querrías volver a saber de mi", dijo.
"
No te lo pedí porque no suelo ir intercambiando teléfonos hasta
tener la suficiente confianza, soy muy celoso de mi intimidad, ¿sabes?",
improvisé... y al parecer se lo tragó.
"
Espero que aparte de ese detalle sin importancia -proseguí-
no echases nada más en falta..."
"
Jajaja, nooo, ¿y tú?", responde. Decido tantear el territorio:
"
Quizás haberme acercado un poco más, te sentaste enfrente y desde ahí no pude
olerte..."
"
Si no lo hiciste será porque no quisiste", sentencia con un icono sonriente de esos que sacan la lengua fuera.
¿Habíamos asistido Anabel y yo a la misma cita? ¿Mi
sentido
arácnido ha dejado de interpretar las señales... o acaso todo lo que
para mi fue plano y aburrido para ella resultó excitante?
Me
fui pronto y de manera algo brusca, no sé... quizás ella se quedó con
ganas de más, ¿mi repentina espantada le generó expectativas? Maldita
psicología inversa.
Las nuevas señales parecían más evidentes (e interpretables)
y ni siquiera tuve que plantearme el dilema moral de querer realmente
quedar o no con ella por segunda vez, ella misma fue quien lo propuso...
yo me limité a aceptar.
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Quedamos a la entrada de un centro comercial, junto a la administración
de loteria. No me siento optimista con la cita así que adquiero un
boleto de la primitiva. Hacia un lado u otro de la balanza la suerte
deberá estar echada.
Vamos a un bar discreto, ella no oculta su entusiasmo
durante la primera media hora, habla sin parar: anécdotas de su infancia
en Irún, historias de cuando iba de público a ciertos programas de
televisión, las horas de cola que hizo una vez en el Carrefour para que
Sergio Dalma le firmara todos sus discos...
Algo que dice me da pie a arrimarme, me siento a su lado. "¿Por qué te pones aquí?", exclama.
"Para olerte mejor", susurro con voz de narrador de documentales de la2.
Olisqueo su pelo ("¿A que huelo bien? Es aroma de té verde", proclama) y
ella suspira acercando su cabeza contra mi cara... se la giro para
besarla y de repente me pega un (suave) coscorrón en el pómulo.
"No, no me beses, no me gusta... los besos no me gustan", suelta.
"Vale -intervengo, llevándome la mano a la cara- pero no hace falta que me sueltes un cabezazo..."
Anabel se disculpa pero insiste en que no la bese: "Besos no,
me cuesta mucho, no me gusta, mucho menos el primer día, no... es que
no me gustan los besos"
"No es el primer día", corrijo.
"
Ya bueno -retoma el hilo-
pero es que no me siento cómoda
besando, no me sale, no me gusta, nunca lo hago... pero abrázame,
acariciame, eso sí me gusta"
Alucino. ¿Acariciarla? ¿Abrazarla? ¿Hasta dónde alcanza la frontera? Decido salir de dudas a las bravas, invadiendo.
Pongo mi mano sobre sus muslos y se los acaricio primero por fuera y
después por dentro. Según me acerco a su entrepierna me detiene... pero
se inclina sobre mi, pone mi brazo alrededor de su cabeza y se
"recuesta", deja caer todo su peso muerto, su melena invade mi cara...
mi mano renuncia a sus muslos y la dirijo discretamente hacia su
pecho... primero por los laterales, metiéndola por el hueco de su
camiseta, desplazando el sujetador, pero cuando estoy a punto de tocar
el pezón se revuelve y me lo impide.
Me hace un poco de daño porque no se limita a estar
echada "sobre" mi, es que la cabrona se aprieta "contra" mi... decido
tirar de la palanca de emergencia: "¿Tú no me acaricias a mi?",
pregunto.
"Vale -contesta- ¿cómo quieres que te acaricie?"
Agarro su mano y la pongo sobre mi muslo y empiezo a guiarla hacia arriba... ¡premio!
Se suelta y se incorpora, por fin puedo respirar.
"No lo estropees por favor", suplica.
"¿Estropear el qué?", pregunto conteniendo la risa con una mueca mal disimulada.
"Sí que te ha dado fuerte conmigo eh -pasa al ataque- ¿cómo es que te gusto tanto? A ver, dime, por qué te gusto???"
No sé si aguantaré, mi boca comienza a soltar
irreflexivamente las primeras chorradas que me vienen a la mente: "pues
porque eres muy agradable, creo que hemos conectado, eres pelirroja..."
"¿Pelirroja? ¡Pero si soy castañaaa!", protesta.
"Vale,
vale, me has pillado, la verdad es que... es ese perfume que llevas, el
té verde... me mata", uff, estoy desvariando... será mejor que me
levante y pida la cuenta.
Sugiero a Anabel que llegado este punto deberíamos dar por terminada la velada pero ella no lo permite.
Me
pregunta si quiero irme porque no me ha dejado besarla, contesto que
no, que más bien es por un poco todo en general, que llegado el momento
de intimar lo hacemos de manera diferente y no creo que seamos
compatibles.
"Ya -insiste- es porque no he dejado que me beses ¿verdad? Es
que lo siento pero no me gusta besar, no sé, me cuesta mucho... pero
deberías respetarlo y tener un poco de paciencia ¿no crees?"
"Que no Anabel, ya te he dicho que no es eso así que créetelo,
hemos tenido un par de charlas agradables pero en el aspecto físico creo
que no sintonizamos, sin más... además, ¿yo debo tener paciencia y
esperar que algún día me beses? Yo no puedo estar relacionándome con una
chica X tiempo sin besarla, respeta tú eso también... vamos en
direcciones distintas, punto. Ya somos mayorcitos así que no debe haber
ningún mal rollo..."
"
Contestame con sinceridad -interrumpe-
¿vas a querer
volver a quedar? Yo es que estoy super a gusto contigo y me da rabia que
por no haberte dejado besarme no quieras volver a quedar..."
Decido seguir la via diplomática: "Mira Anabel, no te
lo tomes a la tremenda, tengo que pensarlo ¿vale?... esta situación no
es muy normal pero ese tipo de decisiones es mejor no tomarlas en
caliente asi que ya vamos hablando, ¿de acuerdo? Ahora vamos a pagar que
tengo que pillar el autobus..."
Vuelve a interrumpirme, me aprieta el brazo: "¿Ves? No sabes
la rabia que me da... y todo por no haberte dejado besarme, pero es que
no me gusta, no puedo, no lo hago nunca... no vas a querer verme de
nuevo ¿verdad? Dimelo, no quieres ¿eh?"
Mi mueca se hiela. "¿Tú no escuchas nada de lo que te
digo? Estoy tratando de ser educado, Anabel... y tú no quieres ni
entender ni aceptar las cosas como son. Sigue insistiendo por ahí y te
acabaré diciendo que no quiero saber nada más de ti, que parece que
hasta que no lo diga no vas a parar... ¿es esa la clase de despedida que
quieres? Deja de flagelarte mujer que aquí no hay culpables, ni buenos
ni malos"
"Jo, es que me da rabia porque me caes genial y estoy
super a gusto contigo... y por una bobada como la de no dejarte besarme
mira, ya no vas a querer saber nada de mi... pero es que no puedo, no me
gusta..."
"Hasta aquí Anabel, voy al servicio... cuando regrese nos vamos"
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Ni
siquiera tengo ganas de mear, simplemente necesito silencio, respirar
hondo y contar hasta diez para poder despedirme de Anabel de manera
civilizada. Que hubiera una pistola escondida en el retrete, como en "EL
PADRINO", tampoco habría estado mal...
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Salimos.
Ella tiene el coche en el parking del centro comercial, me dice que me
lleva hasta casa, que no le importa... pero rechazo la oferta. "Te
desviarías demasiado y creo que es mejor despedirnos aquí".
Anabel asiente pero a continuación insiste en acompañarme a la parada y esperar hasta que llegue el bus.
Seis minutos de espera marca el electrónico de la marquesina, seis minutos eternos.
Anabel se cuelga de mi cuello, me abraza apretando su barbilla contra la
parte superior de mi camiseta, me mete los pelos por la boca y los
ojos... "¡No sabes cuánta rabia me da! Me caes genial y estoy muy a
gusto contigo pero ya ves por la chorrada esa del beso ya no quieres
volver a verme, porque lo sé, sé que no quieres volver a quedar
conmigo... ¿o sí? ¿Me lo vas a decir?"
Intento zafarme de ella pero no puedo, eso no es un abrazo, es una llave de judo...
"Mira,
ya es suficiente, deja de darle vueltas. No pienso discutir más, creo
haberme expresado con absoluta claridad... pero si crees que ha sido por
lo del beso pues allá tú, déjame por favor, que creo que el bus ya está
parado en el semáforo de la rotonda..."
De repente Anabel levanta la cabeza como una serpiente y
me da una especie de pico con los labios apretadísimos. Uno de los
peores (si no el peor) beso que me han dado en la vida.
Media décima
de segundo después de hacerlo vuelve a tener el rostro hundido en mi
pecho. Anabel es un llavero de metro setenta de estatura.
"Ahí tienes, ya te he besado, ¿estás contento? Era lo que querías..."
"No Anabel, no te has enterado de nada, yo no quería "eso"... y mucho menos "esto"... yo no puedo estar así ni un minuto más"
Creo que me da otro pico pero no estoy seguro de ello, es un
gesto tan veloz y gélido que me retrotraigo a los primeros besos de niño
en aquellos juegos de cumpleaños cuando te tocaba hacerlo con quien no
querías...
Me libero de su marcaje con un ligero empujón, el bus
aparca, abre sus puertas y me despido de Anabel con la mano, ella me
observa desde la marquesina con gesto aturdido.
Me siento
sin mirar más a la calle, conecto mi MP4 y durante los siguientes veinte
minutos que dura el trayecto solo pienso en las canciones que suenan a
través de mis auriculares y en lo que me pondré de cena en cuanto llegue
a casa.
Eso sí, la camiseta me apesta al puto té verde...
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Al
mediodía siguiente me envía un correo preguntándome si querré volver a
quedar con ella. Contesto educadamente que es mejor que no nos veamos
más y le deseo una feliz semana, etc.
Me contesta lo siguiente: "Buenos días, esto ya me lo
esperaba, lo que no entiendo por tu parte, fueron los últimos abrazos
que me distes en la parada del bus, e incluso te di dos picos, porque en
ese momento, me salieron, aunque se que no te gustaron, ¿a que vinieron
esos últimos abrazos tan intensos?. Que querías hacerme daño.
Yo me deje abrazar y acariciar, porque tu también me gustabas y ya
te lo dije y estuve súper agusto, pero como te dije aunque yo soy muy
cariñosa el besar en la boca, me cuesta mucho y yo no te abrace ni te
acaricié tanto como hubiese querido, ya que estaba algo cortada, porque
aunque sabia y ya te lo dije que iba a ocurrir, no me esperaba esos
cariños tan intensos. Que nuevamente te digo me encantaron.
Pensé que me darías otra oportunidad, pero bueno como dicen los franceses se la vi.
Chao."
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Por si alguien lo dudaba, en el sorteo de la primitiva de esa semana me tocó el reintegro.