lunes, 9 de noviembre de 2015

CRÓNICAS ADÚLTERAS (1): "Debo reconocer que me siento tentada"

Aquella primavera me apunté a una historia que acabaría desembocando en mi actual ocupación. Cuando se lo comenté a unos amigos, la esposa de uno de ellos insistió en ponerme en contacto con una mujer que ella conocía, relacionada con ese asunto, para que me resolviera cuantas dudas pudieran surgirme.
Acepté su sugerencia pero luego no llamé ni escribí a la mujer en cuestión, en parte me dio pereza y por otro lado aún faltaban meses para el asunto… a falta de ganas y sin urgencia alguna, decidí poner aquel contacto en cuarentena.

Sin embargo se ve que por la otra parte no pasó lo mismo. La mujer de mi amigo dio mi teléfono a su conocida una semana después e inmediatamente comenzó a escribirme por el whatsapp.
Su manera de escribir era muy amena y jovial, pero también mordaz. Para mi sorpresa aquella chica buscaba alguien con quien desahogarse "emocionalmente": la razón de nuestra puesta en contacto pronto pasó a un segundo plano, la primera noche que nos escribimos me contó (prácticamente)  su vida entera.

Martina (así se llamaba) estaba casada y tenía una hija, pero su matrimonio caía en picado, dormían en cuartos separados, hacía una eternidad que no tenían contacto íntimo de ninguna clase, vivían en la misma casa como si de compañeros de piso se tratase, habían visto recientemente a consejeros matrimoniales e incluso un abogado… "De no ser por la niña ya nos habríamos ido cada uno por nuestro lado hace tiempo", sentenció.

Imagino lo que estáis pensando, pero no. Ni ella dejó caer que estuviera buscando consuelo de ninguna clase ni yo aproveché para postularme a amante bandido.

La siguiente semana intercambiamos varios mensajes (sobre todo de noche a partir de las once que su niña ya estaba acostada y cada cónyuge estaba encerrado en su cuarto) y aumentó el buen rollo. Tanto que de repente una noche en medio de unas bromas en las que se extrañó del hecho de que yo no tuviera pareja, reculó diciéndome que yo le caía genial pero que no me equivocase, que sí, que ella me escribía todos los días y tal, que estábamos de risas, pero que ella no buscaba ningún lio con nadie.

Me extrañó ese tipo de "franqueza preventiva", sobre todo porque yo no le había tirado la caña, pero bueno, Martina de ego no andaba precísamente escasa así que corramos un tupido velo…

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Al día siguiente me dijo que andaría cerca de mi lugar de trabajo, que si me apetecía tomar algo cuando saliera. Acepté.
Fuimos a un bar y nos caímos bastante bien en persona; ahí tuve más oportunidad de intervenir porque hasta la fecha el chat telefónico había estado prácticamente monopolizado por ella y su circunstancia. Hablamos de nuestras ocupaciones, (superficialmente) de su problema conyugal y sobre todo de nuestra gran pasión común: la música.
Ella tocaba varios instrumentos y a esas horas venía de clases de canto.


A la salida del bar me acercó casi hasta casa en su coche y en el trayecto me habló del único amante que había tenido en todos estos años de crisis matrimonial. "Al principio moló pero luego fue todo un poco desastre… de hecho en la cama al final no acabé del todo satisfecha, con ese tío hice una serie de cosas que en la vida, uff, si yo te contara… estoy convencida de que en el fondo es gay".

A continuación volvió a recalcar (sin venir a cuento) que ella no quería un amante ni nada parecido, que no buscaba eso en absoluto.
Nos despedimos sin más.
Por la noche volvió a escribirme al teléfono y no ocultó su entusiasmo tras haberme conocido en persona, pero todo muy moderado, con sordina.

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Tres días después me sorprendió escribiendo por la mañana, proponiendo una caña a mediodía. Pasó a buscarme en coche y me llevó a un barrio apartado donde nadie "conocido" pudiera vernos.

Volvimos a hablar de música casi todo el rato y cuando le dije que era abonado a la temporada de la orquesta en el auditorio me dijo que algún día le gustaría acompañarme. Cuando nos despedimos en su coche noté un extraño gesto en su rostro, una sonrisa enigmática.

Por la noche me escribió que había visto el programa del siguiente concierto (Sibelius a la cabeza) y le chiflaba, que había pillado entrada así que nos veríamos en un par de días en la cafetería del auditorio.

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La víspera del concierto Martina acudió a un soleado festejo al aire libre y tenía los hombros abrasados, rojísimos. Tomamos dos cañas en la cafetería antes de entrar en la sala sinfónica.
Durante la primera parte se rascó bastante los hombros (a punto de pelarse) y en un momento dado me acerqué y se los soplé.
En el intermedio hice de improvisado guía mostrándole mis rincones preferidos del lugar. "Me estás llevando por el mal camino, que lo sepas…", exclamó de repente.


En la segunda parte del recital nos miramos un par de veces y ella sonrió, en una de las pausas confesó que "no se puede ir a ver una obra del romanticismo con un chico, que luego pasa lo que pasa…"

A la salida estaba lloviendo. Yo iba a bajar en bus y ella en su coche pero me ofrecí a cobijarla con mi paraguas hasta el aparcamiento, una vez delante del vehículo insistió en acercarme hasta casa.
El trayecto fue un poco tenso, podía casi oírla pensar, darle vueltas a lo que estaba haciendo... Mientras tanto yo me limitaba a permanecer quieto y procurar que no hubiera ningún silencio incómodo.

Cuando aparcó cerca de mi casa se giró y me dio un largo y fuerte abrazo. A continuación me dio las gracias "por todo". Sujeté su cara con mi mano y evitó mi mirada, fuera seguía lloviendo a mares… farfulló algo incomprensible y le di un beso superficial. Ella me lo devolvió acelerada pero al momento reculó.
No insistí, devolví las gracias, abrí la puerta del coche, el paraguas… y me fui.

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Esa noche volvió a escribirme. Repitió de nuevo aquello de que no se pueden escuchar ciertas obras acompañadas de un hombre porque se pone tonta… añadiendo esta vez que si bien en un principio estaba resuelta a no tener nada con nadie, de repente "se sentía tentada".
"¿Y qué piensas hacer al respecto? Resistir la tentación… o sucumbir ante ella?", pregunté.
"Pues yo te juro que no me esperaba nada de esto… uff, tal como están las cosas imagino que sucumbir", contestó.

Me pidió que le dijera alguna canción al piano que me gustase para que ella la cantara y dedicármela, de alguna solista femenina pop que tocara ese instrumento… con ese perfil, así a bocajarro, solo pude pensar en Carole King y (por ejemplo) su “It’s too late
Ella aceptó la elección de la artista, pero optó por otro tema del mismo disco, más incendiario: "I feel the Earth move"

Esa noche me fui a la cama pensando que en breve tendría un lío con Martina, sin embargo la realidad fue otra: jamás volví a verla.

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La semana siguiente insistió en su idea de intimar conmigo, llegó incluso a enviarme un audio en el que ella tocaba y cantaba la citada canción de Carole King al piano con pericia y pasión desatadas… "tan solo la voy ensayando, pronto estará lista del todo y te la cantaré en persona", anunció.

Pero de repente un día (sin previo aviso ni razón aparente) dejó de comunicarse. Tras varios días de silencio me escribió diciendo que estaba pasando una mala época, que ya más adelante daría ella señales de vida.
Pasaron un par de semanas y no lo hizo.

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Su silencio, aunque suene mal decirlo, resultó de lo más oportuno. Estaba hasta arriba de trabajo y el poco tiempo libre que tenía debía dedicarlo a otros menesteres más productivos que pelar la pava con una casada insatisfecha, además… transitar por ese tipo de arenas movedizas nunca fue plato de mi gusto.

No obstante sus últimas palabras hacían referencia a un mal momento en su vida y no me pareció bien quedarme callado sin más: para evitar posibles problemas domésticos descarté la opción telefónica y envié un correo electrónico bastante neutro interesándome por su situación y pidiendo que me pusiera al día cuando lo considerase oportuno.

En su contestación fue todo menos clara, a modo de resumen bien vale la siguiente frase con la que cerraba el e-mail: "Yo estoy en una etapa muy difícil y de muchos cambios y... a veces… ni estoy."

Un mes después en su perfil de whatsapp tenía una foto muy cursi acompañada de una niña y un hombre, todos sonrientes rodeados de flores y corazones, con unas decorativas letras coronando la estampa: "MUCHAS GRACIAS FAMILIA, OS QUIERO SIN MEDIDA".

Todo indicaba que la "armonía" había regresado a ese hogar. Mi intenso contacto con Martina apenas duró aquella primera quincena de Abril, desde entonces no he vuelto a saber de ella.

Jamás sabré si nuestro superficial escarceo fue suficiente para ella a la hora de "darse un paseíto por el lado salvaje" y simplemente salir de la rutina… o si le hizo abrir los ojos para dejarse de tonterías y centrarse en su familia.
Sea como fuere, si aquellas fotos de los perfiles no mentían me alegro por ella. Lo único que lamento es no haber podido oír la canción terminada, ¡aquella primera grabación casera tenía muy buena pinta!



11 comentarios:

sonia dijo...

¡Buena música!Se libró de ti por los pelos... (o tú de ella,vaya).Y la mujer de tu amigo,flaco favor le hizo.

PENSADORA dijo...

Pues mira que parece majísima la historia y hasta la chica me ha caído bien.

Creo que, efectivamente, casi mejor que desapareciera porque ese rollito tenía pinta de todo menos de "rollito" y te diré más... es la historia que más me ha gustado de las que te he leído hasta ahora, incluso así, sin consumar.

Salud!

Mr. Rific dijo...

SONIA: mejor dicho..ella no.se libró de su marido, o él de ella XD
Yo dejé correr el asunto.con absoluta tranquilidad.

PENSADORA: está claro que Martina no daba puntada sin hilo, todos sus movimientos incluidos los presuntamente espontáneos, estaban calculados.
Gracias por el.amable comentario, a veces las mejores historias son las que acaban así ;)

Anónimo dijo...

Se paseo por el filo y eso le hizo sentir mala.
Volverá en la próxima crisis.

Mr. Rific dijo...

AQUELLO NOERAYO: mejor que no lo haga, todo ese dinero invertido en terapia y consejo legal deberia dar el debido rendimiento :)

ivan dijo...

Me ha gustado mucho la historia...

Nunca sabemos porqué se producen esas desapariciones misteriosas. La de esta chica tiene cierto final felíz

Un abrazo

Mr. Rific dijo...

IVAN: en el.fondo la.razón de las desapariciones es casi lo de menos, sobre todo en casos.como estos tan aparentemente problematicos. El alivio, en cierto modo, prevalece.

Chelo dijo...

Me ha gustado la historia, toda en general menos lo de "pelar la pava con una casada insatisfecha" (aunque fuese cierto), porque dos no whatsappean si uno no de los dos no quiere ;-)

Besossss

Mr. Rific dijo...

CHELO: El whatsapeo cordial tal y como empezó la cosa dejó de existir en el momento que aparentemente se complicó la cosa. De todos modos mi comentario se refiere al hecho de que pelar la pava con alguien soltero puede ser algo más o menos absorbente... con una casada insatisfecha (al menos mi experiencia así lo indica) supone dar demasiados rodeos hacia ninguna parte y además exponerte a ser cazado en una situación delicada/jodida.
¡Que arranque bien el finde! :)

Sofi dijo...

Yo también quiero acompañarte al auditorio :-)

Pobre, la entiendo... o no. A veces yo también tonteo y desaparezco, ni yo se por qué. La insatisfacción es muy mal punto de partida!

Besitos!!

Mr. Rific dijo...

MARIA SAVAGE: Ese "A veces yo también tonteo y desaparezco, ni yo se por qué" seguro que si te planto el flexo en la cara y aprieto las tuercas un poco acabarías confesando el por qué XD

Pero sí, mezclarse con alguien que tenga la cabeza en semejante estado implica que cualquier paso sea sobre terreno minado.
¡Buen arranque de finde!