Después de coincidir en una cena multitudinaria seguimos en contacto vía informática e intentamos quedar un par de veces a solas... sin resultado.
Después me fui unos días de vacaciones y aquello nos
distanció definitivamente, durante esos días a ambos se nos cruzaron
diferentes distracciones (o eso pensé yo) y sencillamente dejamos de
escribirnos.
Diez meses después Marian asomó
por mi messenger y me dio por saludar. Al principio fingió no
reconocerme pero después de "identificarme" procedió a reprocharme con
todo lujo de detalles mi "espantá" de meses atrás. No tardé en recordar
las razones por las que en su día decidí cortar el contacto, su habitual
tono inquisitivo me incomodaba demasiado...
No me disculpé por nada y ella pareció quedarse a gusto tan solo dejando caer lo que en su día no pudo soltar... dos días después volvió a asomar y comenzó a escribirme como si nada, como si aún tuviéramos pendiente esa caña que diez meses atrás no se produjo.
El siguiente
mes estuvimos a punto de quedar un par de veces pero mis horarios se
volvieron imposibles. Ella siempre malinterpretó mis negativas como
falta de interés y su tono en las conversaciones se volvió de lo más
irritante... ella misma se lo decía todo, ¿para qué añadir nada? Me
agotaba: "Hola, ¿hoy tendrás tiempo para una caña? Aunque claro, como no
quieres quedar conmigo imagino que me dirás que no..."
Ante
frases de ese estilo (todas negativas, victimistas y pasivo-agresivas)
ciertamente mis ganas de verla disminuían... un año después la historia
se repetía.
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Domingo
por la tarde, después de comer, tras un par de semanas absolutamente
frenéticas me puse a ver un partido de Wimbledon tirado en el sofá
combatiendo la ola de calor... relax total.
De repente me escribió Marian volviendo a la carga con su habitual rollo de si lo he pasado bien el finde, que si finalmente salí podría haberle dado un toque pero claro, que no vamos a quedar en la vida porque estoy tan ocupado...
Contesté (con toda la intención del mundo) que me
pillaba a punto de una especie de siesta, que no estaba la cosa para
debates sesudos con treinta y cinco grados a la sombra... pero ella
lejos de darse por aludida y cortar la comunicación me propuso que si
era cierto que iba a echar la siesta, fuera a su casa a dormirla con
ella.
De repente lo que sucedía en el All England Lawn Tennis and Croquet Club, inevitablemente, pasó a segundo plano.
¿Estaba
pasando lo que yo creía que estaba pasando? Era la primera vez que
recibía semejante invitación de una (prácticamente) desconocida. Me dijo
que su sofá seguro que era más cómodo que el mío, le pregunté si me
enseñaría el nuevo tatuaje que se hizo la semana pasada... "ya veremos"
fue su respuesta. No necesité más.
Me dio su dirección, caminé veinte minutos por las calles desiertas buscando en todo momento la sombra y toqué su timbre.
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Abrió la puerta y me recibió con un vestido veraniego corto estampado, el pelo mojado y descalza.
"Que
sepas que ni siquiera he comido -dijo mientras me guiaba por el pasillo
hacia el salón- te escribí nada más llegar del trabajo, apenas me ha
dado tiempo a ducharme..."
"Osea que casi me recibes envuelta en la toalla", solté mientras ella me indica el sofá donde sentarme...
"Más quisieras...", sonrió sacando la lengua, sentándose en otro sofá frente al mío. Una mesita baja ejercía de barrera.
Nuestra
primera charla en persona a solas fluye a pesar del sopor ambiental,
ella arranca combativa retomando el tema del año anterior, vuelve a la
carga con reproches, que si dejé de hablarla, bla bla bla... recordó
bastantes detalles insignificantes así que imaginé que estuvo releyendo
viejas conversaciones... en fin, chorradas.
Desvié la atención resumiendo mis últimas dos semanas de actividad alocada en casa y en el curro, ella me contó también historias raras de su lugar de trabajo... costó casi media hora pero por fin se relajó el ambiente.
Desvié la atención resumiendo mis últimas dos semanas de actividad alocada en casa y en el curro, ella me contó también historias raras de su lugar de trabajo... costó casi media hora pero por fin se relajó el ambiente.
Cuando propuse que me mostrase el nuevo tatuaje se resistió apenas unos segundos antes de girarse sobre el sofá, desabotonarse la espalda del vestido y dejar a la vista un trabajo digno de un mafioso japonés de alto rango...
"Tenía ganas de terminar el tríptico", dijo...
Un
reloj de arena gigante cubría casi toda la espalda, debajo unas letras
latinas en plan "carpe diem" o "tempus fugit"... encima del reloj algo
simbólico que no alcancé a descifrar.
Me incorporé para verlo de cerca pero ella se apresuró a echar la cortina... "ya has visto suficiente", dijo.
Me
senté a su lado en el minisofá que ocupaba. "Antes me dijiste que tu
sofá seguro que era más cómodo que el mío, la verdad es que estoy de
acuerdo...", comenté, poniéndome frente a ella.
"Yo me refería a ESE -señaló donde estuve sentado antes de la invasión-, no a ESTE..."
Acaricié su tobillo. "¿Acaso me estoy equivocando cambiando de sitio?, pregunté lanzándome definitivamente al ataque.
"¿Tú qué crees?", contestó sonriendo con picardía... me incorporé de nuevo hacia ella y nos besamos.
La siesta quedaba oficialmente inaugurada.
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"Que sepas que no pienso echar un polvo contigo -dijo de repente- ...aún no he salido de la regla del todo y todavía mancho un poco"
Automáticamente descarté hundir la cabeza en su entrepierna y pasé a concentrarme en el resto de su cuerpo. Pusimos a prueba la estabilidad del camastro, sus muelles chirriaban más de la cuenta... finalmente me masturbó apuntando hacia su pecho para la ráfaga final.
Fuimos juntos al cuarto de baño. "Que sepas que hoy me has pillado en un buen día -dijo mientras se lavaba- si no ni de coña te hubiera dicho que vinieras"
"¡Celebro entonces tu buen humor!", contesté, también en pleno aseo.
"Eso sí -añadió- el próximo día tomamos una caña o algo por ahí eh, esto no era lo que yo tenía en mente..."
"Claro, claro", contesté, ya empezando a vestirme...
¿A qué ha venido esto último? Pensé. No hace falta justificar nada, pero bueno...
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EPÍLOGO: Aproximadamente hora y media después regresé al bochorno de la calle, era el Día de la Música y en el escenario montado en una de las plazas más céntricas de mi ciudad comenzaba a actuar (bajo un sol de justicia) un grupo musical local desconocido.
Crucé la plaza a toda velocidad en busca de la sombra de los soportales, no me fijé en sus integrantes ni presté excesiva atención a su repertorio folk. De haber sabido lo que me sucedería veinte días después, relacionado con ese grupo, me habría detenido a ver un rato el show.
Pero esa es otra historia y de ella nos ocuparemos (verano mediante) la próxima semana...
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