Yo suelo coleccionar las entradas de los conciertos así que
me quedo parado, entorpeciendo el avance de la fila, mirando fijamente a los
ojos a la azafata con gesto contrariado... "¿Te parece normal cortar así
la entrada? Entre darme este pico sin nada escrito y no darme nada... ¿cuál es
la diferencia?", pregunto.
Ella sonríe nerviosa y se encoge de hombros... "Deberían poner a hacer este tipo de trabajos a gente que le gusten los conciertos", pienso mientras avanzo sin montar más bulla.
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Entro en el patio donde tiene lugar el show y me siento en una silla centrada a poca distancia del escenario, hace bastante calor pero comienza a correr una agradable brisa. De repente se acercan cuatro chicas a mi asiento, avanzando por la fila... se sientan a mi lado y una de ellas también va comentando la chapuza de la chica de la puerta cortando las entradas: "vaya mierda me ha devuelto, esto no hay quien lo guarde", dice, mostrando un trozo de papel sensiblemente más grande que el mío.
"Pues eso no es nada -interrumpo- mirad lo que me han
devuelto a mi"
Cuando ven la birria que (no sé por qué la guardé) saco del bolsillo se parten de risa... "lo tuyo es peor sin duda", dicen a coro.
Alargamos el tema de la entrada un par de minutos, lo
enlazamos con alguna otra coña más y de repente me encuentro hablando
distendidamente con la que se sienta a mi lado.
Apenas faltan cinco minutos para que empiece el concierto pero da tiempo a que me cuente no solo que es una apasionada de la música como espectadora, sino que además toca la guitarra en un grupo. Dice el nombre de la banda y (aunque jamás los he escuchado) me suena de haberlo leído en las agendas locales de conciertos... cuando me dice que unos días antes estuvo tocando en cierta céntrica plaza el "Día de la Música" caí en la cuenta de que a esa hora yo pasaba por ahí procedente de la "siesta" glosada en una reciente entrada.
El concierto empieza y dejamos de hablar. Cuando termina nos decimos adiós sin más.
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Al día siguiente en casa recuerdo el nombre del grupo de la guitarrista y busco información en google, incluso encuentro algún video en youtube. En la página web de la banda hay un correo de contacto y decido enviar un breve e-mail felicitando por lo ahí colgado e identificándome como “el chico de la entrada mal cortada”.
Me contesta la guitarrista (presentándose como Patricia) de
manera afable. El día siguiente intercambiamos un par de correos más, una cosa
lleva a la otra y nos damos el messenger… para el sábado (cuatro días después
del concierto) decidimos quedar a tomar una caña a primera hora de la noche.
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La cita arranca bien, ella acude sonriente, simpática y
responde bien a cuantas coñas surgen. Vamos a dos bares de temática
pseudomusical que supongo le gustarán y sí, son un acierto.
Para cuando estamos decidiendo el tercer bar yo ya tengo
claro que voy a entrarla, pero de repente ella insiste en ir a una terraza (hace
bastante calor) así que mi plan de ataque se ve necesariamente postergado.
En la terraza me muestro más incisivo en la charla, ella no sé si se da cuenta de mis intenciones o si está empanada con la mezcla de cerveza y bochorno… derrama toda su caña sobre la mesa empapando su teléfono móvil, a continuación con destreza casi militar lo desmonta y seca con unos pañuelos de papel. Tras colocar de nuevo las piezas… funciona.
El siguiente bar es bajo techo y nos sentamos en una esquina apartada. Patricia me habla del último chico con el que ha estado, de lo insensible que se había mostrado durante sus encuentros, especialmente en los más íntimos… “pero claro, él también toca en un grupo y yo que soy así de imbécil veo a un músico y me derrito…”
Le pregunto si ha tenido alguna vez relaciones con gente de mi profesión, ella se ríe y me dice que de momento no, que es un campo por explorar… susurro que ya va siendo hora y me acerco a besarla. Me lo devuelve. Se alza el telón.
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Tras un rato de magreo en el bar vamos a su coche, lo tiene aparcado delante de los juzgados y nada más entrar tengo que avisar que se trata de zona videovigilada… arranca y vamos a un pinar de las afueras.
Follamos en la parte trasera del coche, me llama la atención que antes de ponernos manos a la obra dedica más de cinco eternos minutos a seleccionar la música de fondo… pasando compulsivamente canciones del pincho que tenía conectado a la radio. Al final la banda sonora es un batiburrillo de música celta new age, todo muy etéreo y ambiental.
Cuando terminamos sucede algo para lo que no estoy
preparado. “Espera, antes de regresar a la civilización te voy a poner mi
disco, a ver qué te parece…”, dice.
Se incorpora hacia la guantera y saca un CD, lo mete en el aparato y pulsa play.
Así, desnudos, en el asiento trasero de su coche… me tiene los veinticinco minutos que dura el EP, un disco semi-acústico que si bien no me desagrada tampoco me dice nada… me acribilla a preguntas, comenta todas las canciones por encima, justifica aparentes fallos de grabación o que suene cierto instrumento que ella en un principio no quería… eso nos lleva a que vuelva a incorporarse en busca de LA MAQUETA. Otros veinte minutos…
Se incorpora hacia la guantera y saca un CD, lo mete en el aparato y pulsa play.
Así, desnudos, en el asiento trasero de su coche… me tiene los veinticinco minutos que dura el EP, un disco semi-acústico que si bien no me desagrada tampoco me dice nada… me acribilla a preguntas, comenta todas las canciones por encima, justifica aparentes fallos de grabación o que suene cierto instrumento que ella en un principio no quería… eso nos lleva a que vuelva a incorporarse en busca de LA MAQUETA. Otros veinte minutos…
Pero ese es el disco que ha grabado ella sola con ayuda de su
prima, después llega el turno del disco que ha hecho con el grupo (del cual
tiene a bien ponerme “solo” tres canciones sueltas) y a modo de final apoteósico
saca el móvil y me reproduce un par de grabaciones caseras en las que está
trabajando.
Hago un esfuerzo sobrehumano por sonreír, hacer comentarios amables, asentir y ocultar los incipientes bostezos involuntarios que me produce la situación.
Hago un esfuerzo sobrehumano por sonreír, hacer comentarios amables, asentir y ocultar los incipientes bostezos involuntarios que me produce la situación.
El revolcón en el coche comenzó casi a las tres de la
madrugada, hora y media después dejamos el pinar atrás.
De este concierto privado en plena naturaleza tampoco puedo conservar la entrada. ¡Qué mala racha!
De este concierto privado en plena naturaleza tampoco puedo conservar la entrada. ¡Qué mala racha!