Tal día como hoy, en la Noche de Difuntos del año pasado quedé con Ainara para cenar, la cita iba bastante bien pero mientras nos magreábamos en un rincón oscuro del segundo bar ella comenzó a sentirse indispuesta... algo de la cena le había sentado como un tiro (eso nos pasa por ir a restaurantes exóticos) así que tuve que acompañarla prematuramente a casa.
Apenas eran las 23:30 cuando llegué a la mía, encendí el ordenador y vi conectada a Gemma.
A principios de ese mismo mes quedé con ella un domingo por la tarde para tomar unas cervezas, la cosa se lió y a medianoche me llevó en coche al parking del estadio para follar en el asiento trasero de su Opel Astra.
"Hola ¿qué tal?", saludé...
"Bien, ¿y tú? -tecleó- ¿hoy no sales?"
Mentí diciéndole que estaba viendo en casa una peli de terror, "La casa de los 1000 cadáveres"... y que a continuación me iba a poner la secuela "Los renegados del diablo", salvo que a lo mejor a ella le apeteciera quedar conmigo a tomar algo, rescatándome del tan improvisado como embustero programa doble...
Gemma protestó un poco por la hora que era, además ella vivía en un pueblo de las afueras... pero finalmente accedió a quedar sobre las 0:30 en una cervecería a la entrada de la ciudad.
Poco después me puse mi camiseta de Alice Cooper y fui a la cita tarareando una y otra vez la melodía de "Thriller"...
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Camino del bar fui estudiando las particulares circunstancias de mi segunda cita de la noche: ella estaba en casa en pijama casi a medianoche y de repente se ponía velozmente en marcha para salir... la única vez que habíamos quedado pasó lo que pasó... nuevamente acudía a la cita en coche...
No sé, di por sentado que acabaríamos follando, aún así preferí no precipitarme y tomar primero unas cañas relajadamente, sin asomar el colmillo.
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Quizás hubiera luna llena... quizás el bar tan oscuro, iluminado apenas por unas velas fuera demasiado sugerente... o quizás fuera el generoso escote que llevó Gemma lo que reventó mi encía... el caso es que la charla no duró ni media hora, ella se inclinó un momento (estratégicamente) y me avalancé sobre su cuello.
Quince minutos después estábamos ardiendo y ella propuso (sin más miramientos) ir al coche en busca de algún rincón apartado.
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Decidimos regresar al mismo descampado desierto junto al estadio de fútbol, en la radio había un especial de Halloween y después de emitir "love song for a vampire" comenzaron los primeros acordes de "feed my Frankenstein"...
"Ya verás como la siguiente que ponen es la de los Cazafantasmas, cada año es lo mismo", comento... ella se ríe y jugamos a proponer canciones que encajarían en ese especial radiofónico, hasta que de repente nos quedamos mudos al ver como fuera, en la calle, comenzaba a diluviar...
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Llovía a mares, la visibilidad era tan escasa que Gemma se saltó la salida correcta en la carretera... dimos un pequeño rodeo y finalmente enfilamos el atajo hacia el rincón previsto.
Después de aparcar pasamos al asiento trasero sin salir del coche, los cristales tardaron poco en empañarse... lo mismo que nuestras manos en calentarse.
Ella extendió la mantita y empezamos a quitarnos prendas, la lluvia seguía golpeando (por momentos con bastante fuerza) en el techo y cristales, salvo por eso todo estaba tranquilo en nuestro improvisado refugio, hasta que de repente...
Yo tenía mi cabeza entre las piernas de Gemma cuando oímos un coche aproximarse, sus ruedas surcando inconfundibles la tierra del descampado, sus focos delanteros apuntando directamente a nuestro picadero...
Gemma hizo amago de incorporarse pero se lo impedí arrastrándola aún más abajo, ambos estábamos completamente desnudos y el vehículo recién llegado comenzó a hacer sonar el claxon mientras sus ocupantes (sonaban como un grupo de chavalines) pegaban voces, silbaban y se asomaban a la ventanilla diciéndonos cosas (por suerte) ininteligibles.
Dieron unas cuantas vueltas a nuestro alrededor (como Apaches cercando una caravana de colonos en el lejano oeste) montando bulla... yo seguía inmóvil en mi golosa trinchera mientras Gemma se cubría las tetas con la mantita, aguantando en silencio como buenamente podía la creciente mala leche.
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Por suerte el susto no pasó de ahí, supongo que la tormenta los disuadió de salir y zarandearnos el coche como apoteósis final de la gamberrada.
Una vez restituida la calma, retomamos la faena... ella me montó y poco después, justo en pleno clímax dejó de llover.
Tirados sobre la manta, ya relajados y un poco sudorosos, identifiqué nuestra puesta en escena con aquella de las pelis de terror favoritas de mi niñez y adolescencia... una pareja en pelotas recién fornicada siempre era víctima propiciatoria para el loco del garfio o el fulano de la motosierra.
"Vámonos anda, antes de que aparezca Freddy Krueger...", sugerí medio en broma medio en serio.
"De eso nada -protestó Gemma- hasta que no echemos otro de aquí no nos movemos, quiero más..."
"Vale, vale... -exclamé poniéndome encima de ella- pero prométeme que mientras lo hagamos no se te ocurrirá decir "Rific" tres veces mirando al espejo retrovisor..."
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Después del segundo asalto nos vestimos, salí fuera para entrar mejor en mi asiento desde la puerta delantera... ya no llovía, estiré los brazos y de repente me fijé en el detalle de que habíamos estado aparcados todo el tiempo justo debajo de una enorme torreta de alta tensión, con muchos cables encima.
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Virando en el descampado en busca de la salida hacia el parking del estadio vimos que había tres o cuatro coches más aparcados por allí en actitud sexualmente sospechosa. ¿Habrían sido también acosados por el pelotón chiflado?
Pero aquello no era nada, llegando al parking vimos mucho más movimiento: gente rondando por la zona con andares inciertos y miradas misteriosas, más coches aparcados rodeados de aquellos zombies sedientos de sexo...
Enfilando la salida definitiva de ese foco de infectados pasamos lentamente junto a un coche de cristales empañados, dentro se intuía cierto movimiento (los amortiguadores puestos a prueba) y fuera, un pequeño grupo de tres tipos acercaban la cabeza a las ventanillas espiando el interior, todos con la misma postura: una mano sobre las cejas enfocando bien su objetivo, con la otra agarrándose la polla, masturbándose...
Antes de salir a la ronda tuvimos que esquivar algunos más de esos No Muertos que torpemente se aproximaban a nuestro coche para fisgar el interior.
"¡Vaya panorama!", exclamó Gemma aún boquiabierta, en lo que metía cuarta y dejábamos definitivamente atrás aquel delirante Zoco sexual.
"No sé tú, Gemma... -dije, mientras buscaba en el dial alguna emisora con música "normal"- pero este Halloween no creo que lo olvide así como así..."
Y por fin sonó la puta canción de los Cazafantasmas... ¡a buenas horas!
miércoles, 31 de octubre de 2012
martes, 23 de octubre de 2012
"IMPRESENTABLE" (Won't get fooled again)
Ella era gallega pero vivía en una preciosa ciudad universitaria castellana, elaborando una densa tesis sobre una escritora española de la primera mitad del siglo XX.
Una amistad común consideró que "como ambos éramos ratones de biblioteca, nos llevaríamos bien", así que nos puso en contacto.
Tras una semana charlando bastante a través del messenger me invitó a ir a verla a su ciudad.
Me dijo que vivía en un piso de esos minúsculos con una única sala en la que cocinas, comes, ves la tele, tiendes la ropa, etc... y en la pared dos puertas que conducen al dormitorio y al WC, respectivamente.
Le dije que me las apañaría en el sofá de la salita sin problema, pero ella me contestó que no habría inconveniente en que compartieramos la cama, que ya éramos mayorcitos y sabríamos comportarnos...
Yo desde luego tenía claro cómo acabaría comportándome, supuse que ella también así que acepté su invitación.
- - - - - - - - - - - - - - -
Dijo que me iría a buscar a la estación. Mi autobús llegó aquel viernes por la noche con puntualidad británica, bajé al andén y allí no había nadie... entré en la estación y tampoco la encontré... esperé unos minutos a que apareciera y nada, ni rastro de mi lingüista gallega...
Antes de ir al mostrador de la compañía de transportes para preguntar si había algún bus de vuelta a mi ciudad a pesar de lo tarde que era, la llamé por teléfono y me dijo que estaba allí, llevaba todo ese rato esperando... pero en la puerta de la calle.
Empezábamos bien.
- - - - - - - - - - - - - - -
Subimos a su coche y me condujo al piso para dejar la pequeña mochila que llevé. En un principio me pareció bastante tímida, en el messenger escribía párrafos enormes con una incontinencia salvaje... pero en persona apenas hablaba.
En su casa me ofreció un chupito de crema de orujo gallego que estaba delicioso, pero ella no me acompañó en el brindis, se limitó a sentarse en la silla de enfrente a ver como me lo tomaba, en silencio...
A mis preguntas ella contestaba con monosílabos, de vez en cuando se reía y soltaba coletillas típicamente gallegas, pero guardaba las distancias y me observaba estudiándome de arriba a abajo con el mismo gesto neutro que adoptan las vacas en el prado cuando ven pasar al tren.
- - - - - - - - - - - - - - -
Por más que yo me esforzaba, la conversación no era nada fluida... ella propuso salir a la zona de bares y acepté al instante, cualquier cosa con tal de virar el rumbo soporífero que estaba tomando la noche, tan prometedora apenas unas pocas horas antes.
Pillamos el autobús urbano y ella se sentó a mi lado en silencio, mirando al frente... durante el trayecto me sentí como John Lennon acompañado por la inquietante y silenciosa presencia de Yoko Ono.
De repente subieron al bus un grupo de estudiantes erasmus de diversas nacionalidades, montando jaleo y pasándose la garrafa de calimocho... uno de ellos (holandés) me saludó con gracia (quizás vio mi aspecto y pensó que yo era uno de ellos) y me pasó el recipiente para echar un trago.
Aparte de beber estuve hablando con ellos en inglés un rato preguntandoles qué tal se presentaba la noche y qué sitios eran los mejores para ir a tomar algo luego.
Cuando se bajaron en una parada anterior a la nuestra, juro solemnemente que consideré la posibilidad de irme con ellos y dejar a mi silenciosa amiga allí plantada... pero en el fondo confié en que el vuelo podría remontarse (y mis pertenencias estaban en su piso) así que me quedé.
- - - - - - - - - - - - - - -
Yo había salido un par de veces antes por aquella ciudad, así que ante su falta de decisión e iniciativa la llevé a un bar que me gustaba bastante y no sé, poco a poco se iba soltando... me habló de su exnovio, que lo habían dejado porque vivían en distintas ciudades y el desgaste había sido insoportable... que ella llevaba una vida muy solitaria y que a veces cuando regresaba a Vigo sus amigos la reñían porque se tiraba meses sin llamar a nadie ni dar señales de vida... "es que yo para eso soy muy impresentable, ¿no sabes?", dijo, con marcado acento gallego.
Después ella me llevó a una oscura cafetería donde supuestamente acudieron muchos escritores e intelectuales durante la postguerra, un lugar sin música iluminado por velas sobre las mesas.
En medio de una charla intrascendente miré el reloj y comprobé que llevaba ya casi cuatro horas en esa ciudad y la cosa no avanzaba en absoluto... sin venir a cuento me acerqué y la besé en la boca.
Ella no se apartó así que repetí y para mi sorpresa abrió la boca siguiéndome el juego... damas y caballeros, ¡han cantado bingo!
- - - - - - - - - - - - - - -
En aquel bar uno se quedaba dormido así que decidimos volver al piso. Fuimos paseando y de vez en cuando yo detenía la marcha para arrinconarla en algún callejón, volver a la carga...
Cuando llegamos al piso me senté en el sofá y la agarré para que se me pusiera encima, tras besarnos levanté su jersey, desabroché el sujetador y hundí mi cabeza entre sus tetas antes de saborearlas... fuimos a la cama y para mi sorpresa antes de entrar ella se puso un áspero esquijama y los calcetines más gordos que he visto en mi vida.
Una vez dentro del catre retomé el magreo pero cuando mi mano llegó a su entrepierna ella me detuvo, "no quiero follar, es que no sé, no me apetece... ¿no sabes?", dijo.
Señoras y señores, ¡el bingo no es correcto!
- - - - - - - - - - - - - - -
No dormí nada bien aquella noche, el cuarto era minúsculo (claustrofóbico) y frente al camastro había un armario con espejo que en vez de reflejar escenas sexuales se cachondeaba de mí proyectando la incuestionable crudeza de mi fracasada expedición.
La mañana siguiente decidí quemar mis naves y volver a intentarlo antes de levantarnos, pero nada... seguía "sin apetecerle".
Me di una ducha (sólo), almorzamos en un centro comercial cercano a la estación, compré por 4'95€ el "Who are you" de The Who en una tienda de cierta célebre cadena... y para mi sorpresa, cuando luego nos despedíamos en la estación de autobuses ella me abrazó con fuerza y me besó apasionadamente.
El bus arrancó, metí el CD en el discman, pulsé el "play", cerré los ojos recreándome en las preciosas tetas gallegas que dejaba atrás... y en el rizado vello de la entrepierna que apenas pude palpar por encima y se quedó sin catar.
- - - - - - - - - - - - - - -
Durante la semana siguiente seguimos hablando por el messenger, me dijo que yo le había gustado, que podríamos volver a quedar en el inminente puente de diciembre... pero antes de la fecha en cuestión, de repente (de un día para otro), desapareció de internet, dejó de atender al teléfono y nunca más se supo.
No pude evitar recordar la frase que me dijo aquella noche por la calle, cuando se definió como "muy impresentable" en el trato de sus relaciones.
Ya podría haberlo dicho la víspera de mi viaje, justo antes de ponerme la cabeza como un bombo con la oferta de una minúscula (y a la postre gélida) cama.
Una amistad común consideró que "como ambos éramos ratones de biblioteca, nos llevaríamos bien", así que nos puso en contacto.
Tras una semana charlando bastante a través del messenger me invitó a ir a verla a su ciudad.
Me dijo que vivía en un piso de esos minúsculos con una única sala en la que cocinas, comes, ves la tele, tiendes la ropa, etc... y en la pared dos puertas que conducen al dormitorio y al WC, respectivamente.
Le dije que me las apañaría en el sofá de la salita sin problema, pero ella me contestó que no habría inconveniente en que compartieramos la cama, que ya éramos mayorcitos y sabríamos comportarnos...
Yo desde luego tenía claro cómo acabaría comportándome, supuse que ella también así que acepté su invitación.
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Dijo que me iría a buscar a la estación. Mi autobús llegó aquel viernes por la noche con puntualidad británica, bajé al andén y allí no había nadie... entré en la estación y tampoco la encontré... esperé unos minutos a que apareciera y nada, ni rastro de mi lingüista gallega...
Antes de ir al mostrador de la compañía de transportes para preguntar si había algún bus de vuelta a mi ciudad a pesar de lo tarde que era, la llamé por teléfono y me dijo que estaba allí, llevaba todo ese rato esperando... pero en la puerta de la calle.
Empezábamos bien.
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Subimos a su coche y me condujo al piso para dejar la pequeña mochila que llevé. En un principio me pareció bastante tímida, en el messenger escribía párrafos enormes con una incontinencia salvaje... pero en persona apenas hablaba.
En su casa me ofreció un chupito de crema de orujo gallego que estaba delicioso, pero ella no me acompañó en el brindis, se limitó a sentarse en la silla de enfrente a ver como me lo tomaba, en silencio...
A mis preguntas ella contestaba con monosílabos, de vez en cuando se reía y soltaba coletillas típicamente gallegas, pero guardaba las distancias y me observaba estudiándome de arriba a abajo con el mismo gesto neutro que adoptan las vacas en el prado cuando ven pasar al tren.
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Por más que yo me esforzaba, la conversación no era nada fluida... ella propuso salir a la zona de bares y acepté al instante, cualquier cosa con tal de virar el rumbo soporífero que estaba tomando la noche, tan prometedora apenas unas pocas horas antes.
Pillamos el autobús urbano y ella se sentó a mi lado en silencio, mirando al frente... durante el trayecto me sentí como John Lennon acompañado por la inquietante y silenciosa presencia de Yoko Ono.
De repente subieron al bus un grupo de estudiantes erasmus de diversas nacionalidades, montando jaleo y pasándose la garrafa de calimocho... uno de ellos (holandés) me saludó con gracia (quizás vio mi aspecto y pensó que yo era uno de ellos) y me pasó el recipiente para echar un trago.
Aparte de beber estuve hablando con ellos en inglés un rato preguntandoles qué tal se presentaba la noche y qué sitios eran los mejores para ir a tomar algo luego.
Cuando se bajaron en una parada anterior a la nuestra, juro solemnemente que consideré la posibilidad de irme con ellos y dejar a mi silenciosa amiga allí plantada... pero en el fondo confié en que el vuelo podría remontarse (y mis pertenencias estaban en su piso) así que me quedé.
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Yo había salido un par de veces antes por aquella ciudad, así que ante su falta de decisión e iniciativa la llevé a un bar que me gustaba bastante y no sé, poco a poco se iba soltando... me habló de su exnovio, que lo habían dejado porque vivían en distintas ciudades y el desgaste había sido insoportable... que ella llevaba una vida muy solitaria y que a veces cuando regresaba a Vigo sus amigos la reñían porque se tiraba meses sin llamar a nadie ni dar señales de vida... "es que yo para eso soy muy impresentable, ¿no sabes?", dijo, con marcado acento gallego.
Después ella me llevó a una oscura cafetería donde supuestamente acudieron muchos escritores e intelectuales durante la postguerra, un lugar sin música iluminado por velas sobre las mesas.
En medio de una charla intrascendente miré el reloj y comprobé que llevaba ya casi cuatro horas en esa ciudad y la cosa no avanzaba en absoluto... sin venir a cuento me acerqué y la besé en la boca.
Ella no se apartó así que repetí y para mi sorpresa abrió la boca siguiéndome el juego... damas y caballeros, ¡han cantado bingo!
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En aquel bar uno se quedaba dormido así que decidimos volver al piso. Fuimos paseando y de vez en cuando yo detenía la marcha para arrinconarla en algún callejón, volver a la carga...
Cuando llegamos al piso me senté en el sofá y la agarré para que se me pusiera encima, tras besarnos levanté su jersey, desabroché el sujetador y hundí mi cabeza entre sus tetas antes de saborearlas... fuimos a la cama y para mi sorpresa antes de entrar ella se puso un áspero esquijama y los calcetines más gordos que he visto en mi vida.
Una vez dentro del catre retomé el magreo pero cuando mi mano llegó a su entrepierna ella me detuvo, "no quiero follar, es que no sé, no me apetece... ¿no sabes?", dijo.
Señoras y señores, ¡el bingo no es correcto!
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No dormí nada bien aquella noche, el cuarto era minúsculo (claustrofóbico) y frente al camastro había un armario con espejo que en vez de reflejar escenas sexuales se cachondeaba de mí proyectando la incuestionable crudeza de mi fracasada expedición.
La mañana siguiente decidí quemar mis naves y volver a intentarlo antes de levantarnos, pero nada... seguía "sin apetecerle".
Me di una ducha (sólo), almorzamos en un centro comercial cercano a la estación, compré por 4'95€ el "Who are you" de The Who en una tienda de cierta célebre cadena... y para mi sorpresa, cuando luego nos despedíamos en la estación de autobuses ella me abrazó con fuerza y me besó apasionadamente.
El bus arrancó, metí el CD en el discman, pulsé el "play", cerré los ojos recreándome en las preciosas tetas gallegas que dejaba atrás... y en el rizado vello de la entrepierna que apenas pude palpar por encima y se quedó sin catar.
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Durante la semana siguiente seguimos hablando por el messenger, me dijo que yo le había gustado, que podríamos volver a quedar en el inminente puente de diciembre... pero antes de la fecha en cuestión, de repente (de un día para otro), desapareció de internet, dejó de atender al teléfono y nunca más se supo.
No pude evitar recordar la frase que me dijo aquella noche por la calle, cuando se definió como "muy impresentable" en el trato de sus relaciones.
Ya podría haberlo dicho la víspera de mi viaje, justo antes de ponerme la cabeza como un bombo con la oferta de una minúscula (y a la postre gélida) cama.
SE BUSCA
SE BUSCA: Iniciales A.C.
ALIAS QUE UTILIZA: El primero que se le conoció fue Lady Guiness, más tarde Twiggy, Tom Hanks, Susan Vance, Mia Wallace, etc...
TATUAJES: Se desconocen.
ÚLTIMA VEZ QUE FUE VISTA: El pasado mes de Marzo delante de su ordenador dejando un comentario en este blog.
-SE OFRECE GENEROSA RECOMPENSA-
ALIAS QUE UTILIZA: El primero que se le conoció fue Lady Guiness, más tarde Twiggy, Tom Hanks, Susan Vance, Mia Wallace, etc...
TATUAJES: Se desconocen.
ÚLTIMA VEZ QUE FUE VISTA: El pasado mes de Marzo delante de su ordenador dejando un comentario en este blog.
-SE OFRECE GENEROSA RECOMPENSA-
martes, 16 de octubre de 2012
"TATUAJE"
Quedé con mi amiga Cristina en una ciudad neutral para asistir juntos a un concierto... los hoteles o estaban llenos o pedían un ojo de la cara así que nos vino Dios a ver cuando nos prestaron las llaves de un piso de estudiantes vacío durante aquel verano.
La casa no tenía apenas mobiliario, había tres dormitorios enanos con sendas camas individuales ocupadas sólamente por sus colchones... pero los grifos y la cocina funcionaban bien.
Cristina propuso ser prácticos a la hora de distribuirnos, ¿para qué dormir incómodos?... ella se adjudicó un camastro, yo otro y el restante se usaría exclusivamente para follar.
La ducha la compartiríamos.
- - - - - - - - - - - - - - - - -
Saliendo de la primera de esas duchas juntos fuimos (aún empapados) al camastro común y echamos un polvo de lo más ruidoso e incómodo... se nos clavaron varios hierros y el catre crujía como si estuviera a punto de desmoronarse.
Cristina volvió a ser práctica y quitó el colchón del destartalado somier, lo extendió en el suelo del salón y allí tumbados (sin tanta distracción) disputamos el segundo asalto de la velada.
- - - - - - - - - - - - - - - - -
La mañana del día siguiente bajé a comprar cigarrillos y una barra de pan. Ya de vuelta, en el descansillo de nuestra puerta me crucé con un par de operarios que estaban cambiando los números y letreros que señalizaban cada piso y escalera.
"Hola buenas qué tal", metí la llave en la cerradura y una vez dentro descubrí que Cristina me esperaba desnuda sobre el único mueble que poblaba el minúsculo salón: un viejo tresillo marrón de "escay".
Me quité la ropa y me tumbé junto a ella, se puso encima y comenzó a montarme. De fondo oíamos los martillazos que los operarios daban en las paredes colocando sus números y letras... hasta que Cristina empezó a gemir ruidósamente y de repente los golpes de martillo cesaron.
No sé por qué, pero imaginar a los fulanos de fuera acercando la oreja a nuestra puerta me incomodó un poco... sin embargo a Cristina debió de ponerle aún más cachonda.
Tanto empeño puso en la maniobra que aparte de los gritos (cada vez más estridentes) acabó pelándose la cara exterior de la rodilla de tanto rozarla contra el tosco material del tresillo, causándole una leve quemadura que no pararía de molestarla durante el resto del fin de semana.
- - - - - - - - - - - - - - - - -
Volvimos a vernos catorce meses después y nuevamente acabamos en la cama. Vistiéndonos para volver a salir a la calle, mientras ella se ponía las medias me fijé en una marca de su pierna derecha...
"¿Es eso lo que creo que es?", pregunté...
"¡Sí! -contestó entre risas- no me habré tatuado tu nombre pero vamos, para lo que es el caso... cada vez que veo la puta cicatriz del sillón me acuerdo de ti"
La casa no tenía apenas mobiliario, había tres dormitorios enanos con sendas camas individuales ocupadas sólamente por sus colchones... pero los grifos y la cocina funcionaban bien.
Cristina propuso ser prácticos a la hora de distribuirnos, ¿para qué dormir incómodos?... ella se adjudicó un camastro, yo otro y el restante se usaría exclusivamente para follar.
La ducha la compartiríamos.
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Saliendo de la primera de esas duchas juntos fuimos (aún empapados) al camastro común y echamos un polvo de lo más ruidoso e incómodo... se nos clavaron varios hierros y el catre crujía como si estuviera a punto de desmoronarse.
Cristina volvió a ser práctica y quitó el colchón del destartalado somier, lo extendió en el suelo del salón y allí tumbados (sin tanta distracción) disputamos el segundo asalto de la velada.
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La mañana del día siguiente bajé a comprar cigarrillos y una barra de pan. Ya de vuelta, en el descansillo de nuestra puerta me crucé con un par de operarios que estaban cambiando los números y letreros que señalizaban cada piso y escalera.
"Hola buenas qué tal", metí la llave en la cerradura y una vez dentro descubrí que Cristina me esperaba desnuda sobre el único mueble que poblaba el minúsculo salón: un viejo tresillo marrón de "escay".
Me quité la ropa y me tumbé junto a ella, se puso encima y comenzó a montarme. De fondo oíamos los martillazos que los operarios daban en las paredes colocando sus números y letras... hasta que Cristina empezó a gemir ruidósamente y de repente los golpes de martillo cesaron.
No sé por qué, pero imaginar a los fulanos de fuera acercando la oreja a nuestra puerta me incomodó un poco... sin embargo a Cristina debió de ponerle aún más cachonda.
Tanto empeño puso en la maniobra que aparte de los gritos (cada vez más estridentes) acabó pelándose la cara exterior de la rodilla de tanto rozarla contra el tosco material del tresillo, causándole una leve quemadura que no pararía de molestarla durante el resto del fin de semana.
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Volvimos a vernos catorce meses después y nuevamente acabamos en la cama. Vistiéndonos para volver a salir a la calle, mientras ella se ponía las medias me fijé en una marca de su pierna derecha...
"¿Es eso lo que creo que es?", pregunté...
"¡Sí! -contestó entre risas- no me habré tatuado tu nombre pero vamos, para lo que es el caso... cada vez que veo la puta cicatriz del sillón me acuerdo de ti"
lunes, 1 de octubre de 2012
"CARPE DIEM"
MES DE JULIO DEL AÑO PASADO: Conozco a través de Internet a Alicia, joven madre soltera que según me cuenta no sale apenas de casa... siempre está o con la niña o trabajando.
Cuando le propongo quedar a tomar algo para que se distraiga un poco me contesta rápidamente que sí.
Camino de la cita no puedo evitar pensar que si lo que me ha dicho es cierto, tengo alguna que otra posibilidad de sacarla de su aburrida rutina...
Por desgracia me acabo llevando un ligero chasco al verla aparecer con su niña de la mano.
Vamos a un bar, charlamos un poco pero mis opciones de ataque son nulas con la niña constantemente interponiéndose entre nosotros. Por momentos me da la sensación de que Alicia la utiliza como escudo humano para protegerse...
Pregunto si hay alguna posibilidad de quedar a solas algún otro día y me dice que está complicado pero que podría mirarse, que sí le apetecería... pero que los fines de semana lo tiene difícil por la niña.
Salimos del bar y quedamos en volver a hablar cuando coincidamos por el messenger y concretar algo más el plan... pero el caso es que ya nunca más volveríamos a coincidir en el ordenador.
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UN JUEVES A FINALES DE SEPTIEMBRE DE ESTE AÑO: Recibo el típico correo electrónico que Badoo envía a los contactos de sus usuarios: "Rific, Alicia te ha dejado un mensaje...", pone en el asunto.
No soy usuario de Badoo (me han hablado horrores de esa web) y en un principio no tengo ni idea de qué Alicia (conozco tres) puede tratarse, abro el correo y veo la foto de la joven mamá.
No sé por qué, agarro el móvil y le envío un mensaje de esos que no pueden chirriar más (tanto al mandarlos como al recibirlos): "Hola! T acuerdas de mi? Si te apetece podríamos quedar esta tarde tomar algo, si eso dime hora & sitio. Bs"
Para mi sorpresa contesta a los cinco minutos diciendo que claro que se acuerda, que le parece bien y que nos vemos en la misma plaza del año pasado.
"Joder -pienso- ¡cómo está el patio!"
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Acudo a la cita en blanco, sin saber por dónde me puede salir y sin tener ni idea de lo que me puedo encontrar tras el fiasco del año anterior.
Cuando llego a la plaza no me lo puedo creer, ¡ha vuelto a traerse a la niña!
Vamos al mismo bar y apenas podemos hablar de nada interesante o personal, la niña es un año mayor y está en plena efervescencia charlatana, mete baza constantemente y escucha atenta a todo cuanto se dice.
Aún así consigo preguntarle si ha salido con alguien (o tenido algún lío, no recuerdo mis palabras) en este año... me contesta que no.
Ella me pregunta lo mismo y le digo que sí, que un par...
En un momento que la niña se aleja dos metros para fisgar la mesa de al lado susurro a Alicia que no pensaba que fuera a venir de nuevo con la niña, que imaginé que estaríamos a solas... ella se disculpa y me dice que el único momento que no está ocupada con ella son las mañanas ahora que empieza el cole.
Propongo quedar a solas alguna mañana y ella me dice que sí, pero presiento que lo hace con la boca pequeña.
La niña protesta porque tiene que hacer pis, Alicia se la lleva al WC y cuando regresan salimos del bar.
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DOMINGO: La chica no es que me entusiasme pero decido no dejar pasar otro año sin saber hacia dónde podría ir todo esto...
A la noche envío un sms a Alicia proponiendo vernos a solas (esto último bien marcado) la mañana siguiente.
No obtengo respuesta, imagino que no estará interesada y me voy a la cama prácticamente seguro de que no volveremos a quedar jamás.
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LUNES: A media mañana me contesta diciendo que solo tiene libres las mañanas de lunes, miércoles y jueves, pero que hoy ya se le ha hecho tarde y no puede.
Aparentemente, la puerta sigue sin cerrarse...
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JUEVES: Envío otro mensaje mañanero y nuevamente me contesta negativamente. El resto de días de la semana ni siquiera me acuerdo de ella...
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SIGUIENTE LUNES: Me levanto, desayuno, leo el periódico... no me apetece demasiado ir al gimnasio y de repente me acuerdo de Alicia y esos lunes suyos en que supuestamente está libre...
Envío un sms sin ningún tipo de esperanza y resulta que me cita 40 minutos después, a las 11:30, en la misma plaza de siempre.
Ella tarda cinco minutos en aparecer, no me lo puedo creer... ¡viene sola!
Que comiencen los juegos.
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Me la llevo a un bar oscuro cerca de mi casa, nos sentamos en un rincón estratégico y empezamos a conversar. Son las 11:50.
Nada más sentarse ella pone su bolso en el regazo y cruza los brazos... poco a poco vamos hablando animosamente de chorradas y ella parece que se va relajando.
Me cuenta que un tío suyo falleció recientemente y que se han llevado en casa un disgusto tremendo. "Aquí está claro que hay que vivir al día, el momento... -dice- que la vida son dos días"
(No lo sabe pero me está sirviendo en bandeja el argumento de mi estrategia de ataque)
Añade que ella además debe tener especial cuidado, que no puede alterarse debido a un problema de corazón que tiene, algo congénito que se le complicó durante el embarazo... "por lo visto de acabar llevando un marcapasos no me voy a librar", sentencia.
Me cuenta que una vez se metió en un Pasaje del Terror de la Feria y lo pasó fatal con los sustos... aprovecho el hilo de su frase y le digo que bien está que me avise porque yo no tengo intención de darle ningún susto de muerte, pero que a pesar de todo allá voy...
Me acerco y la beso en la boca, su primera reacción es reírse pero me lo devuelve.
"¡Anda! ¿Y esto? ¿Así por las buenas?", pregunta.
"Es que esto no pude hacerlo el otro par de veces delante de tu niña... -contesto- y la verdad es que tenía ganas"
Sin dejar de sonreír comienza a interrogarme: "si busco algo serio... si tan solo quiero un rollo..."
Confieso que no ando detrás de nada serio y ella me empieza a contar que hay chicos que sólo buscan anotarse un punto más... y que el de la madre soltera es uno que (por lo visto) inspira bastante morbo.
Le entra un ataque de sinceridad brutal y comienza a hablarme de los dos únicos amantes que ha tenido: el primero fue un tipo veinte años mayor que ella que la desvirgó con diecinueve añitos... el segundo fue un hombre casado que la dejó embarazada y si te he visto no me acuerdo... desde que nació la niña no ha habido ninguno más en su vida.
"¿Este ha sido tu primer beso en cuatro años?", pregunto... y ella asiente con la cabeza.
Vuelvo al ataque y ella se entrega más en el siguiente morreo... hasta que pone el freno y recula.
"Es que a mi me gusta ir poco a poco -dice- y hay cosas que no las puedo hacer así como así, tengo una hija ¿me entiendes?"
"Entiendo que casi todo el tiempo tengas tus obligaciones -matizo- pero tú también debes comprender que aquí y ahora, tú serás quien quieras ser..."
Propongo ir a mi casa y se lleva las manos a la cara, sonrojada.
"¡Yo no soy tan directa!", exclama... le comento que esta mañana estoy solo en casa y que eso es algo que rara vez sucede, que podríamos ir y ya rematar el asunto como es debido. Vuelvo a besarla con más fuerza...
Agacha la cabeza y me dice sin mirarme que le da vergüenza que la vea desnuda, que hace mucho que no está con un chico y que le da bastante miedo... que sus tetas son pequeñas, bla bla bla.
De repente me agarra la muñeca y mira la hora en el reloj, son las 12:15... lo interpreto como una cuenta atrás y susurro algo a su oído acerca de lo que me gustaría desnudarme junto a ella y entrar en calor en medio de esta gélida mañana de otoño.
Me besa mordisqueando mi lengua y dice que se siente como una adolescente en medio de la discoteca...
"Bueno, ni que fueras una anciana... -intervengo- ¿qué edad tienes?"
"Veintisiete", contesta, vuelve a besarme y le meto la mano por debajo de la chaqueta.
"¿Nos vamos?", insisto... y ahora ni sabe ni quiere decirme que no.
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El paseo de cinco minutos hasta mi casa es prácticamente mudo, yo comento algunas anécdotas acerca de los edificios que nos cruzamos y ella no parece escucharme, concentrada ante lo que está a punto de suceder.
Subimos a mi casa, ella visita el WC y yo adecento a la carrera mi cuarto (cuando me desperté apenas dos horas y cuarto antes no imaginé que sucedería nada de esto), me pregunta dónde tengo el cubo de la basura para tirar su chicle y pasamos al dormitorio.
En el radio-despertador marcan las 12:41, Alicia me dice que sólo puede quedarse hasta la una (después irá a buscar a la niña al cole) así que nos desnudamos rápido y nos metemos en la cama.
Acerqué la cabeza hacia su sexo y ella me la apartó, "no me gusta eso", dijo...
Acerqué mi sexo a su cara y ella la volvió, "y eso tampoco", añadió sonriendo...
Cuando estamos a punto de empezar a follar suena su móvil. "Es mi madre, acércame el bolso anda..."
Mantienen una conversación delirante: la madre pregunta preocupada a su hija dónde está... ella contesta que mirando zapatos para la niña en una calle de la otra punta de la ciudad... pregunta también que si tiene hecha la sopa, que si irán al Carrefour esta tarde como habían hablado...
Dos minutos después cuelga, se disculpa por la interrupción, reiniciamos el magreo, saco un condón de la mesita de noche y echamos un lento y parsimonioso polvo.
"Uff, el primero en cuatro años", siento cierto vértigo mientras lo pienso, observando su cara mientras gime y me clava las uñas en el trasero.
Acabamos antes de la hora límite, nos vestimos y salimos de casa con puntualidad británica.
Ella aún conserva el gesto estupefacto de "¿pero qué es lo que acaba de sucederme?" mientras enfila la calle camino del colegio de su hija... yo pongo rumbo al Mercadona, voy a pillar una pizza Hacendado de salmón y gambas para esta noche, que tengo antojo.
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