Ayer por la tarde quedé con una chica. Camino del bar donde tenía pensado invitarle a la proverbial Fanta nos detuvimos en cierto supermercado porque ella quería comprar algo en la sección de perfumería... la cosa fue rápida, tan sólo un par de minutos después hacíamos cola en la caja de salida.
En ese preciso instante, por el pasillo contiguo apareció Ramona (la mujer de un amigo mío), empujando el carrito con su hijo de dos años... pocos pasos detrás les seguía la madre de ésta, también llamada Ramona.
-Vaya Rific, ¡qué sorpresa! –dice nada más verme- Qué raro verte comprando ¿no?
-Ya ves... -aparenté (exagerándola) idéntica sorpresa- una vez al año no hace daño...
Pero la joven Ramona no prestaba atención a mis palabras, dio media vuelta e inclinándose hacia el carrito dijo a su hijo con tono infantil: "mira quién está aquí... ¡dile hola!"
Pero el crío pasa olímpicamente de mí y vuelve la cabeza con gesto cansado...
...fue ahí cuando la mayor de las Ramonas presentes, la abuela de la criatura, se agachó también y dijo lo siguiente: "¿Quiéeeen eeeees? Dile hoooooola... ¿es papaaaá? Dime cielo... ¿es papaaaaaa?"
Justo entonces reparé en lo rubio y blanquito que es el crío... y en sus ojos tan parecidos a los míos.
Me giré hacia la chica con quien había quedado: a la pobre se le salían los ojos de las órbitas, boquiabierta...
"Nooo, papá nooo", berreó finalmente (para alivio de todos) el niño ante la pesada insistencia de las dos Ramonas.
Un minuto más tarde ellas merodeaban por la sección de frutería y nosotros salíamos a la calle.
Mi acompañante me propinó un suave codazo en el brazo: "Mmm, ¿hay algo que debas confesarme antes de seguir?"
"Me temo que sí" –contesté- "...no soy gay"
miércoles, 29 de septiembre de 2010
viernes, 24 de septiembre de 2010
Tenemos que dejar de vernos... de esta manera
Hace un par de días paseaba con un amigo por una gran superficie comercial de mi ciudad y de repente, a la altura de cierta cafetería, me vino un recuerdo.
¿Ves esa mesa de ahí en la esquina? –dije a mi colega, señalando la terraza del local- pues hace años ahí mismo "me dejó" una chica...
Así fue, una tarde de sábado hace siglos me llamó aquella chica con la que solía quedar por entonces, Celia... y me propuso tomar un café en ese centro comercial.
Casualmente esa semana habían metido en mi buzón propaganda del súper situado en ese complejo y tenían en oferta muchos cedés interesantes, así que la idea de vernos allí (me queda bastante lejos de casa), desde el punto de vista musical, me pareció fantástica... de hecho pillé el bus una hora antes, tiempo que pasé buceando entre los cajones de mi sección favorita para acabar pescando el "Masterplan" de Oasis y el "Pablo Honey" de Radiohead, ambos por cuatro duros.
Con semejante caza bajo el brazo llegué sonriente a la cafetería, pero ella me esperaba con mirada seria y semblante funerario... pedí una caña.
No tardó ni dos minutos en ir al grano: "tengo que decirte algo", dijo para el cuello de su camisa... "y es que tenemos que dejar de vernos".
No comenté nada, me limité a observarla, pero ella evitaba el contacto visual.
"Dejar de vernos me refiero... de esta manera", sentenció.
"¿Cómo?", pregunté intrigado, ya que aquella era apenas la tercera vez que Celia y yo compartíamos silla y mesa en un bar... y de esas tres, sólo la última "acabó como acabó".
"Pues eso, que me caes muy bien y me río bastante contigo... pero no eres lo que yo busco"
"Ahm" -llegué a decir, antes de llevarme un cacahuete a la boca- "¿y para esto querías quedar? Porque un discursito como ese cabía en un sms..."
Ella abrió la boca indignada... acto seguido dejó de medir sus palabras y soltó todo lo que llevaba dentro, esta vez sin pretender evitar conflictos... me habló de angustia, de arrepentimiento por lo sucedido, profirió lamentos por su flaqueza durante nuestro último encuentro, me echó en cara que yo tardase dos días en dar señales de vida y que cuando finalmente lo hice, me mostrase despreocupado cuando ella había estado todo ese tiempo tensa, dando vueltas a lo sucedido, enfurecida...
Me está "dejando" –pensé-, esta tía y yo no somos nada... ¡y aún así me está dejando!
Como vi que todo este asunto se estaba desmadrando le dije que no diese importancia a cosas que no la tienen, recalqué que no quería que pasase ningún mal rato por mi culpa, y concluí diciéndole que entendía eso de que ella buscase otra cosa, etc... muá muá, tan amigos, arrivederci Roma...
Recuerdo que esa tarde que me dejó, ella llevaba unos vaqueros rotos ajustados y una camiseta blanca con un dibujito de Heidi en el pecho...
...un mes después ella me llamó una lluviosa tarde de jueves para tomar un café, repitió camiseta y tras varias cervezas belgas acabamos en la cama de la casa de su abuela, vacía porque acababan de ingresarla en una residencia de ancianos.
Días después de este último encuentro, la siguiente vez que nos vimos, volvió a expresar cierto arrepentimiento, pero al menos tuvo el detalle de no decirme eso de que yo no era lo que buscaba...
¿Ves esa mesa de ahí en la esquina? –dije a mi colega, señalando la terraza del local- pues hace años ahí mismo "me dejó" una chica...
Así fue, una tarde de sábado hace siglos me llamó aquella chica con la que solía quedar por entonces, Celia... y me propuso tomar un café en ese centro comercial.
Casualmente esa semana habían metido en mi buzón propaganda del súper situado en ese complejo y tenían en oferta muchos cedés interesantes, así que la idea de vernos allí (me queda bastante lejos de casa), desde el punto de vista musical, me pareció fantástica... de hecho pillé el bus una hora antes, tiempo que pasé buceando entre los cajones de mi sección favorita para acabar pescando el "Masterplan" de Oasis y el "Pablo Honey" de Radiohead, ambos por cuatro duros.
Con semejante caza bajo el brazo llegué sonriente a la cafetería, pero ella me esperaba con mirada seria y semblante funerario... pedí una caña.
No tardó ni dos minutos en ir al grano: "tengo que decirte algo", dijo para el cuello de su camisa... "y es que tenemos que dejar de vernos".
No comenté nada, me limité a observarla, pero ella evitaba el contacto visual.
"Dejar de vernos me refiero... de esta manera", sentenció.
"¿Cómo?", pregunté intrigado, ya que aquella era apenas la tercera vez que Celia y yo compartíamos silla y mesa en un bar... y de esas tres, sólo la última "acabó como acabó".
"Pues eso, que me caes muy bien y me río bastante contigo... pero no eres lo que yo busco"
"Ahm" -llegué a decir, antes de llevarme un cacahuete a la boca- "¿y para esto querías quedar? Porque un discursito como ese cabía en un sms..."
Ella abrió la boca indignada... acto seguido dejó de medir sus palabras y soltó todo lo que llevaba dentro, esta vez sin pretender evitar conflictos... me habló de angustia, de arrepentimiento por lo sucedido, profirió lamentos por su flaqueza durante nuestro último encuentro, me echó en cara que yo tardase dos días en dar señales de vida y que cuando finalmente lo hice, me mostrase despreocupado cuando ella había estado todo ese tiempo tensa, dando vueltas a lo sucedido, enfurecida...
Me está "dejando" –pensé-, esta tía y yo no somos nada... ¡y aún así me está dejando!
Como vi que todo este asunto se estaba desmadrando le dije que no diese importancia a cosas que no la tienen, recalqué que no quería que pasase ningún mal rato por mi culpa, y concluí diciéndole que entendía eso de que ella buscase otra cosa, etc... muá muá, tan amigos, arrivederci Roma...
Recuerdo que esa tarde que me dejó, ella llevaba unos vaqueros rotos ajustados y una camiseta blanca con un dibujito de Heidi en el pecho...
...un mes después ella me llamó una lluviosa tarde de jueves para tomar un café, repitió camiseta y tras varias cervezas belgas acabamos en la cama de la casa de su abuela, vacía porque acababan de ingresarla en una residencia de ancianos.
Días después de este último encuentro, la siguiente vez que nos vimos, volvió a expresar cierto arrepentimiento, pero al menos tuvo el detalle de no decirme eso de que yo no era lo que buscaba...
lunes, 20 de septiembre de 2010
"Quiero Sentir"
Ella solamente tenía cuatro años más que yo, pero durante la primera media hora de nuestra cita no paró de susurrar para sí: "esto es un infanticidio".
"Tranquila mujer –traté de hacerle ver que exageraba- ya hace diez años que soy mayor de edad... además, la barrera generacional no es insalvable, ¡ambos sabemos quién fue Naranjito!"
"Ya bueno, pero esto no está del todo bien...", insistió.
Ella llevaba sólo unos pocos meses soltera y venía de una historia complicada: había estado viviendo bastante tiempo con un tipo cincuentón y con la hija adolescente de él... ese fue el tema estrella de su monólogo durante el arranque del encuentro.
"Con ella me llevaba, bueno... me llevo genial, seguimos llamándonos y me cuenta sus cosas... yo llegué a verla como mi propia hija ¿sabes? Pero por mucho que lo intentes no es lo mismo, nunca será como una hija tuya de verdad, no es tu sangre... y él no quería más hijos"
La besé por primera vez en un bar medio vacío y a ella le gustó, pero me pidió que no volviera a hacerlo en público, que nunca había sido de darse el lote por ahí y le daba vergüenza... sin embargo no sintió ningún reparo a la hora de liarse el primero de los tres porros que se fumaría a lo largo de la noche.
Ella me veía cantar canciones americanas en cierto bar rockero al que fuimos y no dejó de preguntarme por el significado de las letras... "son textos muy simplones, ¿estás segura de querer saberlo? Pueden llegar a decepcionarte", dije, pero ella insistió y contra todo pronóstico no le parecieron del todo malas las letras de Ramones y AC/DC.
"¿Qué te gustaría hacer esta noche? –pregunté- ¿hay algo que te apetezca particularmente?"
Ladeó la cabeza, encogió los hombros y con la expresión más seria de la que era capaz dijo lo siguiente: "Quiero sentir".
Fueron tres bares el tiempo en que no me dejó besarla, sin embargo a la salida del último, esperando al taxi que había llamado, ella acercó tímidamente su boca a la mía.
Cuando llegamos a su casa sacó (sin preguntar) una lata de cerveza para mi, la posó en la mesita del salón y tras quitarse las botas se dejó caer en el sofá, rebuscando en su bolso la piedrecita, el papel y el mechero.
Mientras ella trataba de liar el último de la noche yo empecé a besarle el cuello y a meter la mano bajo su jersey.
"Odio mis tetas, no te van a gustar", dijo con pena... le quité la parte superior y la tumbé boca arriba en el sofá, poniéndome encima... comencé a besárselas y acariciárselas, ella cerró los ojos y dejó el petardo sin encender encima de la mesa, agarrando mi cabeza con las manos dirigiéndola hacia pastos más verdes.
Después, en la cama, mientras ejecutábamos el misionero, ella seguía con esa expresión en el rostro... con los ojos cerrados, apretándolos.
"¿Algo no va bien?", me preocupo...
...ella abre los ojos y con una mirada que (como decirlo) acojonaba bastante, vuelve a decirme: "quiero sentirrrr"
Así que pongo todo el empeño del que soy capaz y poco a poco ella se va calentando: me araña superficialmente hombros y espalda, ronronea con fuerza, me pellizca (duele) los pezones... aumenta considerablemente el volumen de sus gemidos según se acerca al climax, de repente se incorpora acercando la cabeza hacia mi cuello y, gritando... abre la boca mordiéndome (logré retirame lo justo) en el pecho.
"¿Pero qué haces?", exclamé apartándome de ella, llevándome la mano a la herida...
Ella se puso colorada, adoptó una posición fetal y se tapó con la sábana. "Perdón –susurró- yo sólo quería sentir..."
Por suerte miré al espejo del dormitorio y comprobé, aliviado, que ella se reflejaba...
"Tranquila mujer –traté de hacerle ver que exageraba- ya hace diez años que soy mayor de edad... además, la barrera generacional no es insalvable, ¡ambos sabemos quién fue Naranjito!"
"Ya bueno, pero esto no está del todo bien...", insistió.
Ella llevaba sólo unos pocos meses soltera y venía de una historia complicada: había estado viviendo bastante tiempo con un tipo cincuentón y con la hija adolescente de él... ese fue el tema estrella de su monólogo durante el arranque del encuentro.
"Con ella me llevaba, bueno... me llevo genial, seguimos llamándonos y me cuenta sus cosas... yo llegué a verla como mi propia hija ¿sabes? Pero por mucho que lo intentes no es lo mismo, nunca será como una hija tuya de verdad, no es tu sangre... y él no quería más hijos"
La besé por primera vez en un bar medio vacío y a ella le gustó, pero me pidió que no volviera a hacerlo en público, que nunca había sido de darse el lote por ahí y le daba vergüenza... sin embargo no sintió ningún reparo a la hora de liarse el primero de los tres porros que se fumaría a lo largo de la noche.
Ella me veía cantar canciones americanas en cierto bar rockero al que fuimos y no dejó de preguntarme por el significado de las letras... "son textos muy simplones, ¿estás segura de querer saberlo? Pueden llegar a decepcionarte", dije, pero ella insistió y contra todo pronóstico no le parecieron del todo malas las letras de Ramones y AC/DC.
"¿Qué te gustaría hacer esta noche? –pregunté- ¿hay algo que te apetezca particularmente?"
Ladeó la cabeza, encogió los hombros y con la expresión más seria de la que era capaz dijo lo siguiente: "Quiero sentir".
Fueron tres bares el tiempo en que no me dejó besarla, sin embargo a la salida del último, esperando al taxi que había llamado, ella acercó tímidamente su boca a la mía.
Cuando llegamos a su casa sacó (sin preguntar) una lata de cerveza para mi, la posó en la mesita del salón y tras quitarse las botas se dejó caer en el sofá, rebuscando en su bolso la piedrecita, el papel y el mechero.
Mientras ella trataba de liar el último de la noche yo empecé a besarle el cuello y a meter la mano bajo su jersey.
"Odio mis tetas, no te van a gustar", dijo con pena... le quité la parte superior y la tumbé boca arriba en el sofá, poniéndome encima... comencé a besárselas y acariciárselas, ella cerró los ojos y dejó el petardo sin encender encima de la mesa, agarrando mi cabeza con las manos dirigiéndola hacia pastos más verdes.
Después, en la cama, mientras ejecutábamos el misionero, ella seguía con esa expresión en el rostro... con los ojos cerrados, apretándolos.
"¿Algo no va bien?", me preocupo...
...ella abre los ojos y con una mirada que (como decirlo) acojonaba bastante, vuelve a decirme: "quiero sentirrrr"
Así que pongo todo el empeño del que soy capaz y poco a poco ella se va calentando: me araña superficialmente hombros y espalda, ronronea con fuerza, me pellizca (duele) los pezones... aumenta considerablemente el volumen de sus gemidos según se acerca al climax, de repente se incorpora acercando la cabeza hacia mi cuello y, gritando... abre la boca mordiéndome (logré retirame lo justo) en el pecho.
"¿Pero qué haces?", exclamé apartándome de ella, llevándome la mano a la herida...
Ella se puso colorada, adoptó una posición fetal y se tapó con la sábana. "Perdón –susurró- yo sólo quería sentir..."
Por suerte miré al espejo del dormitorio y comprobé, aliviado, que ella se reflejaba...
domingo, 19 de septiembre de 2010
Amnesia
Ya había caído una botella entera de Cutty Sark cuando por fin sonó el timbre de abajo y las dos chicas aparecieron en la fiesta.
Se oían sus risas mientras avanzaban por el interminable pasillo de entrada y, escalonadamente, fueron asomando por la salita... primero una chica de veintipocos que se pasaría las siguientes dos horas protestando por la música (pidiendo Bisbal o pachangueo), gimoteando porque no se podía fumar en la casa... y despreciando el Matusalén en favor del Bacardi.
La segunda invitada era más madurita, y se pasó el resto de la velada mirándome intrigada tratando de recordar de qué coño me conocía.
De vez en cuando me preguntaba si nos habíamos visto en tal o cual bar, etc... "Joer tío, es que me suenas mogollón, yo a ti te conozco fijo"
"El caso es que tú a mí también me suenas, pero no sé decirte de qué...", mentí.
Uno de los presentes me diría más tarde que ella seguramente se pensaba que nos habríamos liado alguna noche hace tiempo, y que como ella es (cito textualmente) una folladora compulsiva, a lo mejor ni se acordaba...
...qué más da, el caso es que la pobre acabaría marchándose de la fiesta sin resolver el misterio que tanto le intrigaba.
"Pues no, yo no tuve esa suerte", contesté zanjando la cuestión, si bien la fama de devoradora de hombres ya la conocía, pues ella y sus amigas (habitualmente borrachas), solían ir a cierto bar que yo frecuentaba...
...de hecho yo seguía recordando bastante bien el relato de las andanzas sexuales de la ilustre invitada, que ya me había contado (con pelos y señales) dos años y pico atrás cierta envidiosa amiga de la susodicha, en la cama.
Se oían sus risas mientras avanzaban por el interminable pasillo de entrada y, escalonadamente, fueron asomando por la salita... primero una chica de veintipocos que se pasaría las siguientes dos horas protestando por la música (pidiendo Bisbal o pachangueo), gimoteando porque no se podía fumar en la casa... y despreciando el Matusalén en favor del Bacardi.
La segunda invitada era más madurita, y se pasó el resto de la velada mirándome intrigada tratando de recordar de qué coño me conocía.
De vez en cuando me preguntaba si nos habíamos visto en tal o cual bar, etc... "Joer tío, es que me suenas mogollón, yo a ti te conozco fijo"
"El caso es que tú a mí también me suenas, pero no sé decirte de qué...", mentí.
Uno de los presentes me diría más tarde que ella seguramente se pensaba que nos habríamos liado alguna noche hace tiempo, y que como ella es (cito textualmente) una folladora compulsiva, a lo mejor ni se acordaba...
...qué más da, el caso es que la pobre acabaría marchándose de la fiesta sin resolver el misterio que tanto le intrigaba.
"Pues no, yo no tuve esa suerte", contesté zanjando la cuestión, si bien la fama de devoradora de hombres ya la conocía, pues ella y sus amigas (habitualmente borrachas), solían ir a cierto bar que yo frecuentaba...
...de hecho yo seguía recordando bastante bien el relato de las andanzas sexuales de la ilustre invitada, que ya me había contado (con pelos y señales) dos años y pico atrás cierta envidiosa amiga de la susodicha, en la cama.
miércoles, 15 de septiembre de 2010
Llena eres de...
Sábado noche en La Coruña, mis amigos gallegos me sacan de fiesta y entre la gran cantidad de gente que me van presentando destaca uno por encima del resto: "El Bocatrucha".
Alto, fornido, moreno repeinado, camisa abierta dejando a la vista una pequeña medalla... el chaval llama la atención en lo estético, pero cada vez que abre la boca, deviene espeluztacular.
(Antes de entrar en el primer pub) "Ya veréis, aquí vamos a pillar fijo, esto está lleno de tías"
(En el segundo bar, tras no haber hecho absolutamente NADA en el garito anterior) "¿Qué os parecen esas de ahí? Esas seguro que follan..."
(Veinte minutos después, primer acercamiento de la noche) "Oye rubia, veo que sois cinco... nosotros también, qué te parece, ¡cinco para cinco!"
(Recé para que le dijera que faltaba una amiga que estaba en el servicio con lo que no cuadraba su particular suma de polinomios... no fue necesario, directamente le mandó a paseo)
(En el tercer bar se pone a bailar salsa con una paisana, acaba la canción y regresa al grupo con gesto triunfante) "A esa no me la tiro porque no quiero, está en el bote, pero paso... las rebajas, si eso... las hago a última hora de la noche" (dirige una gran risotada al resto de la manada y pega un intenso trago al Pampero&Cola)
Hace mucho que no me cruzo con un espécimen semejante, bocazas en estado puro... resulta de lo más fascinante verle conducirse por la noche coruñesa, poniendo y quitando rey.
Sin embargo en el cuarto pub encontraría la horma de su zapato...
Yo estoy apoyado en una columna, a mi aire, copa en mano, observando el hipnótico video musical (Beyoncé: "Deja Vu") que ponen en la pantalla gigante del local... pero no puedo evitar salir de mi letargo al escuchar como detrás de mi "El Bocatrucha" entra a una chica.
La música está altísima y no puedo oír bien lo que dicen, aún así (por lo poco que me llega) advierto con gran claridad que la chica tiene carácter, le contesta con tono agresivo y no se deja intimidar por la reluciente medalla del pecho de su pretendiente...
"Sí sí, que te crees tú eso... ni de coña me voy contigo fantasmón" (escucho y sonrío) "¿pero tú quién te has creído para hablarme así por las buenas? -insiste ella con tono barriobajero- Si se ve a la legua que sois unos muertos de hambre..." (vuelvo a escuchar, aunque ahora se me revuelven las tripas)
"Bueno bueno, no hace falta ponerse así -interviene él- yo no te gusto pero a lo mejor alguno de mis amigos sí... deja que te los presente a ver..."
Beyoncé comienza un baile tribal de lo más sexy en un escenario/paisaje supuestamente africano, vestida como una indígena ligerita de ropa, pateando la sabana levantando una polvareda en la que me gustaría perderme y jugar a Tinieblas con ella, y huir donde Jay Z y sus primos jamás puedan encontrarnos...
...sin embargo una frase de la princesita situada a mi espalda, soltada con tono amenazante, nuevamente interrumpe mi fantasía: "pero mucho cuidadito con hacer coñas con mi nombre eh... al primero que se pase de listo me piro"
Cuando el Bocatrucha me toca el hombro con la mano se me ilumina la cara, me giro sonriente (expectante)... allí está ella, una rubia pijita con cara de mala hostia, demasiado maquillada y con los brazos cruzados en posición defensiva... ella levanta la barbilla, yo aprieto los dientes.
"Mira, te voy a presentar a esta chica..." -me dice el derrotado medallista, pero le interrumpo, tomando la iniciativa.
Me acerco a ella y mientras le doy los dos besos de rigor digo "Hola, me llamo Rific", ella fuerza malamente un simulacro de sonrisa y susurra su nombre... "¿Cómo?", insisto... (No estoy seguro de haber oído lo que he creído entender).
Ella vuelve a cruzar los brazos y repite, esta vez con absoluta claridad, su nombre
"Gracia", dice...
"Ah, de nada", contesto
Y me giro nuevamente hacia la pantalla gigante, pero Beyoncé ya no está...
Alto, fornido, moreno repeinado, camisa abierta dejando a la vista una pequeña medalla... el chaval llama la atención en lo estético, pero cada vez que abre la boca, deviene espeluztacular.
(Antes de entrar en el primer pub) "Ya veréis, aquí vamos a pillar fijo, esto está lleno de tías"
(En el segundo bar, tras no haber hecho absolutamente NADA en el garito anterior) "¿Qué os parecen esas de ahí? Esas seguro que follan..."
(Veinte minutos después, primer acercamiento de la noche) "Oye rubia, veo que sois cinco... nosotros también, qué te parece, ¡cinco para cinco!"
(Recé para que le dijera que faltaba una amiga que estaba en el servicio con lo que no cuadraba su particular suma de polinomios... no fue necesario, directamente le mandó a paseo)
(En el tercer bar se pone a bailar salsa con una paisana, acaba la canción y regresa al grupo con gesto triunfante) "A esa no me la tiro porque no quiero, está en el bote, pero paso... las rebajas, si eso... las hago a última hora de la noche" (dirige una gran risotada al resto de la manada y pega un intenso trago al Pampero&Cola)
Hace mucho que no me cruzo con un espécimen semejante, bocazas en estado puro... resulta de lo más fascinante verle conducirse por la noche coruñesa, poniendo y quitando rey.
Sin embargo en el cuarto pub encontraría la horma de su zapato...
Yo estoy apoyado en una columna, a mi aire, copa en mano, observando el hipnótico video musical (Beyoncé: "Deja Vu") que ponen en la pantalla gigante del local... pero no puedo evitar salir de mi letargo al escuchar como detrás de mi "El Bocatrucha" entra a una chica.
La música está altísima y no puedo oír bien lo que dicen, aún así (por lo poco que me llega) advierto con gran claridad que la chica tiene carácter, le contesta con tono agresivo y no se deja intimidar por la reluciente medalla del pecho de su pretendiente...
"Sí sí, que te crees tú eso... ni de coña me voy contigo fantasmón" (escucho y sonrío) "¿pero tú quién te has creído para hablarme así por las buenas? -insiste ella con tono barriobajero- Si se ve a la legua que sois unos muertos de hambre..." (vuelvo a escuchar, aunque ahora se me revuelven las tripas)
"Bueno bueno, no hace falta ponerse así -interviene él- yo no te gusto pero a lo mejor alguno de mis amigos sí... deja que te los presente a ver..."
Beyoncé comienza un baile tribal de lo más sexy en un escenario/paisaje supuestamente africano, vestida como una indígena ligerita de ropa, pateando la sabana levantando una polvareda en la que me gustaría perderme y jugar a Tinieblas con ella, y huir donde Jay Z y sus primos jamás puedan encontrarnos...
...sin embargo una frase de la princesita situada a mi espalda, soltada con tono amenazante, nuevamente interrumpe mi fantasía: "pero mucho cuidadito con hacer coñas con mi nombre eh... al primero que se pase de listo me piro"
Cuando el Bocatrucha me toca el hombro con la mano se me ilumina la cara, me giro sonriente (expectante)... allí está ella, una rubia pijita con cara de mala hostia, demasiado maquillada y con los brazos cruzados en posición defensiva... ella levanta la barbilla, yo aprieto los dientes.
"Mira, te voy a presentar a esta chica..." -me dice el derrotado medallista, pero le interrumpo, tomando la iniciativa.
Me acerco a ella y mientras le doy los dos besos de rigor digo "Hola, me llamo Rific", ella fuerza malamente un simulacro de sonrisa y susurra su nombre... "¿Cómo?", insisto... (No estoy seguro de haber oído lo que he creído entender).
Ella vuelve a cruzar los brazos y repite, esta vez con absoluta claridad, su nombre
"Gracia", dice...
"Ah, de nada", contesto
Y me giro nuevamente hacia la pantalla gigante, pero Beyoncé ya no está...
domingo, 12 de septiembre de 2010
Son Rumores, Son Rumores...
Vale, son fiestas, no es más que una discomovida de barrio... pero eso no puede amparar a ciertos tipos que, haciéndose pasar por DJ’s, causan daños irreparables en la corteza cerebral de los pobres asistentes que no pretenden otra cosa más que pasárselo bien...
Anoche mientras uno de esos individuos (seguramente ejercía sin licencia) incumplía todas las reglas básicas de una sesión fiestera, fui teletransportado a una época remota durante los interminables cuatro minutos que duró cierta reliquia musical que, inexplicablemente, salió de un delirante baúl de los recuerdos del que por lo visto no olvidaron tirar la llave...
"¡No puede ser!", exclamé, mientras oía atronar en la plaza el machacón primer verso de "El venao, el venao..."
Flash back, septiembre de 1996, las mismas fiestas... ese verano yo había estado liado con Isabel.
Todo bien salvo el detalle de que ella lo hacía a espaldas de cierto chico con el que por aquel entonces salía, el cual estaba pasando el mes de agosto (creo) en EE.UU...
Esta misma noche de sábado de fiestas, catorce años antes, me encontraba con los colegas en el "Porsche" tomando unos cachis cuando de repente se abrió la puerta, entrando Isabel y su novio.
Mi lío con ella había sido vox populi entre mis amigos, y aunque ellos nunca habían sido un dechado de discreción, aquella noche lleguó a preocuparme seriamente mi integridad física... pues acabaron pasándose de la raya.
Las miradas y sonrisas burlonas que todos dedicaron al recién llegado (mientras yo buscaba un agujero donde ocultarme) eran de lo más delatoras... y la canción del verano ese año era... sí: "El venao".
Cuando la cancioncita de marras comenzó a sonar en el bar, los muy cabrones empezaron a botar como energúmenos cantándola a grito pelao, llegando al paroxismo cuando en la segunda estrofa se pusieron a berrear "el venao, el venao" señalando con el dedo al novio de Isabel, quien afortunadamente se encontraba de espaldas durante tan (ejem) "apropiada" coreografía...
Ella sí que se dio cuenta del circo que se estaba montando a espaldas de su novio y, sin que se notase demasiado, apuró veloz su bebida y atajó la situación provocando una salida prematura del local.
Afortunadamente, la sangre no llegó al río.
La marcha de la pareja fue glosada por la misma panda de cabrones, quienes cambiando de "diana", ahora me señalaban a mí con el dedo (esta vez empujando y zarandeando) durante todo el tiempo que sonó un irónicamente inoportuno "You could be mine" de Guns n’Roses.
Pero eso sucedió hace catorce años... de esta noche de 2010 la única moraleja que extraigo es que "el venao" y el "waka waka" pueden bailarse con la misma coreografía...
Anoche mientras uno de esos individuos (seguramente ejercía sin licencia) incumplía todas las reglas básicas de una sesión fiestera, fui teletransportado a una época remota durante los interminables cuatro minutos que duró cierta reliquia musical que, inexplicablemente, salió de un delirante baúl de los recuerdos del que por lo visto no olvidaron tirar la llave...
"¡No puede ser!", exclamé, mientras oía atronar en la plaza el machacón primer verso de "El venao, el venao..."
Flash back, septiembre de 1996, las mismas fiestas... ese verano yo había estado liado con Isabel.
Todo bien salvo el detalle de que ella lo hacía a espaldas de cierto chico con el que por aquel entonces salía, el cual estaba pasando el mes de agosto (creo) en EE.UU...
Esta misma noche de sábado de fiestas, catorce años antes, me encontraba con los colegas en el "Porsche" tomando unos cachis cuando de repente se abrió la puerta, entrando Isabel y su novio.
Mi lío con ella había sido vox populi entre mis amigos, y aunque ellos nunca habían sido un dechado de discreción, aquella noche lleguó a preocuparme seriamente mi integridad física... pues acabaron pasándose de la raya.
Las miradas y sonrisas burlonas que todos dedicaron al recién llegado (mientras yo buscaba un agujero donde ocultarme) eran de lo más delatoras... y la canción del verano ese año era... sí: "El venao".
Cuando la cancioncita de marras comenzó a sonar en el bar, los muy cabrones empezaron a botar como energúmenos cantándola a grito pelao, llegando al paroxismo cuando en la segunda estrofa se pusieron a berrear "el venao, el venao" señalando con el dedo al novio de Isabel, quien afortunadamente se encontraba de espaldas durante tan (ejem) "apropiada" coreografía...
Ella sí que se dio cuenta del circo que se estaba montando a espaldas de su novio y, sin que se notase demasiado, apuró veloz su bebida y atajó la situación provocando una salida prematura del local.
Afortunadamente, la sangre no llegó al río.
La marcha de la pareja fue glosada por la misma panda de cabrones, quienes cambiando de "diana", ahora me señalaban a mí con el dedo (esta vez empujando y zarandeando) durante todo el tiempo que sonó un irónicamente inoportuno "You could be mine" de Guns n’Roses.
Pero eso sucedió hace catorce años... de esta noche de 2010 la única moraleja que extraigo es que "el venao" y el "waka waka" pueden bailarse con la misma coreografía...
jueves, 9 de septiembre de 2010
Póntelo... Véndeselo
Hace un par de días me crucé por la calle con algo que no sé si era fiesta de una facultad estilo Ciencias o Químicas (había muchos chavalines con bata blanca) o novatadas de Colegio Mayor en arranque de curso.
El caso es que mientras cruzaba en medio del jaleo, una de las chicas de la manada, ataviada con la reglamentaria bata (adornada con algún que otro lamparón de calimotxo) se me acercó y, sin ocultar su avanzado estado de embriaguez, mostró un preservativo plateado que llevaba en la mano diciendo (atropelladamente) lo siguiente: "Te vendo este condón, ¿lo quieres? Es muy bueno... cómpralo"
Lo cogí y poniendo cara de cateto a babor, empecé a darle vueltas diciendo: "¿y esto para que sirve?", para rematar poniéndomelo sobre la cabeza, como el prelado de Roma...
"Pues para qué va a servir, jaja..." -me lo quita de las manos- "¿me lo compras?"
"Es que no sé cómo funciona, si tú me enseñaras la manera de usarlo podría pensarme lo de comprarlo...", le suelto, así por las buenas.
Ella abre la boca exagerando una especie de ofensa, sin poder evitar que al final de la mueca asome una sonrisa... de repente un jovencito macho alfa de la Logia Bata Blanca da un paso al frente y se entromete en la negociación... "¿Qué está pasando aquí?" dice con tono afectadamente grave, oh Santo Patrón de las vendedoras de profilácticos adolescentes.
Pasando de él, sin quitar los ojos de la ruborizada comercial digo: "nada, aquí estoy comentando con esta chica que sólo estoy dispuesto a comprar esta cosa que me ofrece... ¿condón has dicho que se llama?... si se presta a enseñarme el modo de empleo"
Él saca pecho e interviene: "eh tío, tampoco te pases eh"... yo igualmente insisto sin prestarle atención: "ahora que lo dices, este producto me suena, de hecho creo que ya tengo alguno...”, y me llevo las manos a los bolsillos... ella vuelve a levantar su preservativo de funda plateada del mismo modo entusiasmado en que un árbitro hambriento de fama sacaría tarjeta amarilla a Cristiano... "¡pero éste es mucho mejor que los demás!", proclama.
El Lord Protector de las novatas vendegomas ambulantes la agarra del brazo pidiéndole que lo deje, que no insista conmigo... entonces echo mano al compartimento secreto de mi pantalón corto y saco un "control" de lo más básico, carente de cualquier añadido o fantasía... de los de oferta.
"Bueno, si al final no te interesan mis condiciones" –digo, mirando a la chica- "tendré que seguir usando de estos cutres..." –y por fin, dirigiéndome al imberbe pastor del rebaño, antes de seguir mi camino concluyo- "aunque por lo menos son de colorines, no como vuestras tristes batas..."
El caso es que mientras cruzaba en medio del jaleo, una de las chicas de la manada, ataviada con la reglamentaria bata (adornada con algún que otro lamparón de calimotxo) se me acercó y, sin ocultar su avanzado estado de embriaguez, mostró un preservativo plateado que llevaba en la mano diciendo (atropelladamente) lo siguiente: "Te vendo este condón, ¿lo quieres? Es muy bueno... cómpralo"
Lo cogí y poniendo cara de cateto a babor, empecé a darle vueltas diciendo: "¿y esto para que sirve?", para rematar poniéndomelo sobre la cabeza, como el prelado de Roma...
"Pues para qué va a servir, jaja..." -me lo quita de las manos- "¿me lo compras?"
"Es que no sé cómo funciona, si tú me enseñaras la manera de usarlo podría pensarme lo de comprarlo...", le suelto, así por las buenas.
Ella abre la boca exagerando una especie de ofensa, sin poder evitar que al final de la mueca asome una sonrisa... de repente un jovencito macho alfa de la Logia Bata Blanca da un paso al frente y se entromete en la negociación... "¿Qué está pasando aquí?" dice con tono afectadamente grave, oh Santo Patrón de las vendedoras de profilácticos adolescentes.
Pasando de él, sin quitar los ojos de la ruborizada comercial digo: "nada, aquí estoy comentando con esta chica que sólo estoy dispuesto a comprar esta cosa que me ofrece... ¿condón has dicho que se llama?... si se presta a enseñarme el modo de empleo"
Él saca pecho e interviene: "eh tío, tampoco te pases eh"... yo igualmente insisto sin prestarle atención: "ahora que lo dices, este producto me suena, de hecho creo que ya tengo alguno...”, y me llevo las manos a los bolsillos... ella vuelve a levantar su preservativo de funda plateada del mismo modo entusiasmado en que un árbitro hambriento de fama sacaría tarjeta amarilla a Cristiano... "¡pero éste es mucho mejor que los demás!", proclama.
El Lord Protector de las novatas vendegomas ambulantes la agarra del brazo pidiéndole que lo deje, que no insista conmigo... entonces echo mano al compartimento secreto de mi pantalón corto y saco un "control" de lo más básico, carente de cualquier añadido o fantasía... de los de oferta.
"Bueno, si al final no te interesan mis condiciones" –digo, mirando a la chica- "tendré que seguir usando de estos cutres..." –y por fin, dirigiéndome al imberbe pastor del rebaño, antes de seguir mi camino concluyo- "aunque por lo menos son de colorines, no como vuestras tristes batas..."
lunes, 6 de septiembre de 2010
Número Equivocado (Epílogo Rastafari)
(Viene de la entrada anterior) - PINCHE AQUÍ PARA LEERLA
La rastafari regresó al sur en cuanto acabó el verano y mantuvimos cierto esporádico contacto los meses siguientes a través de internet.
El caso es que tiempo después, un mediodía de sábado en diciembre, me despierto con una terrible jaqueca (eufemismo de resaca), decepcionado tras una desastrosa cita la noche anterior... y con un ansia infinita de venganza.
¿Habría alguna chica dispuesta a quedar esta noche? Necesito reconciliarme con la condición femenina tras haber acabado la víspera con un trasto de proporciones faraónicas.
Decido no perder el tiempo y en la penumbra de mi cuarto, con un ojo cerrado apretado para tolerar el dolor... utilizo el otro, medio abierto, para rastrear la agenda del móvil en busca de alguna candidata.
Cuando llego al nombre de la rasta recuerdo que en su último correo me puso que este finde andaría por mi ciudad, así que no me lo pienso dos veces y me pongo manos a la tecla:
"Hola Rastafari, si stás x akí tanoxe t apetec kedar? Podríams buscar a tu kerida"descuartizadora"y d paso m pegas otra vez la tuberculosis :P Dime pues...BS"
Pulso enviar... y me echo de nuevo en la cama.
Sin embargo al poco rato me incorporo sobresaltado, sospechando algo que en cuanto agarro el móvil y lo miro... confirmo, poniéndome rojo como un tomate.
Sin saber por qué (¿mis neuronas haciendo surf en un océano de alcohol?), en vez de enviar el mensaje a Leire, lo había mandado a una tal Sara, de quien no tenía noticias en meses... ¡patinazo!
Releo el sms entre risas, busco la opción de reenviar, contactos... Leire... "ok".
¡No! ¡Otra vez no! ¿Pero qué estoy haciendo? No puede ser... soy un desastre... ¡a esa Leire no!
¿Para qué coño pusiste al lado del nombre la palabra "rasta"? Pues para diferenciarla de esa otra Leire que conoces, aquella de la cual saliste huyendo año y medio atrás...
No transcurre ni siquiera un minuto desde mi segunda cagada de la mañana y mi teléfono suena: es Leire número dos, esa chica de pelo liso a la que imaginaría antes muerta que hurtando camisetas en Zara.
"¿Sí?", contesto con tono avergonzado... "¡Pero cuánto tiempo Rific! Hace siglos que no sé nada de ti... ¿qué te cuentas?", me dice con un estridente tono de voz que taladra mi migraña.
"Pues nada" –me pilla en completo fuera de juego, no sé por dónde salir- "ya queda poquito para las vacaciones eh, ¿qué tal va todo?", tierra trágame...
El caso es que para mi sorpresa se pasa los siguientes cinco minutos diciendo que ya me valía la bobada, que estoy desaparecido en combate, que a ver cuándo voy a verla (ni siquiera vivimos en la misma ciudad)... capeo el temporal como buenamente puedo y diciéndole que hasta que pase año nuevo (¡como mínimo!) me resulta imposible moverme de aquí, me despido apresuradamente, estupefacto.
No me da tiempo a asumir lo que acaba de pasar, al instante recibo un sms de respuesta a la primera pifia del día: Sara escribe que hoy le viene fatal, que tiene una cena de empresa de esas de navidad, que a ver si para las vacas sacamos un rato y tomamos una copita de cava...
A pesar de mi jaqueca no puedo contener una sonora carcajada... yo me habré equivocado de destinatarias, ¿pero ellas qué demonios han entendido al ver mi mensaje?
"¿Hola Rastafari?", "buscar a la descuartizadora...", "me pegas otra vez la tuberculosis..."
Leen un texto que, evidentemente, no puede ir dirigido a ellas (mi humor no es tan surrealista) y en ambos casos responden pasando por encima, ignorándolo por completo... contestando como si nada.
"Oh señor", exclamo alzando los brazos en la penumbra de mi habitación, "¿pero qué es lo que he hecho bien???"
Quizás sus resacas eran peores que la mía... no se han puesto las gafas... mi mensaje leído al revés tiene otro significado que se me escapa...
Finalmente consigo enviar el puto sms a "Leire Rasta", diez minutos después me contesta diciendo que no puede quedar esta noche, va al pueblo de nosequé amiga...
Tras tanta torpeza –pienso- me merezco una respuesta negativa...
...eso sí, no entiendo absolutamente nada.
La rastafari regresó al sur en cuanto acabó el verano y mantuvimos cierto esporádico contacto los meses siguientes a través de internet.
El caso es que tiempo después, un mediodía de sábado en diciembre, me despierto con una terrible jaqueca (eufemismo de resaca), decepcionado tras una desastrosa cita la noche anterior... y con un ansia infinita de venganza.
¿Habría alguna chica dispuesta a quedar esta noche? Necesito reconciliarme con la condición femenina tras haber acabado la víspera con un trasto de proporciones faraónicas.
Decido no perder el tiempo y en la penumbra de mi cuarto, con un ojo cerrado apretado para tolerar el dolor... utilizo el otro, medio abierto, para rastrear la agenda del móvil en busca de alguna candidata.
Cuando llego al nombre de la rasta recuerdo que en su último correo me puso que este finde andaría por mi ciudad, así que no me lo pienso dos veces y me pongo manos a la tecla:
"Hola Rastafari, si stás x akí tanoxe t apetec kedar? Podríams buscar a tu kerida"descuartizadora"y d paso m pegas otra vez la tuberculosis :P Dime pues...BS"
Pulso enviar... y me echo de nuevo en la cama.
Sin embargo al poco rato me incorporo sobresaltado, sospechando algo que en cuanto agarro el móvil y lo miro... confirmo, poniéndome rojo como un tomate.
Sin saber por qué (¿mis neuronas haciendo surf en un océano de alcohol?), en vez de enviar el mensaje a Leire, lo había mandado a una tal Sara, de quien no tenía noticias en meses... ¡patinazo!
Releo el sms entre risas, busco la opción de reenviar, contactos... Leire... "ok".
¡No! ¡Otra vez no! ¿Pero qué estoy haciendo? No puede ser... soy un desastre... ¡a esa Leire no!
¿Para qué coño pusiste al lado del nombre la palabra "rasta"? Pues para diferenciarla de esa otra Leire que conoces, aquella de la cual saliste huyendo año y medio atrás...
No transcurre ni siquiera un minuto desde mi segunda cagada de la mañana y mi teléfono suena: es Leire número dos, esa chica de pelo liso a la que imaginaría antes muerta que hurtando camisetas en Zara.
"¿Sí?", contesto con tono avergonzado... "¡Pero cuánto tiempo Rific! Hace siglos que no sé nada de ti... ¿qué te cuentas?", me dice con un estridente tono de voz que taladra mi migraña.
"Pues nada" –me pilla en completo fuera de juego, no sé por dónde salir- "ya queda poquito para las vacaciones eh, ¿qué tal va todo?", tierra trágame...
El caso es que para mi sorpresa se pasa los siguientes cinco minutos diciendo que ya me valía la bobada, que estoy desaparecido en combate, que a ver cuándo voy a verla (ni siquiera vivimos en la misma ciudad)... capeo el temporal como buenamente puedo y diciéndole que hasta que pase año nuevo (¡como mínimo!) me resulta imposible moverme de aquí, me despido apresuradamente, estupefacto.
No me da tiempo a asumir lo que acaba de pasar, al instante recibo un sms de respuesta a la primera pifia del día: Sara escribe que hoy le viene fatal, que tiene una cena de empresa de esas de navidad, que a ver si para las vacas sacamos un rato y tomamos una copita de cava...
A pesar de mi jaqueca no puedo contener una sonora carcajada... yo me habré equivocado de destinatarias, ¿pero ellas qué demonios han entendido al ver mi mensaje?
"¿Hola Rastafari?", "buscar a la descuartizadora...", "me pegas otra vez la tuberculosis..."
Leen un texto que, evidentemente, no puede ir dirigido a ellas (mi humor no es tan surrealista) y en ambos casos responden pasando por encima, ignorándolo por completo... contestando como si nada.
"Oh señor", exclamo alzando los brazos en la penumbra de mi habitación, "¿pero qué es lo que he hecho bien???"
Quizás sus resacas eran peores que la mía... no se han puesto las gafas... mi mensaje leído al revés tiene otro significado que se me escapa...
Finalmente consigo enviar el puto sms a "Leire Rasta", diez minutos después me contesta diciendo que no puede quedar esta noche, va al pueblo de nosequé amiga...
Tras tanta torpeza –pienso- me merezco una respuesta negativa...
...eso sí, no entiendo absolutamente nada.
viernes, 3 de septiembre de 2010
Relax, don't do it...
Hace un par de veranos salí alguna que otra vez con Leire, una rastafari.
El primer sábado noche que quedamos apareció en bici, con sandalias, ropa hippy, un aro en la nariz y las rastas morenas recogidas en una especie de coleta.
Me contó su afición por el sur de España (en mi fría ciudad sólo estaba de paso), la solidaridad y cooperación, la marihuana (aunque llevaba varios meses sin fumar) y robar camisetas en Zara.
Como no podía ser de otra manera... quedé prendado.
A la tercera caña, según me contaba cosas acerca de su trabajo en una Asociación de Ayuda a Drogodependientes, comencé a considerar seriamente la posibilidad de atacar... sin embargo acabé frenando en seco cuando me dijo que debido a su habitual contacto con yonquis en el curro, el lunes debería hacerse las pruebas de la tuberculosis.
"¿Y cuándo tendrás los resultados de las pruebas?", pregunté con tono travieso... "Antes del próximo fin de semana", contestó ella sonriendo, mientras mi cabeza fijaba la fecha definitiva del ataque, necesariamente pospuesto por razones de salud pública para el siguiente sábado.
Por la calle pasaron un par de chicos cogidos de la mano, y es que al lado de la terraza donde tomábamos las cañas había un bar gay.
Leire me dijo que muchas de sus amigas eran lesbianas, que ella misma intentó una vez probar el asunto pero que si las chicas ya eran demasiado complicadas para una relación amorosa, juntar a dos era una especie de bomba de relojería... también me contó que la última vez que fue a ese bar gay con las amigas, una chica que trabajaba de descuartizadora le tiró los trastos a lo bestia.
"¿Descuartizadora? Eso suena a asesina en serie de telefilm americano, La Descuartizadora de Milwakee...", comenté... y sí, Leire afirmó que aquella ilustre pretendienta trabajaba en un hospital de "descuartizadora", cercenando miembros humanos con nosequé objetivo clínico.
Fue tal la coña que el resto de la noche tuvimos con esa historia, que al final de la velada nuestros pasos se encaminaron inconscientemente a la puerta del bar gay, y entre risas cruzamos la acristalada puerta que amablemente nos abrió un cachas moreno con camiseta de tirantes.
El local estaba hasta los topes y mi entrada me recordó a la del cantante de Frankie Goes To Hollywood en el garito donde transcurría aquel genial video de "Relax", con un numeroso grupo de varones de todas edades apoyados en la barra mirándome de arriba abajo, como tiburones olisqueando sangre fresca.
Pedimos una copa y nos pusimos a bailar una canción de la Carrá... fue entonces cuando Leire me hizo dos observaciones:
1- "no te muevas así en este lugar si no quieres provocar..."
2- "...no te lo vas a creer, pero detrás de ti, al final de la barra, ¡está la descuartizadora!"
Me giré un segundo disimuladamente y vi a un pequeño grupo de chicas que alzaban sus vasos de tubo, brindando con estrépito... Leire no tuvo que decirme cuál de ellas era la Carnicera de Illinois, saltaba a la vista.
Minutos después bajé al servicio, donde un travesti muy majo me contó sus penas amenizando la espera en lo que algún inodoro quedaba libre, algo sobre la tragedia que para él suponía haber engordado nosecuantos gramos en la última semana... "pues yo te veo estupenda", susurré... "gracias cielo", dijo, guiñándome un ojo... después se acercó al "tigre" de la pared, se levantó la minifalda graciosamente por delante y comenzó a orinar.
De vuelta a la primera planta me encontré lo que, en cierta extraña manera, imaginé mientras subía las escaleras: la descuartizadora se había acercado a la Rastafari y le estaba comiendo la oreja.
Cuando me acerqué, Leire puso cara de alivio y me presentó... a la Desolladora de Idaho no le hizo nada de gracia mi presencia, aún así siguió a lo suyo como si yo no estuviera, agarrando a mi acompañante del brazo, diciéndole (arrastrando la lengua, iba borracha como una cuba) lo guapa que estaba y que se fuera con ella de fiesta... que la invitaba a una copa, a un fin de semana en su apartamento en la costa valenciana, etc...
Leire resoplaba, harta, respondiendo "no" a cuanta proposición le hacía la Troceadora de Kentucky... mirándome emitiendo señales de S.O.S.
"Puedo quitártela de encima muy fácilmente" le dije, mientras su acosadora interrumpía la chapa encendiendo torpemente un cigarrillo... "¿Ah si?", me contestó.
"Sí, dentro de un minuto exacto voy a besarte... y cuando ella lo vea decidirá hacerse a un lado"
"¿Pero qué dices?" contestó Leire mitad asombrada, mitad asustada...
...sobra decir que a estas alturas de la noche la tuberculosis me importaba un pimiento.
Comencé una cuenta atrás mental que de vez en cuando hacía en voz alta, para que ella me oyera: "cuarenta y cinco... treinta y cuatro... diecinueve..." y la rastafari sonreía en lo que abría los ojos de par en par musitando "no te atreverás..."
"Tres, dos, uno... ¡fuego!"
Me atreví, sí... y siguiendo el guión preestablecido, la Diseccionadora de Alabama se hizo a un lado.
Leire no tardó en apartarme, según me dijo no le desagradó mi iniciativa, pero no quería continuar... un par de canciones después decidimos irnos, pero cuando pusimos rumbo a la puerta la Despedazadora de Nebraska volvió a acercarse a Leire pidiéndole (por este orden) una cita, un chicle y un beso... sin conseguir ninguna de las tres cosas.
"Bueno tía, pues entonces me debes una copa eh", balbució... "¿Y eso? ¿Por qué te debo una copa?", contestó mi amiga anudándose la sudadera a la cintura... "Pues porque hoy te he ofrecido una y no has querido, así que el próximo día me invitas a una...", concluyó aquel Macho Alfa Rapado atrapado en un cuerpo de mujer... "Bueno, ya veremos... ale, ¡hasta otra!" dijo Leire inocentemente abriéndose hueco entre la gente avanzando hacia donde yo me encontraba... y entonces estalló la tormenta.
La Trituradora de Tennessee comenzó a gritar en medio del bar, llamando a la rasta hijaputa, desagradecida, grandísima zorra, como vuelva a verte ya verás... entre otras perlas, organizando un buen alboroto.
Saqué a Leire del local protegiéndola de manera similar a como hace la policía con los malos árbitros al final de un partido.
La acompañé hasta la farola donde horas antes había amarrado su bici, aún estaba nerviosa por el incidente y nos despedimos apresuradamente.
Cuatro días después me dijo que los análisis de tuberculosis habían dado negativo...
El primer sábado noche que quedamos apareció en bici, con sandalias, ropa hippy, un aro en la nariz y las rastas morenas recogidas en una especie de coleta.
Me contó su afición por el sur de España (en mi fría ciudad sólo estaba de paso), la solidaridad y cooperación, la marihuana (aunque llevaba varios meses sin fumar) y robar camisetas en Zara.
Como no podía ser de otra manera... quedé prendado.
A la tercera caña, según me contaba cosas acerca de su trabajo en una Asociación de Ayuda a Drogodependientes, comencé a considerar seriamente la posibilidad de atacar... sin embargo acabé frenando en seco cuando me dijo que debido a su habitual contacto con yonquis en el curro, el lunes debería hacerse las pruebas de la tuberculosis.
"¿Y cuándo tendrás los resultados de las pruebas?", pregunté con tono travieso... "Antes del próximo fin de semana", contestó ella sonriendo, mientras mi cabeza fijaba la fecha definitiva del ataque, necesariamente pospuesto por razones de salud pública para el siguiente sábado.
Por la calle pasaron un par de chicos cogidos de la mano, y es que al lado de la terraza donde tomábamos las cañas había un bar gay.
Leire me dijo que muchas de sus amigas eran lesbianas, que ella misma intentó una vez probar el asunto pero que si las chicas ya eran demasiado complicadas para una relación amorosa, juntar a dos era una especie de bomba de relojería... también me contó que la última vez que fue a ese bar gay con las amigas, una chica que trabajaba de descuartizadora le tiró los trastos a lo bestia.
"¿Descuartizadora? Eso suena a asesina en serie de telefilm americano, La Descuartizadora de Milwakee...", comenté... y sí, Leire afirmó que aquella ilustre pretendienta trabajaba en un hospital de "descuartizadora", cercenando miembros humanos con nosequé objetivo clínico.
Fue tal la coña que el resto de la noche tuvimos con esa historia, que al final de la velada nuestros pasos se encaminaron inconscientemente a la puerta del bar gay, y entre risas cruzamos la acristalada puerta que amablemente nos abrió un cachas moreno con camiseta de tirantes.
El local estaba hasta los topes y mi entrada me recordó a la del cantante de Frankie Goes To Hollywood en el garito donde transcurría aquel genial video de "Relax", con un numeroso grupo de varones de todas edades apoyados en la barra mirándome de arriba abajo, como tiburones olisqueando sangre fresca.
Pedimos una copa y nos pusimos a bailar una canción de la Carrá... fue entonces cuando Leire me hizo dos observaciones:
1- "no te muevas así en este lugar si no quieres provocar..."
2- "...no te lo vas a creer, pero detrás de ti, al final de la barra, ¡está la descuartizadora!"
Me giré un segundo disimuladamente y vi a un pequeño grupo de chicas que alzaban sus vasos de tubo, brindando con estrépito... Leire no tuvo que decirme cuál de ellas era la Carnicera de Illinois, saltaba a la vista.
Minutos después bajé al servicio, donde un travesti muy majo me contó sus penas amenizando la espera en lo que algún inodoro quedaba libre, algo sobre la tragedia que para él suponía haber engordado nosecuantos gramos en la última semana... "pues yo te veo estupenda", susurré... "gracias cielo", dijo, guiñándome un ojo... después se acercó al "tigre" de la pared, se levantó la minifalda graciosamente por delante y comenzó a orinar.
De vuelta a la primera planta me encontré lo que, en cierta extraña manera, imaginé mientras subía las escaleras: la descuartizadora se había acercado a la Rastafari y le estaba comiendo la oreja.
Cuando me acerqué, Leire puso cara de alivio y me presentó... a la Desolladora de Idaho no le hizo nada de gracia mi presencia, aún así siguió a lo suyo como si yo no estuviera, agarrando a mi acompañante del brazo, diciéndole (arrastrando la lengua, iba borracha como una cuba) lo guapa que estaba y que se fuera con ella de fiesta... que la invitaba a una copa, a un fin de semana en su apartamento en la costa valenciana, etc...
Leire resoplaba, harta, respondiendo "no" a cuanta proposición le hacía la Troceadora de Kentucky... mirándome emitiendo señales de S.O.S.
"Puedo quitártela de encima muy fácilmente" le dije, mientras su acosadora interrumpía la chapa encendiendo torpemente un cigarrillo... "¿Ah si?", me contestó.
"Sí, dentro de un minuto exacto voy a besarte... y cuando ella lo vea decidirá hacerse a un lado"
"¿Pero qué dices?" contestó Leire mitad asombrada, mitad asustada...
...sobra decir que a estas alturas de la noche la tuberculosis me importaba un pimiento.
Comencé una cuenta atrás mental que de vez en cuando hacía en voz alta, para que ella me oyera: "cuarenta y cinco... treinta y cuatro... diecinueve..." y la rastafari sonreía en lo que abría los ojos de par en par musitando "no te atreverás..."
"Tres, dos, uno... ¡fuego!"
Me atreví, sí... y siguiendo el guión preestablecido, la Diseccionadora de Alabama se hizo a un lado.
Leire no tardó en apartarme, según me dijo no le desagradó mi iniciativa, pero no quería continuar... un par de canciones después decidimos irnos, pero cuando pusimos rumbo a la puerta la Despedazadora de Nebraska volvió a acercarse a Leire pidiéndole (por este orden) una cita, un chicle y un beso... sin conseguir ninguna de las tres cosas.
"Bueno tía, pues entonces me debes una copa eh", balbució... "¿Y eso? ¿Por qué te debo una copa?", contestó mi amiga anudándose la sudadera a la cintura... "Pues porque hoy te he ofrecido una y no has querido, así que el próximo día me invitas a una...", concluyó aquel Macho Alfa Rapado atrapado en un cuerpo de mujer... "Bueno, ya veremos... ale, ¡hasta otra!" dijo Leire inocentemente abriéndose hueco entre la gente avanzando hacia donde yo me encontraba... y entonces estalló la tormenta.
La Trituradora de Tennessee comenzó a gritar en medio del bar, llamando a la rasta hijaputa, desagradecida, grandísima zorra, como vuelva a verte ya verás... entre otras perlas, organizando un buen alboroto.
Saqué a Leire del local protegiéndola de manera similar a como hace la policía con los malos árbitros al final de un partido.
La acompañé hasta la farola donde horas antes había amarrado su bici, aún estaba nerviosa por el incidente y nos despedimos apresuradamente.
Cuatro días después me dijo que los análisis de tuberculosis habían dado negativo...
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